Religión sin pecado

CAPITULO 2

 Me perdí del desfile LGBTQ+ y eso me ponía triste, nunca he podido ir a mirarlo y este año tampoco pude ir y probablemente que en próximos años tampoco. Pero tal vez así era mejor, no ir a ese tipo de cosas era mejor para mí. No había sabido nada de Nadia en días, solo lo que me decía mi hermana, que ella había hablado para saber cómo seguía, pero mis padres le impedían venir a verme, y la extrañaba demasiado, pero me habían quitado mi celular tal vez, no lo sé, ni siquiera sé dónde está, pero yo ahí encerrado en aquella habitación de color azul, con una cruz e imágenes de Dios colgadas. No odiaba mi religión yo amaba a Dios, pero por lo visto Dios no me amaba a mí, porque yo era un pecado andante o eso me hacían saber durante toda la vida, con ese pensamiento de mis padres. “ser homosexual es un pecado de Dios, y Dios los castigara, sí señor” decía mi padre cada vez que salía algo relacionado con la comunidad. Siempre me preguntaba qué pasaría si el ser homosexual no lo consideraban pecado, todo sería diferente, una religión sin el pecado de la homosexualidad, era mi más grande sueño. Una religión sin pecado. Se escuchó la manija de mi habitación en ella apareció mi hermana con un vaso de agua y una pastilla en otra, pero su cara me daba mala espina.

—Tenemos que hablar ahora que te sientes mejor. — su cara trasmitía tanta tristeza, enojo y decepción a la vez.

Mi cuerpo se tensó al escucharla de esa manera ¿qué estaba pasando? ¿Qué es lo que tanto le disgustaba?, ¿por qué su cara era tan fría?, atrás de ella la puerta sonó un tanto fuerte al cerrarse.

—Mis padres estuvieron hablando sobre qué harán contigo. — ¿sobre lo que harán conmigo? ¿Qué, soy un perro?

—¿Cómo que, que harán conmigo? — por la golpiza que me dio mi padre no podía hablar mucho que digamos muy apenas me salieron las palabras.

—Yo les dije que no lo hicieran, pero ellos insisten en hacerlo y sabes lo terco que es, solo dales lo que quieren ¿sí? — dijo con un nudo en la garganta.

De que estaba hablando, su voz se rompía en cada palabra que me decía, pero a la vez no me decía nada, no entendía a lo que se refiere, ¿qué me quieren hacer mis padres? Me daba tanto miedo las siguientes palabras, tanto miedo que se hizo un nudo en la garganta, quería llorar.

—Hay un programa en alguna escuela católica que se ha hablado mucho, e iras ahí.

Mi cara quedó en shock había escuchado hablar de escuelas con “programas” y esos programas eran “trae a tu hijo que esta confundido, aquí lo hacemos entrar en razón” y eso significaba si es gay aquí lo vuelvo hombre o mujer de verdad.

 Estas partes de mi religión la odiaba, había tanta gente que pensaba que ser homosexual era una enfermedad o un capricho de nosotros. Yo sabía que era gay, pero decirlo en voz alta era algo terrible algo que jamás había dicho, y ahora que lo dije, no me equivocaba, mis padres me odian y ahora me quieren alejar de la casa, a un programa donde solo les sacaran dinero o ¿quizás si es un capricho mío? Y en realidad no soy gay, solo estoy confundido, tengo puras hermanas y no era muy agradable para mis compañeros, tal vez solo era yo confundiéndome por el hecho de crecer con puras mujeres, eso puede ser ¿no?

—Es un internado — prosiguió —un amigo de papá le había hablado de ese programa y cuando te recuperes del todo, te estarán esperando, mi padre ya hablo y te aceptarán. Ella se marchó dejando ahí el vaso de agua y con mis pensamientos, ¿ahora qué haría?

Mis padres no me hablaron en los siguientes días desde que me dijo mi hermana que me mandarían al san ángel, el internado ese, hasta el día que me tenía que ir, yo no protesté, se me caía la cara de vergüenza con mis padres. Había hecho mis maletas, un poco de ropa, ya que la mayoría del tiempo llevaría uniforme, lleve unos libros que tenía por leer y eso fue todo, toda mi vida era un poco de ropa y unos libros.

 

—Iremos a verte de vez en cuando. —sugirió mi madre.

—Hasta que dejes ese teatrito de, "soy Homosexual" regresaras a casa. — prosiguió mi padre a hablar, sin mirarme solo volteando al volante del carro sin siquiera arrancar. Yo esperaba su mirada por el retrovisor de aquel carro Ford fiesta 2011, color azul, pero no, solo seguía mirando el volante, prosiguió en prender aquel carro y arrancó, arrancó a aquel instituto que me podría cambiar o no. Todo el camino estuvimos callados, yo quería pedirles disculpas por ser lo que era, pero no me salían las palabras, tenía un nudo en la garganta, no podía hablar, muy apenas podía respirar por la presión que sentía, la angustia, el dolor en mi pecho se hacía más constante como pasábamos las calles, ya faltaba tan poco para llegar.

 Unos minutos después, miré aquel edificio enorme, “Bienvenido al instituto San Ángel” agarré mi maleta pegándola a mi pecho, mi corazón se aceleraba cada vez más. Mi padre estacionó y yo solo seguía viendo aquel gran edificio, era un tanto rústico, la fachada parecía una iglesia puntiaguda color café y sus vidrios con tonos azules, se llegaba a ver algún ángel. Mi padre me abrió la puerta del carro, no me moví.

—Debes bajarte ya. — Mi padre esperaba con el ceño fruncido, suspiré y bajé del auto, tomé mi maleta, proseguí a caminar.

Caminé hacia aquellas grandes puertas del instituto con los nervios de punta, ¿qué me esperaba en aquel lugar?, estudiar en una escuela católica no es el problema, yo anteriormente había estado antes de entrar a la preparatoria, pero decidieron sacarme porque era un buen chico, al menos eso me dijeron en aquel entonces, ahora regreso a no solo una escuela sino a la escuela católica más estricta del país y con su dichoso programa. A unos cuantos metros de la escuela en el mismo terreno se miraban los dormitorios, básicamente entras por una puerta enorme a unos metros estaba la escuela y a unos metros más allá estaban los dormitorios, se lograban ver, ya que no era muy lejos, por lo que pude investigar que no fue mucho, por cierto. Lo hicieron de esa manera para que los alumnos estuvieran más rápido en clases y no perder mucho tiempo, siempre con la vigilancia de un coordinador o prefecta, el “programa” era al terminar las clases, estas empezaban a las siete de la mañana y terminaban a las cinco de la tarde, a todos aquellos que estuvieran en el programa deberían de estar en un tipo de cancha techada donde ahí nos daban las pláticas y nos hacían reflexionar según esto.




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