Respira Conmigo

Debbie y Carlos Capítulo 66-70

Capítulo 66Tranquiliza a tu marido 

El gerente del bar se asustó, entonces señaló a los guardaespaldas y le dijo aJeremías en tono de disculpa: —Lo siento, Sr. Han, pero no me atrevería aofender a la persona sentada arriba, incluso si tuviera diez vidas para apostar, metemo que tendrá que dejar que la señorita Nian suba.Al recibir la señal, los guardaespaldas caminaron hacia Jeremías y trataronde obligar a Debbie a alejarse de su amigo, él no era tan bueno en artes marcialescomo ella, además, Debbie estaba ebria. 

Desesperado por encontrar una manerade proteger a su amiga, Jeremías gritó cuando los guardaespaldas se acercaron.—¡Voy a averiguar quién demonios es este hombre!. —Después de eso, tomó lamano de Debbie y comenzó a subir las escaleras.Los demás les abrieron camino. Cuando llegó a la cabina privada de arriba,pateó la puerta para abrirla y gritó: —¿Quién demonios está deteniendo a miamiga? Diablos... ¿Sr... Huo?Con tan sólo ver la cara de Carlos, Jeremías casi se cayó de rodillas por elmiedo, luego se giró para mirar a su amiga borracha que estaba detrás de él, saliócorriendo de la habitación y cerró la puerta de golpe.—¡Jefa, corre! ¡Corre por tu vida! ¡Tu marido está dentro! —Jeremíassusurró con voz temblorosa mientras sus manos sudaban tratando de encontrar elequilibrio. 

En este momento, Debbie estaba demasiado borracha para estar depie, pero el último comentario de su amigo la alertó, miró a Jeremías con losojos bien abiertos y asintió, luego, tomados de la mano, corrieron escaleras abajocomo un par de locos corriendo para salvar sus vidas.Carlos había reconocido quiénes estaban afuera cuando se abrió la puerta dela habitación, también se dio cuenta de que su mujer no estaba completamenteerguida, lo que indicaba que estaba borracha, así que abrió la puerta y salió de lacabina.—¡Deténganlos! —ordenó él en el pasillo.

Sin saber la causa, el gerente rápidamente siguió las órdenes de Carlos y lesdijo a los guardaespaldas que detuvieran a las dos personas que huían.—¡Muévanse! ¡Muévanse! —después de haber agarrado a su amiga por lamuñeca, Jeremías abrió el camino para ella, sin embargo, el bar estaba tan llenoque Debbie no podía correr rápido a pesar de que su físico le permitía hacerlo.Tan pronto como bajaron las escaleras, los guardaespaldas les prohibieron salirde ahí.Pero ella no pudo evitar resistirse, Debbie derribó al primer guardaespaldasque trató de ponerle una mano encima. 

Y luego derribó al segundo, después el tercero... cuando ella iba a derrotar alséptimo, de repente el bar se volvió inquietantemente tranquilo. Debbie tuvo una sensación de nervios cuando un escalofrío le recorrió la espalda; Jeremías, quien estaba de pie frente a ella, vio al hombre que se encontraba a sus espaldas y entonces su rostro se contrajo de miedo. '¿Debo huir por mi vida? Mi amiga essu esposa, tal vez él no la lastime aunque yo la deje sola aquí', dijo Jeremías parasí mismo.Después de derribar al último guardaespaldas en el suelo, Debbie fingió nosentir a la persona que estaba detrás de ella y se dirigió hacia la entrada del bar.

—¡Detente! —la orden venía de una voz seria e indiferente, al escuchar lavoz de su marido, Debbie sintió que su cuerpo se entumecía.Los otros clientes se retiraron de la escena, sobre todo porque todos querían mantener una distancia segura de Carlos, el hombre con la presencia intimidante.—¿Qué debemos hacer? —Debbie le susurró a Jeremías, quien estaba de piea su lado.'Ojalá lo supiera', se lamentó él internamente y luego dijo. —¿Qué tal si yocorro y tú te quedas para tranquilizar a tu esposo? Después de todo eres su mujer,supongo que no será demasiado duro contigo.

 —¡De ninguna manera! ¿Acaso me estás abandonando? —Debbie le pellizcóel brazo a su amigo con fuerza. Jeremías dejó escapar un grito doloroso y saltócon pesar cubriendo el punto pellizcado.—Debbie Nian, este hombre es tu marido, él te perdonarás después de queactúes linda y dulce, créeme todos los hombres son iguales, soy un hombre y losé.'¿Actuar linda y dulce? ¿Yo? Prefiero morirme ahora mismo', maldijo ella ensu interior, Debbie sentía que esto sería lo más difícil que hubiera tenido quehacer en su vida.Mientras los dos susurraban, Carlos bajó las escaleras. —Date prisa, tuesposo está llegando, nuestras vidas dependen de ti ahora, amiga mía —le dijoJeremías a Debbie, tirando de su manga, nervioso como siempre.Ella cerró los ojos, 'Está bien, lo haré por mi amigo y por mí, sólo esta vez,no debe ser demasiado difícil', reflexionó Debbie.

 Después de calmarse, ellalevantó la cabeza y se volvió bruscamente, se arrojó sobre Carlos, hundió la caraen su pecho y dijo: —Sr. Guapo, me siento muy mareada, ¿quién soy? ¿Por quéestoy aquí? ¿Qué es este lugar?Toda la gente los miraba con sorpresa. 'Ugh... ¿esto es lindo o tonto?',Jeremías lloró por dentro, sintiendo que su final estaba cerca. '¿Qué estápasando?', se preguntó Carlos, el aliento alcohólico de su mujer lo hizoestremecerse de asco. Después miró seriamente a Jeremías, quien casi bajó lacabeza al suelo y le preguntó: —¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué ella se estácomportando así?El muchacho no se atrevió a mentirle a Carlos, levantó la vista y le iba ahablar de Bernard, pero cuando miró a su alrededor, notó que este último ya sehabía ido. '¡Mierda!', maldijo Jeremías.

 —Mmm, nada, la Jefa sólo bebió un poco, ¿cierto, Jefa? —él hizo hincapiéen su nombre como una señal para que ella respondiera algo.Captando la indirecta, Debbie asintió de inmediato y dijo: —Sí, sí, yo... ¡ay,mi cabeza, mi cabeza está girando tan rápido! Sr. Guapo, ¿puedes llevarme acasa?Su esposo no se percató de su truco, su rostro permaneció tan sombrío comosiempre, sin embargo, cuando llevó a la mujer en sus brazos, la multitudexclamó conmocionada. —¿Quién es esa mujer? —preguntó un hombre.—¿Alguien sabe por qué el Sr. Huo la está llevando en los brazos? —preguntó otra persona.

Cuando pasó junto a Jeremías, Carlos le dio una patada en las pelotas y ledijo: —¡Cómo te atreves a dejar que beba tanto! ¡Se supone que la estabasvigilando!El muchacho aulló de dolor y soltó un grito: —No pude detenerla... —yluego llegó otra patada, más insoportable que la anterior. —¡Ay! ¡Me detendré!¡Voy a dejar de hablar! Sólo deja de patear... ¡Dios mío! ¡Duele mucho! —mientras Jeremías hablaba, Carlos lo miró con seriedad y el muchacho se quedócallado tan rápido como si hubiera un botón de apagado en su boca que hubiesesido presionado. 'Maldita sea', maldijo Jeremías en su interior, nunca habíaestado en una situación tan humillante, toda la multitud lo miró con lástima. 



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En el texto hay: amor juvenil, amistad

Editado: 22.07.2021

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