Reservado

Capítulo 22

Por fin ya es viernes. Ya estoy totalmente preparada para ir a clase, en cuanto termine de recoger todas las cosas del desayuno junto con Eve y mi madre.

  • ¿Hoy cantas por la noche? – me pregunta Eve mientras pone el lavavajillas.
  • Si, aunque todavía no he pensado qué canción – verdaderamente he estado aparcando la música más de lo que me gustaría y eso tiene que cambiar –. ¿Alguna sugerencia?
  • Estoy segura de que a lo largo del día se te ocurrirá algo – dice mi madre con una gran sonrisa.
  • ¿Qué te pasa hoy? – le pregunto con el ceño fruncido –. Estás demasiado feliz.
  • Hay días que una se levanta muy bien y no tiene que haber un porqué.

Miro a Eve buscando la información que sé de sobra que se está guardando y ella me contesta encogiéndose de hombros igual de perdida que yo.

  • ¿Hoy me llevas tú al cole? – pregunta Violet sentada en la encimera moviendo los pies que le cuelgan.
  • Claro que sí.
  • No hace falta que Henry te dé un besito a escondidas – dice Violet inocentemente, pero tanto su madre como la mía se dan la vuelta de repente con cara de sorpresa y alegría mezcladas –. Yo le doy besos a mis amigos y no es malo.
  • Ve a por la mochila y nos vamos – le ordeno y ella muy dispuesta me obedece abandonando la cocina.
  • ¿Besitos? – pregunta ambas a la vez acercándose a mi posición.
  • No es lo …
  • ¿Estáis ya listas? – Henry entra muy ajeno a todo, hasta que ve a las dos como buitres sobre mí y mi cara de pánico. Solo con una mirada parece entender lo que ocurre y parece querer huir, pero yo no me trago esto sola.
  • Llegó el rey de Roma – exclama mi madre acercándose para atraerlo a el pequeño interrogatorio que han formado. Agarrándolo del brazo se colocan a mi lado –. ¿Algo que queráis compartir?
  • Ehh, no – aclaro separándome –. Y de hecho nos vamos que no quiero llegar tarde.
  • A tu madre no le puedes mentir – afirma con cara altanera –. Además, que a mí me llega información por otro lado, es inútil ocultarme nada.
  • Será cabrón – exclamo un poco cabreada.
  • Yo ya lo sé todo, así que podéis iros tranquilos – mi madre suelta a Henry que parece volver a respirar y se vuelve a dirigir a su actividad. Henry comienza a andar hacia la salida y cuando decido seguirlo, Eve me agarra del brazo.
  • Va todo bien entre ustedes ¿no? – me pregunta susurrando para que solo nosotras lo oigamos –. No te sientes incómoda ni nada ¿no?
  • Esta vez nada es lo mismo Eve – digo con honestidad –. Con él me siento bien.
  • Menos mal – antes de volver a lo suyo, me da un abrazo reconfortante.

Ahora sí salgo de la cocina donde me esperan Henry y Violet cogidos de la mano.

  • Violet – la llamo cogiéndola en brazos mientras vamos al aparcamiento –. No le digas estas cosas a nuestras madres que son dos reinas del drama.
  • ¿He hecho algo malo? – pregunta un poco culpable.
  • Claro que no – aclaro dándole un beso en la mejilla –. Pero estas cosas son mejor que queden entre nosotros.

Ya montados en el coche vamos de camino al cole de Violet acompañados de sus canciones favoritas que cantamos a pleno pulmón mientras Henry nos mira riéndose. Cuando llegamos a nuestro destino, la acompaño a la puerta y vuelvo a ocupar mi puesto.

  • ¿Ahora ya puedo? – pregunta Henry ansioso.
  • Hm, digamos que si – digo girando mi cuerpo para quedar frente a él.
  • Eres de lo que no hay – con una mano sobre mi cuello, recorta toda distancia en un beso profundo –. No me gusta que tengamos que estar escondiéndonos como niños de quince años que están haciendo algo mal.
  • Lo sé – retomo el camino a la universidad poniéndome el cinturón –. Pero ya has visto cómo se ponen, parecen niñas chicas.
  • Yo solo espero que tu padre no lo sepa porque ahí sí que muero – dice con honestidad en su voz.
  • Mira, me da exactamente igual lo que diga mi padre y más después de lo que pasó en la barbacoa – afirmo con la punzada de dolor que me cruza al recordarlo –. Una persona que solo se interesa por mí de palabra, pero que después pone a otra por encima de su hija, no tiene derecho a elegir ni a opinar sobre mi vida.
  • Admito que lo de la barbacoa estuvo tremendamente mal, pero tengo la sensación de que hay una explicación para su comportamiento – dice muy seguro de sí mismo –. ¿Sabes qué fue lo primero que dijo cuando os puso como ayudantes a vosotras tres? Dijo que a ninguno se nos ocurriese en lo más mínimo tocaros o haceros daño a cualquiera de vosotras. Fue por eso que se quedó tan cortado cuando contaste lo de Winston y desde entonces lo tiene puteado en el equipo.
  • Eso lo hace para marcar territorio como los perros. Además, ¿de qué me sirve todo eso si después conmigo no es así? – pregunto sorprendida y dolida a partes iguales.
  • Nada entre vosotros va a cambiar hasta que habléis y te cuente todo – aclara poniendo una mano sobre la mía en la palanca de cambios.
  • Y eso ya no depende de mí. Eso sí te lo digo, ni se te ocurra tenerle miedo.
  • Un poco de respeto sí que me da – admite mientras vamos llegando al aparcamiento.
  • Pero él no decide lo que hago con mi vida así que no te dejes influenciar por cualquier mierda que te diga – digo ya encarándole una vez estamos aparcados –. Me da igual si te dice que me dejes o tonterías de esas, yo soy la que elige sobre mi vida ¿estamos?
  • Y por eso me gustas – nuestras bocas vuelven a unirse como dos imanes que no pueden evitarlo.




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