—Vicky, espera un minuto —me pidió de repente Víctor mientras Mar y Pablo subían a mi coche.
—¿Qué pasa? —pregunté, extrañada.
—Dale las llaves a Pablo, que ellos regresen al pueblo. Nosotros necesitamos hablar... Luego te llevaré yo mismo al Pazo.
Por un instante, tontamente me ilusioné pensando que, por fin, Víctor había decidido confesarme sus sentimientos. Así que, sin pensarlo dos veces, le entregué las llaves a Pablo con una sonrisa, pero no sin antes advertirle en tono de broma:
—Recuerda, estás libre bajo fianza. Si vuelves a romperle la nariz a alguien, no saldrás tan fácilmente la próxima vez. —Me reí, intentando quitarle un poco de tensión al momento.
—No le pegué a ningún funcionario, solo a Kiko... un par de veces —respondió Pablo con un gesto de exasperación, intentando justificarse, como ya lo había hecho antes.
Cuando se fueron, me volví hacia Víctor, aún con una sonrisa en los labios.
—Entonces, ¿de qué querías hablar conmigo? —le pregunté, esperando que aquello que tenía que decirme fuera tan importante como para justificar apartarnos de los demás.
Víctor me miró con una seriedad que no esperaba, lo que hizo que mi sonrisa se desvaneciera un poco. No era la mirada de alguien que estaba a punto de confesar algo dulce o romántico; era la mirada de alguien que tenía un peso en la mente, algo que no sabía cómo decirme.
—Vicky, esto no es fácil de decir, pero es importante que lo sepas —comenzó, mientras cruzaba los brazos y daba un paso hacia mí, manteniendo su voz baja pero firme.
Mi corazón dio un vuelco. Las mil y una fantasías que me había hecho sobre este momento empezaron a desmoronarse rápidamente. Tragué saliva, esperando lo peor.
—¿Qué ocurre, Víctor? —pregunté, intentando mantener la calma, aunque mi mente ya estaba empezando a correr a toda velocidad, imaginando mil posibles escenarios.
Víctor suspiró, mirando brevemente hacia el coche donde Mar y Pablo se alejaban antes de volver a centrar su atención en mí.
—David no va a detenerse —dijo, directo al punto—. Él no solo quiere el pazo, está empeñado en destruirte, y no lo digo a la ligera.
Fruncí el ceño, mi estómago se apretó al escuchar esas palabras. Sabía que David era capaz de muchas cosas, pero la idea de que estuviera tan obsesionado con arruinarme me asustaba más de lo que quería admitir.
—¿Qué quieres decir con "destruirme"? —pregunté, mi voz sonando más temblorosa de lo que me gustaría—. ¿Es solo por lo del pazo, o hay algo más?
Víctor asintió lentamente, como si estuviera eligiendo cuidadosamente sus palabras antes de continuar.
—He encontrado con un amigo que trabaja en la fiscalía —dijo—. Me mencionó que hay una investigación en curso, y no es sobre la pelea. David está aprovechando sus conexiones para hacerte ver como una estafadora. Si tiene éxito con esas denuncias falsas de Kiko y Manuel, podrías perder mucho más que el pazo. Podrías enfrentarte a cargos que te pondrían en una posición muy difícil, Vicky.
Mi mente se quedó en blanco por unos segundos mientras procesaba lo que me estaba diciendo. ¿Una investigación? ¿Con cargos? El pazo, la propiedad que tanto esfuerzo me había costado restaurar, ahora estaba siendo usado como una pieza más en el juego retorcido de David.
—Por eso te pido que vendes el Pazo a Muñoz. – suspiró Víctor. – Aunque antes te pedía lo contrario.
—No... no puede ser —balbuceé susurrando—. Esto es una locura. ¿Cómo es posible que alguien haga todo esto solo para... para quedarse con una propiedad?
—David no es alguien que simplemente quiere el pazo porque sí. Tiene interés muy grande más allá de lo material, hay algo sentimental detrás de todo esto —explicó Víctor, mirándome a los ojos. – Su madre también es una Alvear.
Mi cabeza dio un vuelco. Lo que en un principio parecía una simple disputa por una propiedad ahora se revelaba como algo mucho más grande y oscuro.
—¿Me quieres decir, que David Muñoz es mi… primo? – pregunté y yo misma asusté de escuchar la palabra “primo”.
—No sé con certeza si es tu primo o tu tío, - dijo Víctor. - Ramona dijo que su madre era la hija ilegítima de Arturo Alvear y una actriz.
—¡Increíble! —exclamé—. ¡Ese desgraciado! Separó a mis abuelos, provocó su muerte, dejó huérfana a mi madre, ¡y mientras tanto engañaba a su esposa orgullosa con otra, teniendo hijos bastardos!
Víctor dio un paso más cerca, y por primera vez, su rostro mostró una preocupación genuina.
—Quizás por eso Arturo te dejó el pazo a ti. Al final, eres la heredera legítima.
—Ahora entiendo por qué David ha sido tan terco, tiene más parecido con los Alvear en maldades —dije, asimilando la nueva información—. Pero si él también tiene una conexión con el pazo, ¿por qué quiere destruirlo?
Víctor negó con la cabeza, desconcertado.
—No sé qué motivos tiene. Quizás el rencor, quizás algo más que no vemos, pero... te lo pido. Vende el pazo antes de que esto se ponga peor. Ramona también me contó sobre las maldiciones de Alvear.
Víctor me observaba, como si aún buscara cualquier forma de convencerme de vender el pazo. Pero no podía hacerlo. No después de todo lo que ya había conseguido en el pueblo. Me quedé callada un momento, mordiéndome el labio mientras los recuerdos inundaban mi mente.
—Víctor, sé que piensas que sería más fácil vender el Pazo y evitar todo este conflicto. Me gusta mucho tu preocupación por mí bienestar… no sabía que crees en las maldiciones. Pero no puedo. Ya perdí una vez algo que lo significaba todo para mí. No voy a pasar por lo mismo otra vez.
Víctor me miró con curiosidad, inclinándose hacia adelante, como si mi tono más suave lo hubiera desarmado.
—¿A qué te refieres? —preguntó en voz baja, con una expresión de genuino interés.
Suspiré profundamente, buscando las palabras adecuadas para explicar lo que aún dolía recordar.
—Antes de heredar el Pazo —comencé—, mi padre tenía una empresa. No era una multinacional, pero sí lo suficientemente importante como para ser su mayor orgullo. La levantó desde cero, con todo su esfuerzo, y me preparó para que un día me hiciera cargo cuando él ya no pudiera. Pero yo... no puse empeño en aprender. Era joven, egoísta, despreocupada, y siempre creí que ese día nunca llegaría.