Requiem por mi mano ausente

Agradecimientos

Agradecimientos

 

 

 

 

Réquiem por mi mano ausente nació de un relato. Por aquel entonces ni siquiera se titulaba así. La historia estuvo años guardada y fue creciendo hasta convertirse en la novela que tienen entre sus manos.

Una persona fundamental en este libro ha sido José Luis Serrano, entrañable amigo y compañero de letras. He tenido el privilegio de trabajar con él, capítulo a capítulo, durante el desarrollo de la historia, y no habría sido la misma sin su cariño, compromiso y entrega. Puso a mi servicio sus conocimientos musicales y su buen hacer como escritor. Frases con las que se describe la técnica musical son suyas, me las regaló con una generosidad infinita. Me presentó a un nuevo personaje: Didier Dubois, que está inspirado en él. Los dos artículos periodísticos que se incluyen en la novela, firmados por Didier Dubois, están escritos íntegramente por su mano. Al final de la novela, él mismo os cuenta su incursión por las páginas de esta historia.

Gracias, José Luis, por tu asesoramiento, por dedicarme tu tiempo, por tus brillantes ideas, por tu tesón y paciencia. Ha sido un honor trabajar contigo.

Son muchas las personas que han colaborado de una forma u otra en la creación de esta novela. Deseo mencionar agradecida, en primer lugar, a Angie Sánchez, mi editora, así como a todo el equipo de Entre Libros Editorial,por su entusiasmo, por creer en mí y apostar por esta nueva historia.

A Carmen Cantarín que, desde Los Ángeles, me envió la nana con la que Patterson se rencuentra con su piano.

A Santiago Antúnez, por cuyas venas circula el teatro en todas sus expresiones.

Mónica Elena Martín Matías y Luis Enrique García Muñoz, ambos músicos, que han cuidado de que llame a cada cosa por su nombre.

María G. Vicent, escritora y compañera de vida, me acompañó en muchos capítulos de la historia. Gracias a ella pude recuperar más de la mitad de las páginas del manuscrito cuando misteriosamente desapareció de mi ordenador.

Es una alegría mencionar a Carmen Sánchez, Maísa García y Rosa María Rubio. Aprendimos a leer y a escribir juntas y ahora han sido mis primeras lectoras del borrador del manuscrito.

Sigue creciendo la deuda, impagable, que tengo con Gonzalo Moure que, una vez más, me proporcionó su conocimiento y experiencia como escritor para ayudarme a pulir la historia con acertadas reflexiones y consejos.

Gracias infinitas a Mayte Guerrero quien, sacando tiempo de donde no lo tiene, realizó una lectura profesional e hizo un análisis minucioso de la novela.

Mi gratitud a Rosa Marina González-Quevedo y Félix Páramo, amigos escritores de León que se implicaron en la lectura y valoración del manuscrito. Así como Manuel J. Alonso y Elena Robles, lectores irredimibles y compañeros de la Tertulia Literaria del Patio del Quindós.

Agradecida a Benito de Celis, quien aplicando sus modos de investigador, desde Puebla —México—, hizo un exhaustivo informe crítico.

Gracias también a Fernando Arroyo, cuya paciencia puse a prueba al dejarle leer el primer borrador cuando solo iba por la mitad.

Sería injusto no mencionar a mi familia, que son el verdadero motor de mi vida. Nunca me falta su apoyo y entusiasmo.

No quisiera terminar este capítulo de agradecimientos sin hacer una referencia a los autores de artículos, novelas y reportajes periodísticos que he utilizado como base documental.

Y, por último, a los dos músicos desconocidos que tuve el privilegio de escuchar en una noche mágica en un cafetín de Montmartre. Sin ellos saberlo, son los responsables de que naciera esta historia.

Y gracias infinitas a ustedes por su lectura. Espero que la disfruten.




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