Celdrin avanzaba entre los puestos del mercado, el bullicio lo rodeaba, pero su mente estaba enfocada en la tarea que tenía entre manos. Cada paso que daba lo acercaba más al momento clave. No era posible fallar. Todo lo que habían construido, toda la trama tejida con cuidado junto a Rorik, no podía venirse abajo por una mujer. Para él, Nela no era más que una herramienta, un peón. Su piel negra y su origen entre los campesinos del norte la hacían inferior a los ojos de muchos, y él no la veía diferente. Una sirvienta leal quizás, pero insignificante.
La misión era simple: hacer que se comprometiera del todo con los Melah. Los líderes de la rebelión eran los enemigos perfectos para alimentar las sospechas de Tobías, y Nela sería la pieza que haría que todo encajara. Si la hacía parecer como cómplice, el conjunto de acciones ocultas y astutas que Rorik y él habían desplegado caería sobre ella como una trampa. Mientras pensaba, Celdrin se mezclaba con la gente, y vigilaba con atención. Estaba casi seguro que ella vendría al mercado a realizar las compras que Tobías le encomendaba, y no tardaría en aparecer. La había estudiado durante todo este tiempo, y ella era para él, alguien predecible.
Después de un rato, la vio al final de uno de los callejones, caminando con la misma prudencia de siempre. Nela avanzaba entre los vendedores, tratando de no llamar la atención, pero él la reconoció de inmediato. Se movió hacia una esquina del entre los tenderetes, ocultándose de la vista de los guardias que vigilaban los alrededores. Desde ahí, la llamó con un susurro que se perdió entre el murmullo de las voces. Nela lo escuchó, su cuerpo se tensó al reconocer la voz, y se acercó con cautela. Había una mezcla de sorpresa y desconfianza en su rostro.
—¡Cálmate! Todo está bajo control. Esta noche es la reunión. Debes decidir de qué lado estás —habló Celdrin cuando se acercó lo suficiente.
Nela lo miró. Celdrin notó que algo la perturbaba, pero no le prestó demasiada importancia. Para él, el objetivo estaba claro, y su única preocupación era que ella siguiera el plan como estaba previsto. Tenía que infiltrarla más en la causa de los Melah, ganarse su confianza y asegurarse de que Tobías la considerara una traidora cuando llegara el momento.
—Sabes que los Melah confían en ti. Si esta noche no estás con ellos, lo notarán. Es tu oportunidad de demostrar que estás con los campesinos y los pobres. Que luchas por lo que alguna vez fueron tus padres.
Nela permaneció en silencio, con los ojos fijos en él. Celdrin se impacientó ante la aparente indecisión, pero intentó mantenerse firme. Sabía que Nela era capaz de seguir el camino que le estaban trazando. Todo lo que necesitaba era un empujón más.
—Tobías no merece tu lealtad. Solo te usa para mantener su poder. Pero tú puedes cambiar eso. Los Melah te necesitan.
Las palabras resonaron en la mente de Nela. Había llegado a ese punto cargada de dudas. Su vida bajo el servicio de Tobías había sido una de lealtad, pero también de silenciosa opresión. Ahora, Celdrin le pedía que se volcara por completo en la rebelión, algo que podía llevarla a la traición más absoluta. Por dentro, se debatía entre dos mundos: el deseo de justicia que alguna vez Tobías había representado y la creciente convicción de que él ya no era el hombre que ella había admirado. Pero había algo más. La duda que la atormentaba no era solo por los Melah o los campesinos, sino por lo que sentía hacia Tobías.
—Voy a estar ahí —respondió Nela, con un leve temblor en la voz.
Para Celdrin, esa respuesta fue suficiente. Había logrado su objetivo. Nela estaba comprometida con la causa rebelde, o al menos, eso era lo que creía. Sonrió con satisfacción, convencido de que la reunión de esta noche sellaría su destino. Y cuando los Melah fueran delatados, Nela se hundiría con ellos. Dio media vuelta y se marchó sin decir una palabra más, dejándola sola en medio del bullicio del mercado.
Mientras Celdrin se alejaba, confiado en su éxito, Nela observaba su figura desaparecer entre la multitud. A pesar de lo que había dicho, su mente no estaba en la rebelión. Había decidido que haría lo necesario para proteger a Tobías. Aunque su relación con él era compleja, había algo en ella que le impedía traicionarlo. No era por una de gratitud, o porque la había sacado de la pobreza, se trataba de amor, amor por imposible que fuera.
Nel, había decidido entregar a los Melah. Si esa reunión tenía un lugar, Tobías sería el primero en enterarse. Así podría limpiar su nombre de cualquier sospecha en su contra. Si lograba detener la rebelión antes de que se consolidara no sólo salvaría a Tobías, sino también su propia vida. Pero era consciente que su camino por esa línea era arriesgado. Si la descubrían no habría vuelta atrás.
El sol comenzó a bajar en el horizonte, y el día se tornó en un crepúsculo cargado de tensión. Las luces del mercado comenzaron a encenderse, pero Nela sentía el peso de la noche sobre ella. La reunión sería el punto de no retorno. Todo lo que estaba en juego: su vida, la de Tobías y la de los Melah iba a colisionar en un solo lugar. Respiró hondo y cerró los ojos por un momento antes de tomar su propio camino.
A lo lejos, Celdrin ya había desaparecido de su vision, satisfecho por haber cumplido con su misión. Pero no sabía que el plan que tanto él como Rorik habían orquestado no tendría el final que imaginaban, o tal vez sí