Relatos de un secuestro

Capítulo 23

.¸¸.•'¯'» AXEL.¸¸.•'¯'»

Me giro despacio cuando escucho los gritos de mi ángel desde la otra habitación pero sé que no debo entrometerme. Tengo que ser frío, no me merezco si quiera estar cerca de ella.

Aprieto mis manos en puños cuando fugaces imágenes de ella junto con cualquier hombre surcan mis pensamientos, haciendo que hierva de coraje.

Sus gritos inundan mis oídos y voy a verla sin importarme mi negativa a hacerlo. La encuentro sentada, llorando abrazando a la almohada y meciéndose hacia adelante y atrás impulsada por sus pies sobre el colchón.

—¿Amelia? —pregunto mientras me acerco lentamente y me duele ver que se aleja de mí y se encoje de miedo. —No te haré daño, nena, ¿te encuentras bien?

Solo un cabeceo casi imperceptible es lo que recibo como respuesta. Deseo tanto abrazarla en estos momentos, pero no sé cómo puedo hacerlo. Lo único que he hecho es lastimarla, física y emocionalmente.

Su secuestro era mi única manera de tenerla solo para mí, bajo mi vigilancia la tendría a salvo. Pero ahora está vacía, su vida ha dejado de ser brillante como cuando la conocí.

Me acerco a ella desafiando a toda cordura y la abrazo a mi pecho, sintiendo como sus pequeñas manos se aferran a mi camisa, la rodeo con mis brazos intentando cubrirla y protegerla de todo lo doloroso que la consume.

Su camisón está pegado a su cuerpo por el sudor y su cabello está alborotado por las veces que se pasaba las manos. Aun así, me parece un ángel, solo mío. No sé qué me poseyó para haberle alzado la mano de esa manera, por haberla llegado a tocar para causarle dolor cuando lo que me impuse era tocarla para hacerla estremecer de placer, hacerla feliz y alejarla de todo lo malo que la acechaba.

Poco a poco se calma y coloco mi mentón sobre su cabeza, Amelia cambia de posición sentándose con su espalda apegada a mi pecho. Mis manos vagan hacia su vientre pero sus manos me detienen el avance.

No me imagino lo que ha de sentir Amelia con lo que sucedió con nuestro hijo. Un cicatriz marca su piel cuando los médicos tuvieron que intervenir para que ella no muera a costo de que otro ser, tan importante para mí, muriese.

—¿Estás mejor? —pregunto en susurros procurando no sobresaltarla. Mueve su cabeza afirmando. —Puedes hablar, Amelia, no tienes que quedarte callada, ahora no.

—Creo que lo estoy.

Se separa de mí y camina hacia el baño, encerrándose. Luego escucho el agua de la ducha al caer.

Mi celular vibra en la mesita de noche. Contesto al ver su nombre en la pantalla.

—¿Encontraste algo? —digo sin rodeos.

—¿Cómo está Katherine?

Me enojo tanto al escucharlo llamarla así, a pesar de ser mi amigo él sabe cómo cabrearme hasta la médula.

—Te he dicho millones de veces que no la llames así, a ella no le agrada y mucho menos a mí, así que ya corta esas ganas de joderme y dime si has encontrado algo.

—Está bien, cálmate, hombre. La policía está interviniendo, algunas patrullas ya están vigilando los alrededores. —escucho voces de fondo y la carcajada de Andrew. —Axel, ya estamos cerca de ellos, solo mantenla a salvo.

—Lo haré.

Cuelgo y suspiro cansado. Todos mis pensamientos están dirigidos para mi ángel dejando atrás todos los peligros que la persiguen. El diario de Amelia está sobre el escritorio y por más que quiera leer lo que ha escrito desde la última vez que lo leí, quiero, por lo menos, respetar ese espacio.

A veces, en la noche, la observo escribir con tanta pasión, con tanta emoción que me siento excluido de todo. Me encanta observarla perdida en sus pensamientos.

El agua cayendo es como una llamada, una invitación en este momento.

Me voy desvistiendo y entro al baño. Ella aún no me ve, el agua cae por su cuerpo desnudo, acariciándola e invitándome a hacerlo. La tomo por la cintura disfrutando de ese estremecimiento que recorre su cuerpo al sentir el mío, piel con piel, este es uno de esos momentos en los que me dejo llevar para amarla y hacerla gritar mi nombre, porque quiero que lo haga, escuchar mi nombre salir de sus dulces labios.

Acaricio sus brazos esparciendo la espuma del jabón por ellos y llevo mis manos hacia sus pechos, apretándolos hasta oírla gemir y soltar un pesado suspiro. Beso la carne blanda de su cuello, succionando y mordiéndolo solo para provocarla.

Porque eso es lo único que quiero, provocarle millones de sensaciones con mis caricias. Hacerla gemir de puro placer, hacerla mía sin ningún pudor o resignación. Perderme en ella es anhelante.

.¸¸.•'¯'» AMELIA.¸¸.•'¯'»

Sus manos recorriéndome a su antojo fue lo que me hizo temblar a pesar de que por dentro me estaba muriendo lentamente. Otra vez las pesadillas se adentran a mis sueños sin permiso alguno.

Cierro los ojos cuando la boca de Axel se adhiere a mi cuello y sus manos apresan mis pechos. Dejo caer mi cabeza en su hombro ladeándolo para que tenga mayor acceso. Por más que quiero negarlo me gusta lo que me hace. El agua caliente no hace más que ayudar a que mi piel se haga más sensible a cualquier roce.




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