El tiempo había pasado y no se cuento espere para volverla a ver, por una parte era cobardía que enmascaraba con excusa como el tiempo, ocupaciones e incluso descanso… solo me vasto dar el primer paso para ir esa tarde, la encontré en el jardín, sentada bajo el viejo roble la sombra del árbol caía sobre ella, envolviéndola en una penumbra que reflejaba su estado interior un mescla entre vacío e indiferencia hacia mi presencia, como si el estar aquí no cambiara todo, así que con un suspiro la observé desde la distancia, tenía comprimido el pecho, deseando poder atravesar ese abismo que nos separaba, mis palabras de consuelo se quedaban atrapadas en mi garganta, donde solo había un nudo y temblor difícil de explicar, incapaz de romper el silencio que nos envolvía.
Sentía una rabia impotente, un ardor en el pecho por no poder hacer más, por no poder borrar el dolor que la consumía, me desesperaba el hecho de que no podía encontrar la manera de hacerle sentir que no estaba sola, de mostrarle que su sufrimiento me importaba, que yo estaba aquí y que su dolor me afectaba profundamente, que podíamos cambiar, pero cada intento de acercamiento parecía fallar, cada gesto de apoyo parecía desaparecer antes de llegar a ella no sé quién de las estaba más débil si mi yo del pasado que no me quería hablar o mi yo del presente que no podía sanar.