Cuando Víctor me besó por primera vez, fue como si todo a mi alrededor desapareciera. El bullicio de la comisaría, el estrés por Pablo, las inseguridades del futuro de Pazo y hasta el absurdo de mis celos anteriores se esfumaron en un segundo. El mundo se hizo pequeño, reducido a ese momento en el que sentí sus labios contra los míos. Al principio, mi cuerpo se tensó por la sorpresa, no porque no lo deseara, sino porque, en algún rincón de mi mente, no me creía que estuviera ocurriendo de verdad.
Fue como si me hubieran desenchufado de todo lo que me atormentaba, incluso de mis propios pensamientos. Ya no estaba preocupada por Mar, por Pablo, ni siquiera por lo que Víctor podría estar pensando. Solo estábamos él y yo, compartiendo algo que había crecido lentamente y que ahora se desbordaba en ese beso. Sentí su calidez, la forma en que sus manos me rodeaban, suaves pero firmes, como si me estuviera anclando a ese instante, y supe que no quería estar en ningún otro lugar.
Y luego, fue como si mi corazón quisiera explotar. Un cúmulo de emociones estalló dentro de mí: sorpresa, nervios, alivio, y algo más profundo que no podía ignorar. Lo había sospechado antes, ese momento en que comprendí que me gustaba, pero ahora lo sabía con certeza. Ese beso lo decía todo, incluso cosas que aún no me atrevía a admitir en voz alta.
Mis labios respondieron casi por inercia, como si hubieran estado esperando esa oportunidad desde siempre. Sentí un escalofrío recorrerme, una mezcla de emociones que no sabía cómo manejar. ¿Era posible sentir tanto en tan poco tiempo? Quizá, porque ese beso parecía durar una eternidad y al mismo tiempo, apenas unos segundos.
Cuando nos separamos, mis mejillas ardían y mi mente era un caos. No podía mirarlo directamente a los ojos de inmediato, como si temiera que al hacerlo, todo ese torbellino de emociones fuera demasiado evidente. Pero cuando finalmente lo hice, vi en su mirada una ternura que me dejó sin aliento, y ahí fue cuando lo supe: no había marcha atrás.
Víctor se acercó lentamente, como si estuviera decidiendo si dar el paso o no, y cuando sus ojos se encontraron con los míos, supe que algo importante estaba por salir de su boca. Mi corazón empezó a latir con fuerza, como si presintiera lo que venía.
—Vicky —comenzó, con un tono más suave de lo habitual, casi vulnerable—, tengo que decirte algo que llevo tiempo guardando.
Sentí un nudo en el estómago, pero no era como los que me daban antes, de esos incómodos y llenos de dudas. Este era diferente, como si mi cuerpo se estuviera preparando para algo que había esperado sin saberlo.
—Eres… eres la chica más valiente que he conocido en mi vida. —Hizo una pausa, y sus ojos buscaron los míos como si quisiera asegurarse de que estaba entendiendo lo que decía—. Te lanzas de cabeza en todo, sin dudar. Has estado aquí, luchando por Pablo, por Mar, por todos… incluso cuando las cosas se ponían difíciles, cuando era más fácil dar media vuelta y dejar que alguien más se encargara. Tú nunca lo hiciste.
Su voz sonaba sincera, cada palabra llena de peso. Me quedé inmóvil, casi sin respirar, mientras él seguía.
—Eres más fuerte de lo que crees, más decidida, más… todo. —Su voz bajó un poco, como si las siguientes palabras le costaran más—. Más increíble de lo que jamás te has dado cuenta.
Mi corazón dio un vuelco. Las palabras "más increíble" resonaron en mi cabeza, y de repente me sentí pequeña y gigante al mismo tiempo. Él me veía de una forma que nunca me había visto a mí misma. Quería decir algo, pero las palabras no salían, así que solo lo miré, esperando, sabiendo que no había terminado.
—Y creo que eso es lo que más me ha vuelto loco de ti —continuó, y pude ver una sonrisa pequeña, tímida, aparecer en sus labios—. Nunca había conocido a alguien que pudiera ser tan fuerte, tan valiente… y a la vez tan vulnerable. —Víctor suspiró, y por un segundo, parecía que estaba luchando con sus propias emociones—. Vicky, me gustas. Me gustas de una manera que no puedo ignorar. Cada día que paso contigo me doy cuenta de que no quiero estar en ningún otro lugar, y cada vez que te veo enfrentarte a lo que sea, me haces admirarte más.
Me quedé en shock, procesando lo que acababa de decir. ¿Víctor… admirándome? ¿A mí? La chica que había pasado los últimos días enredada en un mar de emociones caóticas, celos absurdos y dudas interminables. Y sin embargo, ahí estaba él, mirándome como si fuera algo más, algo mejor de lo que yo misma me había permitido creer.
—Vicky, no sé cómo ni cuándo pasó, pero me he enamorado de ti. Y no puedo seguir fingiendo que no lo siento. Eres más de lo que nunca imaginé que podría tener en mi vida, y no quiero dejar pasar esto, no quiero dejarte pasar a ti.
Mi corazón latía tan rápido que sentía que me iba a desmayar. Lo miré, con los ojos abiertos, intentando procesar lo que acababa de decir. ¿Víctor enamorado de mí? ¿De mí, la que había estado sintiendo celos estúpidos y luchando con mis propios sentimientos? Pero ahí estaba, sincero, vulnerable, entregándome sus emociones de una manera que jamás había esperado.
Sin pensarlo, di un paso hacia él, sintiendo cómo la calidez de sus palabras me envolvía. Y, en ese instante, supe que todo lo que había sentido antes tenía sentido. Él me veía de una manera que yo no me había permitido ver, y eso lo hacía aún más real.
Tragué saliva, sintiendo el pulso en mis oídos, y traté de encontrar las palabras, algo que pudiera expresar todo lo que me pasaba por dentro. Pero, como siempre, las emociones me desbordaban antes de que pudiera ponerles orden.
—Víctor, yo… —empecé, y luego me quedé en silencio por un momento, tratando de encontrar la manera de explicar lo que estaba sintiendo—. No sé ni por dónde empezar.
Él me miraba con esa mezcla de ternura y ansiedad, como si estuviera esperando algo que podía cambiar todo entre nosotros. El nudo en mi estómago seguía ahí, pero era distinto, como si se mezclara con la emoción, con el miedo y la alegría al mismo tiempo. Sabía que no podía dejarlo colgando, que no podía guardar todo lo que sentía. Ya no.