Renacer De Las Sombras

Capítulo 2: Ecos del Pasado

La alarma del reloj sonó a las seis en punto, inundando la habitación con un sonido agudo y persistente. Liam extendió el brazo para apagarla, sus ojos aún entrecerrados por el sueño. Se quedó un momento en la cama, mirando el techo en silencio. El recuerdo de la chica en el parque la noche anterior seguía rondando en su mente. No sabía por qué, pero había algo en ella que lo había dejado intranquilo, una chispa de familiaridad en su dolor que resonaba en él como un eco distante.
Finalmente se levantó, se puso un par de jeans y una sudadera, y bajó las escaleras. La casa estaba silenciosa, apenas iluminada por los primeros rayos de sol que se filtraban a través de las cortinas. Su abuela estaba en la cocina, preparándole el desayuno como todos los días. Lo miró con la misma sonrisa cálida de siempre, una sonrisa que, a veces, lo hacía sentir culpable. Sabía que ella se esforzaba por darle una vida estable, por llenar los vacíos que sus padres habían dejado, pero había algo en él que parecía resistirse.
—Buenos días, cariño —dijo su abuela, colocando un plato de huevos y tostadas sobre la mesa.
Liam se sentó y comenzó a comer en silencio. Su abuelo entró poco después, acomodándose en su silla con el periódico en las manos. Durante algunos minutos, los tres compartieron el mismo espacio, en una paz casi rutinaria, cada uno sumido en sus propios pensamientos.
—¿Estás bien, Liam? —preguntó su abuelo de pronto, sin levantar la vista del periódico.
Liam lo miró, sorprendido por la pregunta. Asintió, sin saber muy bien qué decir. Las palabras se agolpaban en su garganta, pero ninguna parecía adecuada.
—Sí, estoy bien —respondió finalmente, intentando sonreír.
Su abuelo lo observó por un momento, con esos ojos que parecían ver más de lo que mostraban. Luego volvió al periódico, pero la pregunta quedó en el aire, flotando entre ellos como un secreto compartido.
Terminó de desayunar y se despidió antes de salir hacia el colegio. Caminó en silencio, con las manos en los bolsillos y la mirada perdida en el suelo. Al llegar, buscó su rincón habitual en el patio, el lugar donde solía esconderse de la multitud, observando a los demás sin ser observado. Era una rutina que le brindaba cierta paz, un refugio en el que podía existir sin la presión de encajar.
Ese día, mientras se encontraba solo en su rincón, vio a la chica. Estaba de pie, en el extremo opuesto del patio, con un grupo de compañeros alrededor, pero sus ojos vagaban por el lugar como si buscara algo más allá de las caras conocidas. Liam sintió un leve estremecimiento al verla. Era la misma chica de la noche anterior, la que había cruzado en el parque. La sensación de conexión volvió, esa certeza inexplicable de que ambos compartían algo, aunque no supiera exactamente qué.
Pasaron las horas y el día continuó sin mayor novedad, pero la presencia de la chica permaneció en su mente, como un susurro constante que no podía ignorar. Al final del día, cuando salió del colegio, sus pasos lo llevaron de nuevo al parque. El mismo rincón, la misma farola apagada. Era su lugar secreto, el único sitio donde podía ser él mismo sin temor a que alguien lo juzgara.
Sacó su cuaderno y comenzó a escribir, dejando que las palabras fluyeran en la página en blanco. Escribir era su única manera de escapar, de plasmar en papel lo que no sabía decir en voz alta. Recordó el rostro de la chica, esa mirada perdida que parecía gritar en silencio. Sintió que sus propias palabras surgían de ese recuerdo.

"En la penumbra de los recuerdos,
hay rostros que nunca se olvidan,
sombras que vagan en silencio,
buscando algo que jamás encontrarán."

Mientras escribía, escuchó un ruido. Al levantar la vista, la vio allí, de pie a unos metros de distancia. No sabía cuánto tiempo llevaba observándolo, pero su presencia era tan inesperada como inquietante. Ella se acercó lentamente, con una mirada que mezclaba curiosidad y cautela. Liam sintió que su corazón latía con fuerza, acelerado por una mezcla de miedo y anticipación.
—Tú... tú estabas aquí anoche —dijo ella en voz baja, como si apenas se atreviera a decir las palabras.
Él asintió, incapaz de apartar la mirada. Había algo en ella, una tristeza escondida en su expresión, que lo hacía sentirse vulnerable, como si ella pudiera ver a través de él.
—Sí, vine para… despejarme —respondió, sin saber si era del todo honesto.
La chica se sentó en el banco junto a él, en silencio, observando el suelo. Ninguno de los dos parecía saber qué decir, pero en esa ausencia de palabras había una conexión palpable, una corriente silenciosa que los unía en su mutua incomodidad. Después de un momento, ella miró su cuaderno y frunció el ceño.
—¿Escribes? —preguntó, con un tono que denotaba tanto interés como incredulidad.
Liam asintió, sintiendo un nudo en el estómago. Mostrar su cuaderno era lo más cercano a revelar su alma, pero por alguna razón, no le importaba. Tal vez, en el fondo, quería que alguien entendiera.
—Es… solo algo que hago para aclarar mis pensamientos —murmuró, sintiendo una extraña necesidad de justificarlo.
Ella lo miró fijamente, sus ojos buscando algo en los suyos. Luego, esbozó una pequeña sonrisa, la primera que él le había visto, y eso lo desconcertó aún más.
—Creo que eso está bien —dijo ella, en un susurro apenas audible.
Quedaron en silencio, cada uno perdido en sus propios pensamientos, mientras el parque comenzaba a sumirse en la penumbra de la tarde. Aunque no se dijeron nada más, Liam sintió que había compartido algo importante, algo que no podía explicarse con palabras. Fue un momento breve, pero en esa conexión silenciosa encontró una paz que jamás había experimentado.
Cuando se levantó para irse, ella caminó unos pasos, pero de repente se detuvo. Liam la observó desde su lugar, intentando entender qué había detrás de esa expresión que parecía dividirse entre la melancolía y una pizca de misterio. Ella giró un poco la cabeza, y sin mirarlo directamente, dijo con una voz suave pero firme:
—Por cierto, me llamo Luna.
Sus palabras quedaron flotando en el aire, como un eco. Luego, le sonrió apenas, una sonrisa tenue que dejaba entrever algo inalcanzable, y se fue, desvaneciéndose entre las sombras del parque. Liam se quedó inmóvil, viendo cómo desaparecía en la distancia, con su nombre resonando en su mente y una nueva intriga en su pecho. Luna.
No sabía qué significaba esa breve conversación, pero sí sabía que esa noche volvería a escribir, tratando de capturar el extraño vacío que ella había dejado en él.



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En el texto hay: desamor, superacion, poema

Editado: 16.11.2024

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