Respira (crónicas de la mafia)

Capítulo 2

 

Helena

Cuándo Alex se marchó, sentí un pequeño vacío en mi interior. Tampoco entendía a mi cuerpo el por qué de este comortamiento. Vale, sí, era guapo, pero ¿y qué? Cuándo sus manos tocaron mi cuerpo sentí una sensación extraña, como si para mí fuese normal ese tacto…incluso familiar. Aunque sin duda, lo más raro fue su mirada. Tan intensa…cargada de tantas emociones, parecía que quería decirme todo, pero a la vez nada. Estaba claro qué si le conociera, me acordaría.

Alex Garibaldi…venga Helena, pensé. Pero nada venía a mi cabeza.

Ivy me alejó de mis pensamientos rápidamente.

–– Helena, voy para casa que tengo que ir a buscar unos apuntes para una compañera. No olvides que esta noche tenemos sesión de Vikings, así que larga rápida a Mike y pedimos pizza.

Cierto, hoy tocaba noche de Vikings, esa serie era sagrado para nosotras.

–– Vale, llegaré sobre las siete y media, que antes voy a comprar unas cosas ––le informé.

–– Perfecto.

Mi amiga me mandó un beso por el aire e hice que lo atrapaba. Divertida, me lo estampé en la mejilla.

Ivy y yo, llévabamos viviendo juntas bastantes años y de momento nuestra relación no había tenido altibajos. Me despedí de Ben y de Portia y salí de la facultad con paso rápido. Saqué el móvil y busqué Alex Garibaldi en Facebook, pero no encontré ninguna información.

En fin… podía ser un chico al que no le gustasen las redes sociales. Yo tampoco tenía, pero seguro que por otras razones.

Mi móvil sonó y sonreí al ver quien era.

–– Ciao Helena, ¡no me puedo creer que por fin nos vayamos a ver este fin de semana! –– exclamó Alexia con tono cantarín.

–– Y yo no me puedo creer que nos veamos después de siete años ¿Quiénes venís al final? ––pregunté curiosa.

Benja, Mauro, Marco, Lucía y yo.

–– ¿Marco? Qué vergüenza, la última vez que le vi fue en mi último cumpleaños en Italia y me ignoró después de haberme besado una semana antes.

Ella comenzó a reírse al otro lado de la línea.

–– Eso fue por culpa de… –– no conseguí entender lo que decía, se escuchó entrecortado.

–– ¿Alexia?

–– Sí, perdona, es que te escucho mal. Primero vamos a Nueva York, he visto un bolso de Givenchy que está agotado en toda Italia –– dijo con emoción en sus palabras.

Ambas adorábamos Givenchy, seguramente yo ya tenía el bolso que quería. No solía gastar mucho dinero en ropa, aquí en las afueras de Boston no necesitaba mucho más.

–– Vale, avísame cuándo vengáis hacia aquí. Nos vemos Alexia, un beso enorme.

–– Otro para ti amiga mía. Pronto te estrujaré entre mis pechos.

Corté la llamada negando con la cabeza. Alexia y yo éramos las mejores amigas cuándo vivía en Roma, nuestras familias eran muy cercanas y básicamente crecimos juntas.

Caminé hacia la librería más cercana en busca de un nuevo libro, me quedaba poco para terminar el que leía actualmente. Pero por mucho que ojease no había nada que llamase mi atención. En mi tiempo libre, el poco que tenía, antes de meterme en cama me gustaba desconectar un poco y enfrascarme en historias fantásticas, o en romances que hacían que mi mente se evadiera. Así nunca me acostaría pensando en anatomía, enfermedades, cirujías y demás temas del mundo del estudiante de medicina. Como no encontaba nada decidí irme para casa, seguramente Ivy ya estuviera allí y así podíamos charlar un poco.

Tan pronto salí de la librería mi mente volvió a pensar en el apellido Garibaldi…seguía intentándolo, pero nada, no me sonaba de nada. Me resultó curioso como los ojos de Alex me hicieron sentir algo…mi madre siempre me decía que los ojos eran el reflejo del alma, y ese muchacho tenía unos ojos demasiado intensos.

Al llegar a mi edificio me dije a mi misma que debía dejar aquí fuera mis dudas sobre Alex, si le conocía ya me daría cuenta. Busqué las llaves en mi bolso y abrí la puerta de la calle, subí con buen paso las escaleras hasta la segunda planta y abrí la puerta de mi casa.

 

–– ¡Cariño, ya estoy aquí! –– exclamé al entrar. Era típico entre nosotras decirnos cosas así al llegar y marchar de casa.

Escuché un ruído sordo procedente de la zona de las habitaciones y enseguida mis instintos entraron en alerta.

–– ¿Ivy? –– la llamé sin obtener respuesta.

Dejé el bolso con los libros en el suelo y fui hacia el mueble del televisor sin hacer ruido. Metí la mano debajo del primer estante y despegué la cinta americana. Una nueve milímetros cayó en mi mano. Con sigilo fui hacia la habitación de Ivy que era donde había escuchado el sonido, abrí la puerta con rapidez. Enseguida escondí el arma detrás de mi espalda.



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En el texto hay: amor puro, drama y tragedia, romance

Editado: 17.05.2018

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