Respira (crónicas de la mafia)

Capítulo 4

Helena

 

Al llegar a Millenium con Ivy, Ben y Portia, nos sentamos en nuestro sofá de siempre. Era un local no muy grande pero que sin embargo gustaba a todo el mundo. La música era tranquila y para empezar la noche estaba bien, pero hoy no me apetecía beber. Así estaba descansada para mañana.

–– Qué ganas de que sea mañana àra que nos presentes a tus amigos, Helena. Nunca he estado con ningún italiano. Quiero decirle “ciao bello” cuando se despierte y lo eche a patadas de mi cama –– dijo Ivy riendo.

­­–– ¡Tú si que sabes Ivy! ––exclamó Ben mientras chocaba los cinco con ella.

–– Oye, tampoco quiero quedarme sin mis amigos, no los asustéis. Además no sé si tienen novia –– la verdad es que esperaba enterarme de los cotilleos de Roma mediante ellos.

Sentí un cosquilleo en el pelo y me giré para ver a Mike sonriéndome y rozándome con su nariz.

–– Hola bella –– siempre con su apelativo cariñoso.–– Llego tarde. John se quedó dormido.

Miré el reloj del teléfono, eran las once y media y Alex no se había presentado todavía. Tampoco me contestó al mensaje, así que supongo que no vendrá. Es una pena, quería que se sintiera a gusto con nosotros.

–– ¿Una copa? –– me preguntó Mike.

–– No, esta noche no. Prefiero reservarme para mañana –– dije sonriendo.

–– ¿Me los presentarás?

–– Claro, te van a encantar. Nos conocemos desde primero de primaria.

–– Si a ti te caen bien, seguro que sí –– me guiñó un ojo y caminó hacia la barra.

Portia y Ben no pararon de preguntarme cuando vendría Alex, pero ya les había dicho que no respondió al mensaje. Me arrepentí de haberles contado nuestro breve encuentro. Estaba claro que Alex pasaba de nosotros.

Decidí ir al baño antes de que la cola para entrar fuera kilométrica.

–– Chicos, me voy al baño. Ahora vuelvo.

Me marché hacia el baño, por algún milagro no tuve que hacer cola. Tan pronto salí del baño, me di cuenta que tenía papel higuiénico pegado a mi zapato. Lo quité con el otro pie y al levantar la vista choqué con una persona. Alex.

–– Tenemos que dejar de encontrarnos así –– dijo con una sonrisa preciosa.

Sonrío tímidamente.

–– Debería llevar un espejo retrovisor o algo parecido antes de doblar una esquina o salir de algún sitio –– añadí a modo de broma.

Alex sonrió de lado y automáticamente me pareció la sonrisa más sexy que había visto en toda mi vida.

–– ¿Te vienes a la azotea? Me han dicho que tienen una zona chill out con sofás y música más baja –– preguntó mientras me miraba de reojo.

Debería avisar a los chicos y a Mike, pero por algún motivo, no lo hago.

Subimos las escaleras en silencio y una brisa fría nos recibió cuando llegamos a la azotea. Solo hay cinco personas fumando y hablando, pero Alex se acerca a la barandilla lejos de ellas.

–– No está mal este lugar. Es tranquilo, pero tiene su punto –– dijo mirándome fijamente.

–– Para estar relajado está bien. En mi primer año de universidad pasé demasiado tiempo aquí –– comenté.

–– ¿Ah si? No sé porque te veo más de discoteca y bailando toda la noche.

Levanté una ceja y sonreí.

–– Antes iba mucho a una discoteca en Roma, bailaba hasta la hora de cerrar con mi mejor amiga. Era un local de su familia y podíamos estar hasta tarde.

Alex se acercó más a mí. Levantándo la vista hacia el horizonte.

–– ¿Qué eres, de Roma? –– preguntó.

–– Sí, nacida y criada hasta los diecisiete.

–– ¿Hasta los diecisiete? –– arqueó ambas cejas sorprendido ––. Una edad un poco rara para irte –– dijo mirándome de reojo otra vez.

–– Tenía una vida un poco complicada allí –– respondí mirando hacia el cielo.



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En el texto hay: amor puro, drama y tragedia, romance

Editado: 17.05.2018

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