La mañana siguiente amanecí con mejor humor del que había tenido estos últimos días, hoy me sentía mejor, la llamada de ayer con mis amigas y el saber que en tan solo dos días me operaban, me hacía estar más tranquila.
Pensaba que al salir de allí me quitaría un gran peso de encima, no se exactamente por qué pensaba eso, quizás era porque por lo menos prodiga volver a las clases, me gustaba aprender y si encima veía a gente con la que conectaba muy bien, tendría ese tiempo para desconectar de lo que había pasado, pero iba a ser muy complicado, según decían los médicos, Eric no mejoraba así que no tenían demasiadas esperanzas en que despertara pronto y yo casa minuto que pasaba lo echaba más de menos.
Eran las diez menos cuarto de la mañana, me apetecía algo dulce así que bajé a la cafetería, durante el camino me fijé por si me cruzaba con el chico de ayer, Ethan pero no lo vi o por lo menos hasta que llegué a la cola.
Estaba detrás de mí y me saludo educadamente.
— Hola Ethan — le devolví el saludo — Que tal el día — pregunte
— Teniendo en cuenta que son todavía las diez de la mañana bastante bien — me regaló una leve sonrisa — Preguntaría que tal estás tú, pero te veo bastante bien — soltó en un tono vacilón.
— Para ser sincera es la única noche que he dormido bien desde que estoy aquí — le contesté y después me di la vuelta para pedir porque ya había llegado mi turno — Buenos días, podría ponerme un café cortado y un cruasán de chocolate — pedí a la chica que me atendía al otro lado de la barra, no parecía muy mayor, debía tener treinta años como mucho.
— Buenos días, enseguida te lo pongo — me sonrió amablemente y se dispuso a preparar el café.
— Café cortado, como puedes tomar eso — puso cara de asco Ethan.
El café cortado es lo mejor que ahí y si es con caramelo o con una onza de chocolate todavía está más bueno, deberías probarlo así — contesté orgullosa de haber probado el café con un trozito de chocolate.
— Lo siento pero eso no va a pasar, cualquier cosa que lleve café no me gusta, excepto el tiramisú, Eos si que está bueno — contestó Ethan negando se a probar alguna vez el café de aquella manera que le propuse.
— Lo que tú digas — le di la razón como si le estuviera hablando a una pared y cogí la bandeja con mi desayuno ya servido para dirigirme a la misma mesa en la que comí ayer y casi todos estos últimos trece días.
Cuando su bandeja estuvo preparada, la cogió y se sentó en frente mia tal y como hizo el día anterior.
— Enserio, te quejas de mi café y te pides un donut Red Velvet — me quejé — La tarta Red Velvet es demasiado empalagosa — repliqué.
— Yo soy más de dulce y tu bueno, de una bebida sin alegría alguna tan amarga que hace que estés de malhumor fíjate lo que te digo —
Como que sin alegría si el café es lo único que hace mis días más amenos, lo bien que se está en la cama mientras llueve con un buen libro mientras te tomas tu café calentito con con Carmelo y nata, y ya si tu madre te ha preparado esas galletas de chocolate con mermelada de fresa en forma de muñeco de nieve, entonces solo querés que ese momento sea eterno.
Pensar en eso me llevo a recordar en todo lo que habíamos planeado hacer Eric y yo estás navidades...
— Andrea — levantó un poco la voz Ethan — Veo que te quedas mirando a la nada en bastantes ocasiones, quizás demasiadas.
— Por lo menos yo no me pongo la ropa al revés — me burlé cuando me di cuenta que a su suéter rojo granate se le veían las costuras y por supuesto la etiqueta.
Ethan se miró alarmado, se quitó el suéter para darle la vuelta dejando ver qué debajo llevaba aún el pijama.
— De verdad llevas el pijama — me reí mientras señalaba el pijama azul con ositos del hospital — No serás tu el payaso del hospital, ¿no? — continuaba riéndome de aquella situación —
— Ja ja, que graciosa eres — soltó en un tono sarcástico y rodó los ojos mientras negaba con la cabeza, yo lo ignoré y di un gran sorbo de café, aún se podía ver humo saliendo de la taza — Bueno por lo menos no estás amargada como ese café —
— Otra vez con el café, por mucho que insistas no vas a tener razón con eso de que está malo, el que tiene mal gusto aquí este tu y no yo — le sonreí con superioridad y seguí a lo mío hasta que abrió de nuevo la boca.
— Oye me vas ha decir por qué estás aquí, o si te vas a quedar mucho tiempo — preguntó algo más calmado y tímido.
Apenas le conocía así que no le iba a dar muchos detalles.
— Tuve un accidente de coche, y en dos días me operan de la pierna asi que no creo que le tenga que quedar mucho más —
— Siento lo del accidente — sonrió mostrándome afecto.
— No te preocupes — si seguía hablando de eso iba a terminar llorando — Y tú, porqué estás aquí? — le pregunté, el al igual que yo iba en silla de ruedas así que supuse que seria algo como lo mío.
— Pues los médicos todavía no saben lo que me pasa, no descartan que pueda ser un pequeño tumor, así que mientras tanto me he tenido que mudar tres veces en lo que llevamos de mes — ni quería parecer cotilla, pero no entendía porque se había mudado tanto si podía ser un tumor así que no me contuve y pregunté.
— Oye no quiero parecer entrometida ni nada, pero si creen que es un tumor porque te has mudado — intente sonar lo más discreta posible para no incomodarle.
— Yo vivia en un pueblo muy pequeño y el hospital más cercano me que quedaba a una hora y cuarenta y cinco minutos, así que nos mudamos a la ciudad por un tiempo. Y como allí mis padres no tenían trabajo, nos mudamos aquí. Y ahora trabajan en la pastelería que dejó mi abuelo en la herencia para mí madre y sus hermanos —
— Tenéis una pastelería, que guay siempre me ha gustado la repostería — contesté entusiasmada — Aún que no debió de ser fácil haber dejado a todos tus amigos atrás.
Recuerdo cuando era pequeña que mis padres siempre tenían que viajar por trabajo y un año nos tuvimos que mudar mas de seis meses y no era nada agradable.
Aunque en este caso la incertidumbre de saber que le pasa debe hacer las cosas más complicadas.
Editado: 07.01.2022