Relatos de un secuestro

Capítulo 4

DÍA 4

¡Axel por fin ha regresado!

No sabrías la alegría que impuso esa simple acción para mí. Hoy, mientras caminaba de regreso a mi habitación luego de dar un pequeño paseo por el jardín, lo ví. Vestía de negro totalmente, lo único que resaltaba era su rostro.

Nada más.

No pude moverme hasta que sus ojos conectaron con los míos, pero instintivamente agaché la mirada. No me gustó lo que vi reflejado en ellos; no había absolutamente nada bueno en ellos, pareciera que al irse a Dios sabe dónde, haya dejado al Axel que conozco. Al menos, el que aparento conocer.

La mirada que llevaba era la misma que la de los demás: opaca y maléfica. No me moví por temor a que haga algo desagradable, pero internamente sabía que no lo haría si estábamos fuera de mi habitación.

Estaba con Ethan y Max (por fin sé sus nombres, el de los hombres que atacaron a Kim) discutiendo sobre algo que no alcancé a entender muy bien. Recuerdo aún cómo mis piernas se sentían de plomo, en serio deseaba correr, pero Axel me tenía clavada con la mirada impidiendo que moviera un mísero músculo, ni podía pestañear.

—Regresa a tu habitación, linda —me había dicho en el oído cuando estuvo lo más cerca que pudo.

Sin contestarle y bajo la mirada de todos en mi persona, me alejé lo más rápido posible a mi habitación, ignorando las obscenidades que algunos de los hombres de aquí me lanzaban a mi paso.

Mis ojos habían amenazado con dejar escapar alguna que otra lágrima. Aquí nadie me había visto llorar. Solo lloraba en mi habitación, en total silencio.

Aquí estoy, esperando a que aparezca en mi habitación como un cuerpo sin alma. Por su mirada, noté que algo iba mal, pero no sabría decirte el qué. Muchas cosas han cambiado, me siento dependiente de Axel hasta el punto de anhelar algo de él.

Su toque.

Su voz.

Su cuerpo.

Sé que quizás esto es confuso, pero lo e venido pensando desde ya bastante tiempo. Tengo miedo, mucho miedo de lo que me pasa. No quiero volverme loca por esta situación, debo mantenerme cuerda hasta que encuentre la oportunidad de huir, y así, no tendrías que leer esto.

Estar encerrada hace que la persona reflexione sobre lo que ha tenido en la vida: Libertad. Libertad en poder controlar tu vida, tu cuerpo...algo de lo que yo he perdido por ser tan ingenua. Pero odio el efecto que Axel tiene en mí. ¿Cómo es posible que me deje llevar por su tacto, por su cuerpo tan rápidamente si ejercer ningún esfuerzo en detenerlo? Mi integridad se esfumó en el momento en que dejé que sus manos vagaran por mi cuerpo, explorándolo sin pudor.

Como si hubiese encontrado el tesoro perdido.

Quiero salir de aquí, pero no tengo idea de cómo hacerlo. Lo único que siento es miedo, miedo a no poder ser libre de nuevo....

Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez.

*****

Dejo la pluma a un lado mirando las letras que acababa de escribir, siento los ojos pesados y las manos me comenzaron a temblar como siempre hacían ante la expectativa. Las palabras ni las ideas no venías a mi mente por lo que guardo todo y espero a que él llegue.

Después de unos minutos él entra. Con la cabeza gacha y el cuerpo tenso, no me vé en lo absoluto, se mantiene quieta, respirando quedamente mirando hacia el suelo de la habitación, poco a poco estira su mano para cerrar la puerta con el seguro soltando un respiro. Cuadra los hombros y por fin su mirada se centra en la mía. 

—Siéntate, por favor —habla en voz baja señalando con un leve movimiento de su mano hacia la cama. 

Sin rechistar, me dirijo a donde me indica con paso apresurado. Miro cada movimiento de él, sintiendo cómo mi corazón amenaza con salirse del pecho cuando Axel se acerca al escritorio y se sienta en la pequeña silla. 

—Como bien sabes, me he tenido que ir, pero ya no haré ningún viaje. —Comienza a sacar un arma de la cinturilla de su pantalón, le coloca el seguro y lo deja en el escritorio junto a él.

No digo nada, sé que no debo decir nada. Lo observo cómo se va quitando los botones de la camisa dejando al descubierto su pecho.

—Simplemente perfecta. —susurra para sí mismo pero logro escucharlo y, conociéndolo, se lo que está pensando. Cómo no podría saberlo. Siempre era lo mismo y me odié en ese momento.

Repulsión. Podía sentirlo. Sé que mi cuerpo lo anhela, su toque, sus caricias suave, su aliento, su piel... simplemente Axel.

—Por favor —susurro intentando de algún modo que no sucediera lo que vendría. Realmente no quería esto de nuevo, por más que mi cuerpo respondiera lo contrario. —No quiero esto, por favor, no...

Se detiene abruptamente con su mano a escasos centímetros de mi brazo. 

— ¿No? ¿Por qué me dices "no"? ¿Así es como me recibes? ¿En serio?

Esas simples palabras dichas irónicamente hacen que tiemble de miedo a pesar de que no debería, al fin y al cabo, él no me había hecho algún daño grave. 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.