Réquiem Por Los Caídos

CAPÍTULO 6- Control.

No sabía si había dormido o si solo había cerrado los ojos unas horas, esperando que el mundo se reiniciara por sí solo.

La luz entraba por la persiana mal cerrada, proyectando rayas en la pared como si alguien hubiese rayado la habitación durante la noche. Me dolía la cabeza. No físicamente, sino en ese punto justo entre las cejas donde se enroscan los pensamientos cuando no paran de dar vueltas y los míos llevaban toda la noche bailando con Lucien.

Él entrando por mi ventana como si estuviéramos en una película barata, diciéndome cosas que solo alguien completamente ido diría, pero que yo sabía que era verdad.
Y sin embargo... había algo en su mirada. Algo que me hizo dudar.

Me vestí con el uniforme sin pensar mucho. La falda me quedaba torcida y no me molesté en arreglarla. Cuando bajé, Lilith estaba en la cocina como si no hubiera habido un incendio en mi habitación hace unas noches. Como si no hubiera un tipo que se volvió fuego en nuestro jardín o chicos misteriosos apareciendo en coches a recogerme. Todo muy normal.

No le hablé, ella tampoco.

Sienna no pudo recogerme y el camino al colegio se me hizo eterno. El mundo se sentía... desfasado. Como si estuviera dos segundos por detrás del resto.

Todo el mundo hablaba de cosas normales: exámenes, universidades, becas. Yo solo pensaba en demonios, fuego y chicos que claramente no eran lo que decían ser.
En clase, traté de escuchar. El profesor de Literatura repasaba posibles universidades y nos hablaba del futuro como si fuera un PowerPoint aburrido.

—Ya deberíais tener más o menos claro qué queréis estudiar. A estas alturas... —dijo, con esa sonrisa de adulto que cree que tiene todo controlado.

Yo no tenía claro ni si seguía siendo yo.

La cafetería olía a queso recalentado y a rutina. Había risas, voces, y algún grito lejano del equipo de baloncesto, como todos los días, pero yo sentía que todo me pasaba por encima. Tenía la bandeja delante, pero no había tocado nada más que con el tenedor, y ni siquiera con intención. Solo empujaba la pasta como si esperara que hiciera algo interesante.

—No me estás escuchando —dijo Sienna, cruzada de brazos, con la mirada clavada en mí como si fuera una profesora pillando a un alumno copiando.

—Sí que te escucho.

—Estás muy callada. —apuntó mientras garabateaba en su cuaderno—. ¿Pasó algo con Rylan? No me has contado nada.

Suspiré, dejé el tenedor y me eché hacia atrás en el asiento. Sentía la cabeza como si me la hubieran exprimido toda la noche. No le había dicho nada sobre ser una posible Nefilim y mis "clases" con Jael, tampoco era algo de lo que quisiera hablar en este momento. No hasta que sepa que es algo seguro y que pueda tener bajo control.
—Vale —le dije, bajando un poco la voz—. Tengo que contarte algo.

Y no era mentira, había algo que sí o sí, necesitaba contarle.
Sienna alzó una ceja, en plan "ahora sí me interesa".

—Anoche —dije— Lucien entró por mi ventana.

Ella parpadeó. —¿Cómo que entró por tu ventana? ¿Tipo película romántica o tipo psicópata?

—No lo sé, la línea está muy difusa últimamente.

Le conté todo. Cómo estaba en mi habitación, a punto de irme a dormir y de repente apareció él, como si fuera normal eso de aparecerse en casas ajenas por la noche. Me habló como si llevara años con una doble vida, diciéndome que yo no soy... humana. Que hay cosas —cosas que ni siquiera se atrevió a nombrar— que van detrás de gente como yo. Que tengo que cuidarme. Que la chica a la que había visto en la fiesta y por la que se fue, está metida en eso y que me entregaría en cuanto me viera.

—¿Y tú qué le dijiste? —preguntó Sienna, mirándome con una mezcla de susto y fascinación.
—¿Qué crees? Me reí en su cara. Le dije que estaba sonando como un lunático y que, si venía a lanzarme advertencias crípticas sin pruebas, podía volver por donde había venido. Le pedí que se fuera.

Sienna abrió la boca para responder, pero no dije nada. Solo le devolví la mirada. Sabía lo que estaba pensando.
—Sí, lo sé —dije antes de que pudiera hablar—. Todo lo que dijo tenía sentido. Demasiado sentido. Y eso es lo que más me jode. Porque una parte de mí quiere creerle. Pero otra... otra no se fía. No de lo que me dice, sino que siento que no sé quién es en realidad. Y cuanto más habla, más claro tengo que no es el chico que conocimos el año pasado.

—Tú ya sospechabas que había algo raro.

—Sí. Pero una cosa es sospechar que le gusta otra chica y otra es tenerlo en tu cuarto diciéndote que podrías morir si no tienes cuidado.

Ella se quedó callada un segundo, y luego asintió despacio. No intentó darme una solución, solo puso su mano encima de la mía.

—Rylan dijo que te ayudaría —dijo, volviendo a su comida— a lo mejor él puede confirmar o negar lo que dijo Lucien, ¿Él no te ha contado nada todavía?

—Sí... más o menos. Lo vi dos veces —intenté restarle importancia para que no se enojara por no contarle— Siento habértelo contado, es que toda la situación con Lucien y lo que pasó con la habitación me dejó un poco perdida.

—Vale —alzó una ceja, estaba intentando descifrar mis palabras— entiendo, pero tienes que contarme las cosas cielo, si te lo guardas todo para ti sola, terminarás explotando. ¿Te recuerdo tu época depresiva a los 14?

No hacía falta que me lo recordaran, no es como que lo pueda olvidar. El haber crecido con el peso de unos padres muertos a los que no conocí, terminó pasándome factura. No digo que mi tía no me haya querido, siempre estuvo para cuidarme, quererme y darme todo aquello que yo quería. Pero nunca fue lo mismo. Ver a mis compañeros con sus padres, haciendo cosas que yo nunca podría hacer, me hacía sentir de la peor manera. Empezó como un sentimiento triste de vez en cuando y terminó conmigo aislándome en mi habitación. Ahora lo veo como algo un poco tonto, exagerado, pero no se puede culpar a una niña por llorar por lo que nunca tuvo.




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