Réquiem de poder

Seis

La luz se filtraba en el salón de piedra, fría y con poca fuerza. Celdrin ajustó su capa mientras entraba en la sala donde Rorik ya lo esperaba. Ambos sabían que esa reunión no podía levantar sospechas, y menos ante los ojos de Tobias. Ausente de cualquier ruido externo, Rorik se dirigió a la ventana, observando la ciudad bajo sus pies. Celdrin permaneció a unos pasos, con la fuerza de tracción a la que estaba sometido mientras esperaba instrucciones claras, pero ambos sabían que ya habían cruzado las líneas que Tobias podía permitir.

—¿Ha dado algún paso en falso? —empezó manteniendo su mirada en las calles, como si el reflejo de la ciudad le respondiera en lugar de Celdrin.

—Nela está jugando su parte, tal como lo habíamos planeado —habló sin rodeos y sin titubear. Sabía que no debía mostrar ninguna debilidad frente a Rorik. Ambos compartían una visión, pero solo uno de los dos tenía el control real.

Rorik asintió como si la idea en su cabeza estuviera madurando, pero no era una señal de aprobación. Era una confirmación de que el plan seguía avanzando. Para él, cada movimiento de Nela era crucial para consolidar la narrativa que necesitaba que Tobias creyera. Ella debía parecer la traidora, la pieza débil que, al caer, evitaría que el hombre que le había otorgado tierras sospechara de la verdadera traición que se gestaba en su círculo más cercano. Y si todo salía bien, La joven sirvienta de su amo pagaría con su vida, lo que sellaría la lealtad de él a los ojos de su señor.

—¿Sabe algo? —deseó saber más, esta vez girando para enfrentarse a Celdrin. No había rastro de emoción en su rostro, solo la pregunta directa que requería una respuesta concisa.

—Nada. Sabe que estamos cerca de una revolución, pero no comprende que ella es solo una herramienta —respondió Celdrin, sosteniendo la mirada de Rorik. Aunque Nela creía que estaba ayudando a los Melha, era él quien la guiaba, aprovechando su deseo de justicia y de cambiar el sistema. La joven era valiente, pero en este juego, la valentía no era suficiente.

Rorik apagó su sed dando un trago a una copa de vino con una sonrisa que nunca llegaba a sus ojos. Todo estaba saliendo tal como lo había planeado, como el hombre encapuchado que se movía en las tabernas, orquestando cada paso sin que nadie sospechara. Había trabajado paciente durante años, y ahora, la trampa estaba a punto de cerrarse. Se permitió sentir un poco de lástima por la chica que sería el sacrificio perfecto, pero después su sonrisa regresó al rostro al fantasear que Tobias caería en su propia arrogancia, sin darse cuenta de que el verdadero traidor había estado a su lado desde el principio.

—¿Y los Melha? —Tomó una copa y se la dio a Celdrin cambiando el tema con la misma frialdad. Aunque su cómplice estaba al tanto de la situación, él necesitaba asegurarse de que cada hilo estuviera entrelazado de acuerdo a su plan.

—Crecen en número, pero aún no son tan fuertes como para hacer un movimiento definitivo. Confían en ella ya que les da esperanzas de que pronto habrá un cambio, aunque ha sido fácil. Pero no se dan cuenta de que su tiempo también se agota —Sorbió de la copa consciente de que la rebelión que los Melha planeaban solo era una distracción más en el tablero que Rorik había diseñado.

La rebelión era un vehículo que su socio en esto utilizaría para su propio beneficio. Los Melha creían que luchaban por su libertad, pero ambos los estaban utilizando para derribar a Tobias desde dentro. Era una danza precisa de movimientos, y cada pieza tenía su lugar.

—Necesito que te asegures de que Nela confíe en ti. No puede sospechar que la estamos utilizando. Cuando llegue el momento, ella debe ser la única culpable a los ojos de mi señor —Rorik hizo una pausa antes de engullir un bocado de pan.

Celdrin asintió, sabiendo que no había margen de error. La confianza de Nela era frágil, pero él había aprendido a manejar sus emociones, a darle lo que ella necesitaba para seguir creyendo que estaba en el lado correcto de la historia. Lo que ella no entendía era que estaba en el lado perdedor, y que su muerte sería el catalizador que sellaría la caída de Tobias.

Rorik caminó hacia Celdrin, su figura alta y sombría imponiendo un aire de autoridad incuestionable.

—Recuerda, Celdrin, si fallas, caeremos todos. —Su amenaza fue directa.

Celdrin no respondió. No era necesario. Ambos entendían el peso de lo que estaba en juego.

Rorik volvió a la ventana, su mirada se perdió en las luces titilantes de la ciudad. El plan estaba en marcha, y no había vuelta atrás. Para Tobias, todo parecía bajo control, pero cada paso que lo acercaba más a su verdadera ambición le provocaba un frío que le pelaba la piel. Se sacudió esa sensación de encima y pensó que cuando el momento llegase el traidor no sería quien Tobias pensaba.

Celdrin se ajustó la capa una vez más y salió de la habitación. También sintió el frío en los huesos, pero se negó a aceptar que algo lo incomodaba y se mintió a sí mismo asegurando que era la certeza de que Nela, una joven que solo deseaba justicia, terminaría como una simple pieza sacrificada en un juego de poder que nunca podría comprender del todo.

Mientras avanzaba por las calles de la ciudad notó que todo estaba en calma, pero esa calma era solo superficial.La corrupción, las trampas y las traiciones se tejían bajo una red de intrigas que pronto atraparía a sus protagonistas. Y cuando todo estallara, solo los más astutos sobrevivirían.




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