Retos en Cuentos

Cuento 1- La Carta

Sr. Flavio Caballero.

Usted no me conoce, pero yo a usted sí. Lo he visto durante unos meses. Se preguntará la razón de esta misiva. Verá, en el verano pasado, iba de camino al trabajo, cuando al detenerme en un semáforo, algo llamó poderosamente mi atención. 

Ella era una hermosa chica adolescente, con una maravillosa tez color perla. Sus mejillas sonrosadas y unos labios rojos, como una fresa madura. Aún cuando no era mujer, se podía notar debajo de su ropa, unos senos grandes y voluptuosos. 

Recuerdo babear, mientras observaba su inocente belleza. Me sentía extasiado, mis manos picaban por tocarla. Ella sin darse cuenta de mí, cruzó la calle pasando por mi frente. El movimiento de sus caderas, era sin duda una invitación a poseerla. 

Después de ese momento, pasé el día pensando en su belleza. Quería olvidarla, desechar mis pensamientos. Pero aunque hice mi mayor esfuerzo, no pude. 

La pasión por ella, me fue consumiendo día a día. Y sin mas nada que hacer, comencé  asecharla. Cada día, era su compañero en camino al colegio. En las tardes la veía hacer sus tareas o compartir con sus amigos. 

Una tarde, compartimos juntos una película, sin ella saberlo. Recuerdo sentarme a su lado. El aroma de su perfume juvenil, inundó mis fosas nasales y mi cuerpo reaccionó a tan maravilloso perfume. Estuve excitado por días, no hubo forma de dejar de desearla después de esa maravillosa noche.

No presté atención a la película, si le soy sincero. Solo pude centrarme, en ella. Su rostro y expresiones a través de las imágenes. Después de esa cita tan exquisita, debía tenerla. Sabía en mí interior, que ella estaba igual de anhelante. 

Así que fui planificando nuestro encuentro, en donde, como dos enamorados, uniriamos nuestras vidas. 

Ese día, esperé a que se quedara sola, como cada tarde. Toque la puerta, ella la abrió y con una hermosa sonrisa me saludó.

No hubo dudas en mí, ella sentía lo mismo que yo, por ella. Esa noche la rapte de su casa. La luna llena, fue el único testigo. Pues ella, tan inocente creyó mi excusa y me acompañó al auto. 

Al llegar al lugar planeado, su rostro ya no era risueño. El temor se podía notar en sus facciones. Hasta su hermoso aroma cambió. Yo estaba confundido, dolido y molesto. Me dejé llevar por mis bajas pasiones y sin darme cuenta, ella dejó de existir. 

Comencé a llorar, desconsolado. Como un niño quien a roto su juguete. Al ver su rostro inerte, su expresión final de miedo. No sé que me poseyó, pero aún estando sin vida, la quise tener. 

No recuerdo muy bien los detalles y tampoco se los voy a contar, esas memorias las atesoraré, toda mi vida. Al final de la noche, me sentí culpable. Actué de forma rápida, antes que el amanecer me descubriera y la enterré. 

No sé preocupe, es un lugar hermoso y cada que puedo, le llevo flores. No sé muy bien para que le escribo, creo que quería compartir mi alegría con otro humano. 

No sé preocupe, su hija y yo estamos bien. Deseo agradecerle por traer al mundo, a una joya tan excepcional. Sin duda, mis días son mejores al saberla toda mía. Espero que usted comprenda la situación, después de todo no se puede huir del amor, ¿Verdad?



#12795 en Otros
#3653 en Relatos cortos

En el texto hay: terror, psicosis, humor amor

Editado: 29.09.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.