Relatos De Un Pulpo

Quinceavo Café. Toda una vida. Los fantasmas. Poemas para quien quiera oírlos. Buena suerte camarada.

 

 

 

 

 

 

Sabe mi camarada, cuando veo el humo del café, veo como se esparce, y pienso en todos estos años, de tantos acontecimientos, los recuerdo como las ventosas de mis tentáculos, enumerándolas una por una, así tan sencillo. Y a veces no puedo creer lo que he logrado, y hasta donde he llegado, ser esposo, aventurero, escritor, padre, amigo, conocido, hermano. Si pudiera enumerar todos, y cada uno quizás me olvidaría alguno. Yo creo en el cuento, en las anécdotas que surgen de las experiencias. Eso no quiere decir igual, que no me guste deducir. Pero cuando estoy en algún sitio contemplándolo, como el mar en una playa rocosa golpeada con el estruendo de las olas, y ese sonido que capto con mi audífono, es tan maravilloso, o el sudor de la frente de un sol abrazador.

 

 

Sea el estelar que ilumina la tierra, como el interno en el centro de ella misma, o de otros mundos. La luz de la luna reflejando mi rostro. Nadar hasta lo más profundo, y escudriñarme por todas esas bifurcaciones que son sortilegios de encrucijadas que nacen, vienen, y se van.

Cada cual lo disfruta a su manera. Hay a quienes les gusta el tedio de la ciudad, y les encanta. No los culpo, soy pulpo de agua cálida, de selvas, de desiertos, tundras, y estepas. Camino las montañas, surco las mesetas, nado los océanos, y ríos templados, fríos, dulces, y salados. Me presento en los peligros, y juegos lúdicos sublimes y difíciles.

Soy un viaje en mí mismo. En mi interior existen pasiones inexplicables, y periplos místicos. Soy esotérico en muchas de mis cuestiones, sabe me gusta encontrar espíritus que me ronden.

Como los fantasmas que hablan. Que nos cuentan su vida pasada.

No fue cuando me aventuré a la casa de la palmera, allí, había sucedido una historia según las leyendas. Fui una noche que me encontraba en pleno viaje, tenía que hacer una parada en un hotel, y no conseguí hospedaje.

Entonces descubrí la casa de la palmera. En ella un cartel que decía hay habitación disponible. No lo dude un segundo, y estacione mi carro acuático cerca de la acera. Descendí con mi sombrero, puesto y una maleta, pues era hora de cenar, y descansar. Era la hora en que las luces se apagan, y la oscuridad hace sus mañas, sabe. El miedo según manifiestan se entrena en la oscuridad, donde nadie puede percibir lo que hace en horas inciertas.

El temor a lo desconocido, existe cuando no se puede ver, pero si sentir, allí se crean en nuestras mentes el pánico con imágenes que tal vez, no existen, que son un invento mediático de nuestro cerebro para asustarnos.

Como le comenté una vez, me cuesta discernir sobre aquello, y por eso me presento con honores al suceso de lo oculto.

Había llegado a la casa de la palmera. Le dicen así, pues a las afueras existe una palmera. Al ver el cartel en la entrada, toque el timbre tres veces. Espere un instante, y nadie habría, ya en plena oscuridad, no quería regresar al auto a continuar conduciendo, pues, debía pasar de tierra anfibio, ya que las inmediaciones de la ciudad se terminaban, y terminaría en pleno océano en aguas donde la visibilidad era escasa. Tampoco estaba en ánimos de ir a una cueva, ni descansar en el carro.

Retomé mi ejercicio de tocar nuevamente el timbre, dos veces más, y la puerta se abrió como por arte de magia. Me dije, bien entremos. Al caminar por un pasillo poco iluminado con una lámpara de fuego, estilo farol, di con una entrada sin puerta. Allí un ser un tanto extraño. No sabría mencionarle que era, pues no parecía una criatura marina, ni de tierra. Era como un ser humano con rasgos gastados, como si hubiera fallecido, para ser sincero parecía una momia. En principio pensé que debía ser por sus años, y la falta de luz solar que tenía una piel seca, y pelos esparcidos como queriendo concluir su ciclo.

Me indicó con su dedo huesudo, que escribiera mi nombre, y otros datos en el libro de ingresos de personal, era una hoja grande, cuyo único inquilino era, este quien se está expresando. Escribí uno por uno los requisitos solicitados, y luego le pregunte cuanto era el costo. Unas monedas. Francamente por ser una posada bien arreglada al estilo antiguo, y clásico, cobraban muy barato.

 

 

Desde allí, se corrió de su mostrador, y de una gaveta tomó unas llaves. Luego abrió una pequeña rendija por donde pasó, y me pidió que lo siguiera, caminamos unos metros hasta la escalera, y allí ascendimos a un primer piso, y único. Algo no me parecía muy normal, pues donde había luz, había sombra de objetos que no existían, y ello me pareció extraño. Le pregunte sobre aquello, y solo respondió con gestos de no prestar importancia. Al llegar al primer piso, había dos habitaciones. A, y B. abrió la puerta de la B, y allí un cuarto con una litografía de un barco, del lado de la pared, izquierda, y de la pared derecha un cuadro de un anciano. Una cama de una plaza, y un velador con un reloj antiguo de péndulo pequeño. Me marco el horario de descansar a la noche con unas palabras gastadas que parecían haberse utilizado en otra historia. Le pregunte por curiosidad si había un baño, me indico al final del pasillo. Perfecto, otra cuestión que con un poco de aire en sus pulmones pudo explayar. La hora del sueño es sagrada, no se despierte por favor. No despertar le contesté. Si, a nadie le gusta los ruidos a la madrugada en se descansa. ¿Hay más gente hospedándose? Me observo, con un ademan asintiendo. Y luego se dio media vuelta hasta las escaleras, y descendió lentamente sin hacer ruido. Creí que mis auriculares estaban fallando, pero en efecto funcionaban en un orden perfecto. Ingrese a mi habitación, y deposite mi bolso con ropa en el suelo, encendí el velador que reflejaba una tenue luz, hacia la pares, tome mi móvil para enviarle un mensaje a mi esposa, para que se quedase tranquila, que ya estaba hospedado en una suerte de hostal, y que pasaría una noche allí para continuar camino a la mi siguiente ruta. Tome mientras tanto mi mapa para mañana partir en tiempo y forma, y allí la luz reflejo una silueta, en un momento sopese que era parte de una figura que debería en efecto ser la mesa de luz. Francamente no lo era. Y ello me llevo a meditar con la clásica pregunta de ¿por qué? Veía que no se movía, era una silueta humana, y se reflejaba en la mesa que tenía el velador. Al apagar la luz, esta desapareció como debía, por el efecto iluminación. Al encender nuevamente se reflejó la silueta humana. Algo no está bien. La mesa, era un cubo de madera, con un cajón. Con una base donde solo tenía el velador, el reloj. Me preguntaba, si iluminase otro sector también, ocurriría lo mismo. Recogí el velador, y realice la misma operación en la cama. Reflejaba en el impulso, un anómalo objeto la cama. Reflecté otra mesa en una punta, y lo mismo, un cuadrado. Al regresar el objeto del velador a su lugar, lo apagué, y luego nuevamente encendí el mismo, y para sorpresa, el reflejo era un cuadrado. Rayos, esto no está bien, o tal vez estaba tan cansado que no discernía entre una cosa, y otra, y la oscuridad las sombras, y luces.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.