Religión sin pecado

capitulo 4

Al regresar a la habitación me dijeron todo lo que tenía que saber, por ejemplo, donde estaba el baño para poder bañarme sin problemas y donde para poder hacer las necesidades básicas. Al día siguiente nos levantamos temprano para poder asistir a clases, convenientemente, yo estaba en la misma clase que ellos, me pareció bueno, ya que tenía con quien hablar o juntarme en la hora de la comida, y no quedarme solo como el chico nuevo. Las clases empezaron como cualquier otra escuela, la diferencia de esta es que quien daba las clases eran monjas, todo era tan normal como recordaba en mi tiempo de antes, no era extraño, pero nunca me acostumbré a como daban las clases después de darme cuenta de que me gustaban los chicos, siempre había una clase que nos hablaba de lo malo que era amar a alguien de tu mismo sexo y aquí no era la excepción.

 La tercera clase llamada “ciencias de la naturaleza” hablaba de lo mismo que siempre han hablado. “Mujer con hombre” solo eso había y no podías tener relaciones si no es para procrear un hijo, de lo contrario era un pecado gozar el sexo. 

Me había sentado en la parte de atrás para que no me hablaran los maestros y había resultado hasta ahora, hasta que un maestro me llamó para presentarme, era el mismo maestro que estaba en las canchas el día anterior. Volví a presentarme con mi nombre y lo que me gustaba hacer, no más, el profesor me dejó sentarme y continuó su clase de Cálculo.  Damián y Elías estaban juntos en la misma fila, yo había tratado de ponerme con ellos, pero me habían ganado el asiento de atrás de Elías, supongo que este lugar era el único que estaba disponible, me conformé con esto y seguí poniendo anotaciones en mis cuadernos por el resto de las clases. Tocó el timbre para la comida, todos salieron disparados hacia el comedor, yo me quede acomodando mis cuadernos en mi mochila cuando Elías y Damián se acercaron a mí.

—Anda debemos de ir a comer. — me hablo Elías tocándome el hombro, asentí con la cabeza y terminé de cerrar mi mochila.

Caminamos hacia el comedor, era un comedor enorme, había una fila para poder pasar por tu comida. Se escuchaba el ruido de cucharas pegando al plato, platicas por aquí y por allá, no era un lugar silencioso claro que no era todo lo contrario, se escuchaban risas por todos lados, gritos y hasta gente cantando y jugando.

 Al darnos nuestra comida seguí a los chicos hasta una mesa grande donde estaban las mismas personas que el día anterior en la sala de películas, me senté y dos me saludaron con una sonrisa, ahí estaba ese chico, el rubio que parecía muñeco.

 Comimos todos mientras ellos hablaban en quien se iba a presentar primero conmigo ya, que eran como 5 personas aparte de Elías y Damián. 

—Bien guarden silencio, me presentaré. — habló una chica morena, ojos grande cabello rizado.

Estiró su mano para dármela.

— mucho gusto mi nombre es Esmeralda.

Sonreí y asentí con la cabeza, susurrando su nombre. Después otro chico de piel pálida estiro su mano, la tomé con gusto.

—Mi nombre no importa a mí llámame Camila. — mi cara de confusión le dio risa y prosiguió — soy una chica trans. — susurró riéndose.

 A pesar de que sus facciones si eran finas si parecía hombre, pero me imagino estando donde estábamos no la dejaban ser quien era.

—Disculpa por mi reacción, fue muy mala onda de mi parte. — apenado comenté mirándola.

—No te preocupes cariño, entiendo tu confusión, parezco hombre, pero no lo soy, al menos no me identifico como tal.

—Yo me llamo Ernesto. — comentó el chico aquel que parecía muñeco. Sonreí y estiré mi mano para saludarlo.

—Yo me llamo Ana. — Era aquella chica de piel negra robusta, su cara estaba tan lisa sin ni una imperfección parecía cara de bebé, su pelo chino era grandioso jamás había visto algo como eso, era hermosa realmente.

—Y finalmente yo, me llamo Gabriela, pero igual que Camila me puedes llamar Gabriel.

Realmente en este colegio estaba todas aquellas personas que sus padres no entendían. Me sentía en casa, ellos no me juzgarían si llego un día corriendo a decirles que me gusta una persona, sonreí con tanta alegría, esa alegría que nunca había sentido.

Terminaron las clases y todos nos fuimos al patio a platicar un rato, no fuimos a nuestros dormitorios, puesto que en una hora teníamos que ir de vuelta al mentado “programa” sentados en el pasto, todos comenzaron hablar sobre que eran quien, “aquí todos somos homosexuales” había comentado Ernesto riéndose a carcajadas contagiando a todos los demás.

—Mira te diré, Camila y Gabriel son trans, Esmeralda es lesbiana y yo soy gay. Ana y Elías son heteros y este guaperrimo que miras aquí es bisexual.

Hablaba de Damián, Damián era bisexual.

—¿Están aquí por la misma razón?

—¿Qué?, ¿qué nuestros padres piensan que esto es como la gripe? Sí básicamente sí. — rieron todos.

—Nuestros padres aún piensan que ser lo que somos es una enfermedad, no creas, aquí todo mundo pasó una experiencia horrible, ¿por qué no nos cuentas la tuya? — preguntó Camila.

Sonreí sin gracia y empecé a platicarles todo lo que había sucedido con mis padres, tan solo hace unos meses. Ellos comprendían mi dolor, ellos comprendían que ser lo que soy no era anormal, como mis padres siempre lo decían cada vez que miraban en la calle a personas homosexuales. 




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