Relatos de Verlomare: El Eclipse Carmesí

Capítulo 2: Un aventurero y un encargo

El sol brillaba tranquilo y sereno desde temprano en la mañana, emanando cálidos rayos de luz desde lo alto del cielo. La brisa llevaba el aroma fresco del otoño a cada rincón de la región y las hojas volaban raudas al son del viento, meciéndose en el aire hasta caer en silencio en el suelo, encima de los tejados de algunas casas que se hallaban por el camino o incluso aterrizando sobre las aguas del enrome río Lestric que fluían sin descanso desde Cinabar, la gran montaña que se alzaba lejos en el horizonte. La corriente del río apresaba sin querer a esas pobres hojas desafortunadas y las arrastraba río abajo hasta que desaparecían por completo de vista.

Atrás habían quedado ya los días calurosos y despejados que el verano había traído consigo, siendo reemplazados poco a poco por un clima más fresco que inundaba toda Bratellmar mientras ésta se iba tiñendo de los colores otoñales y de un ambiente más calmado, algo normal que solía suceder durante la llegada de esa tranquila estación a esa parte del continente.

Todo aquello era un escena demasiado amena y relajante para cualquier persona, provocando que el joven que avanzaba a través del camino dejara salir un bostezo largo y profundo, tanto que hizo que un par de lágrimas diminutas se asomaran en sus ojos aún con algo de sueño.

La persona en cuestión se trataba de un muchacho de cabello oscuro que portaba una larga capa de tono negro. Bajo ella usaba una camisa de lino blanca, sobre la cual llevaba un chaleco azabache con dos cintos, uno que atravesaba su pecho en diagonal y el otro sujetaba una hombrera sobre su brazo derecho. En su cinturón, además de algunos bolsillos, llevaba enfundada una espada de una mano que se sacudía un poco con cada paso que daba. También usaba un par de guantes y botas de cuero.

Su mirada, adornada por dos ojos de pupilas de un color gris muy parecido a la ceniza, denotaba una expresión algo peculiar, una rara mezcla de seriedad y despreocupación.

Llevó ambas manos hacia su rostro y las restregó contra sus ojos para limpiarlos, tratando también de alejar la sensación de somnolencia que se negaba a abandonarlo desde que había despertado.

Había vuelto a tener aquella extraña pesadilla que lo atormentaba de vez en cuando, por lo que no había podido dormir muy bien anoche, otra vez. Si bien ya estaba acostumbrado a esas misteriosas imágenes sin ningún tipo de contexto, en esta ocasión el sueño se había sentido mucho más real que antes, haciendo que se despertara de forma abrupta y con el corazón latiéndole a mil, junto con una sensación desconcertante que no lo dejó sentirse tranquilo durante un buen rato.

Incluso ahora seguía dándole vueltas al asunto en su cabeza una y otra vez, imaginando la posible causa de esas terribles visiones que lo afligían durante la noche e intentando hallarle tan siquiera el más mínimo sentido. ¿Podría tratarse tal vez de algún recuerdo suyo? ¿Pudiera ser que el cansancio le estuviese jugando una broma de mal gusto? ¿Acaso algún espíritu maligno lo había poseído y utilizaba esas pesadillas para hacerse con el control de su mente?

  • O quizás sólo me estoy volviendo loco y ya, ¿Quién sabe? - Exclamó en voz baja para sí mismo, esbozando una pequeña sonrisa y soltando una breve risita sarcástica ante esa broma que sólo él pudo escuchar, pues en el camino por el cual avanzaba no había ninguna otra persona a la vista. Ningún alma cerca de él a la que sus ojos pudieran ver.

Continuó su marcha en silencio, contemplando el paisaje que lo rodeaba a ambos lados del sendero.

A su izquierda, el río Lestric seguía su cauce sin interrupciones ni contratiempos, atravesando las rocas que sobresalían de su superficie como si nada y llevando consigo algunas cuantas hojas caídas y ramas diminutas que se movían a través del agua cristalina hasta perderse para siempre a lo lejos, más allá de lo que sus ojos le permitían observar.

A su derecha, la vista hacia las verdes y extensas praderas de Bratellmar comenzaba a ser opacada de a poco por varios árboles de gran tamaño que iban apareciendo uno tras otro, hecho que le indicaba que ya estaba llegando al bosque que debía visitar para poder completar aquel encargo que le habían pedido personalmente allá en el gremio de Strallvath, encargo que él con mucho gusto había aceptado sin pensarlo dos veces pues la paga era buena y la tarea a cumplir no parecía difícil en absoluto. Después de todo, sólo se trataba de un simple encargo de recolección de Caelumis. Nada más, ni nada menos.

Recordó su asombro cuando llegó al gremio y un encargo le cayó del cielo sin siquiera haber dado más de cinco pasos dentro del lugar y mucho antes de que pudiera siquiera mirar el tablón de anuncios. Merill, una de las recepcionistas más jóvenes y también amiga suya, fue corriendo a su encuentro apenas lo vio atravesar el umbral de la puerta, lo saludó con amabilidad y le informó que alguien había hecho una petición específicamente para él, dándole sin reparo todos los detalles del encargo.

Bueno, todos a excepción de la identidad de la persona, la cual ni siquiera ella conocía, ya que había sido hecho de forma anónima y no podía revelarle esa información así sin más aún si la conociera.

Sin embargo, a juzgar por el tipo de encargo que le habían hecho, lo más probable era que se tratase de un apotecario que necesitara las Caelumis para elaborar algún tipo de brebaje o ingrediente alquímico, algo común de ese tipo de misiones. Aunque la persona misteriosa también podría ser una florista que las quisiera para poder hacer un ramo o tal vez un arreglo floral, si se tomaba en cuenta la belleza y la popularidad que las Caelumis tenían no solo en Bratellmar, sino que también en las demás regiones.



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En el texto hay: fantasia, aventura, magia

Editado: 26.03.2025

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