Relatos sin desidia

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Hace dos años conocí a lo mejor de mi vida. Una chica rubia, con una camiseta de Gravity Falls, fue una coincidencia tremenda, a mí me encantaba esa serie, así que me acerqué a ella y me presente diciéndole algo como "me encanta tu camiseta". Ella estaba superseria y por un momento pensé que no querría que estuviera cerca, pero me sonrió y me dio un abrazo. Ni siquiera recuerdo si en aquel momento me dijo su nombre o no. Lo que sí recuerdo es que no volvimos a hablar hasta el año pasado.

Dime, ¿qué probabilidades había de que nos pusieran en la misma clase, una sentada al lado de la otra?, no demasiadas. Por si fuera poco nos tocó en el mismo equipo en educación física, materia en la que, en medio de un partido de brilé, entablamos una entretenida conversación.

Fue cómica la situación en la que se acercó a mí y me dijo que se cambiaría de clase, la tristeza no inundaba su rostro, más bien parecía culpable por dejarme en aquel grupo de mandriles sin cerebro. Lo gracioso fue su cara cuando le dije que yo también me cambiaría de clase.

Nos unieron muchas cosas, los profesores, principalmente, porque estaban empeñados en que nos sentáramos una al lado de la otra. Pero además de nuestra pasión por las series animadas, nos unieron los bolígrafos y rotuladores destintados, el gusto por ver el grabado en el dorso de las monedas, las fotos sacadas en el peor momento, los dibujos en mi archivador, las sesiones de esmaltar mis uñas durante las clases, las partidas a las cartas en los recreos y mil cosas más.

Ahora mismo, ella está a mi lado, con una pequeña caja de música llena de mis secretos, escondida en el corazón; podría asegurar que incluso un trocito de mi alma yace en esa cajita musical. Alba no es una chica sentimental, de hecho detesta el contacto físico, pero es muy divertido verla emocionada o superfeliz, porque da saltitos por todo el lugar, hasta da abrazos y besos.

Tiene un pequeño trauma con el reemplazo y siempre que nos nota interesadas en alguien nos pregunta «¿Le quieres más que a mí?». Mi respuesta siempre es la misma: no. Nunca querré a alguien más que a Alba, aunque no siempre me entienda, ni sepa como reaccionar cuando estoy triste, siempre será mi persona favorita, a pesar de que yo no sea la suya.

Para mí, Alba es como un abrasador sol tras una intensa tormenta, como las calmas olas del mar que apapachan la arena, la luz al final del túnel. Ella es mi estrella polar, el amarillo de mi vida. Quiero vivir tantas cosas a su lado que, para poder hacerlas todas, necesitaríamos mil vidas más.

Pero, de momento, me conformo con vivir el presente, uno en el que ella está a mi lado riéndose de cualquier tontería, sacándome fotos en el momento más inoportuno, felicitándome con sarcasmo cada vez que saco una nota lamentable, rehuyendo cada vez que intento, en vano, abrazarla. Un presente en el que es lo más especial que tengo.




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