En un mundo cubierto por las sombras de una corrupción latente, la ciudad amurallada respira desconfianza y miedo. Cada rincón de sus calles mojadas por la lluvia esconde rostros cansados, algunos huídos de miradas inquisitivas, otros ocultos tras cortinas de terciopelo que alguna vez brillaron, pero que hoy parecen emblemas de un tiempo irrecuperable. En esta atmósfera sofocante, hombres y mujeres juegan su vida como piezas en un tablero donde la lealtad se vende y el poder es la única fe.
Las reglas, si acaso existieron alguna vez, se han desdibujado. Los ideales de justicia, de orden y honor, han sido arrastrados por los vientos del pragmatismo y el ansia de control. Aquí, los sueños se tornan espejismos, y los gritos de quienes buscan justicia apenas resuenan entre los muros, ahogados por los temores propios de una ciudad cuya estructura social se tambalea. Desde las sombras, Tobías observa su imperio. No fue siempre así, él mismo creía en el bien que ahora su propia mente cuestiona, pero la naturaleza del poder lo ha sumido en una red de mentiras y traiciones. En un juego de manipulación calculada, Tobías no distingue si lo que hace es sobrevivir o simplemente seguir una línea trazada por sus propios errores y ambiciones. Sus manos han tejido una telaraña de alianzas dudosas y enemistades profundas; ha entendido que en este sistema nadie es de fiar.
Sin embargo, hasta los más temibles estrategas tienen su límite. Los rumores de una rebelión alimentan las esperanzas de los habitantes de la ciudad, y como cenizas en el viento, el descontento se esparce de mercado en mercado y de taberna en taberna. Las facciones surgen y resurgen, amenazando con tomar las riendas del destino colectivo, cada una persiguiendo una visión opuesta de libertad. Desde el sur, donde los antiguos oprimidos levantan el puño, hasta el Este, donde la diplomacia se torna subterránea, el poder se convierte en una espada de doble filo, donde la misma mano que alzó a Tobías podría acabar con él.
Los ecos de rebelión tocan a todas las puertas y los débiles encuentran, en susurros y miradas furtivas, una posibilidad de cambio. En medio de esta tormenta de poder y traiciones, destaca una joven de piel oscura y mirada introspectiva, Nelah, quien sirve bajo la atenta y fría vigilancia de su señor. Atrapada en una estructura que la menosprecia y utiliza, Nelah ha aprendido a callar, a caminar con la cabeza baja, y a sobrevivir sin mostrar sus verdaderas intenciones. Y sin embargo, en un mundo que parece decidido a destruir cualquier vestigio de humanidad, ella mantiene viva una chispa de esperanza que puede ponerlo todo en riesgo.
Mientras tanto, otros actores, leales o traidores, aparecen y desaparecen en las sombras. Alianzas secretas se tejen mientras Tobías busca retener el control de un imperio cuya fragilidad se vuelve cada día más evidente. Los movimientos en este juego de ajedrez mortal se vuelven más frenéticos, y las traiciones se vuelven moneda corriente, imponiéndose como la única verdad en un mar de mentiras.
La ciudad está en calma, pero una calma densa y amenazante. Tobías y sus adversarios esperan, ajustan sus planes, sabiendo que el menor paso en falso puede destruirlos. En este réquiem de poder, no hay absolutos. Nadie es completamente leal, ni siquiera al propio destino. Y cuando el momento llegue, no habrá paz, solo los restos de un poder destruido o finalmente consolidado.