Comenzaba a sentirse exhausta. ¿Cuantos meses tenía, haciendo esto? Todo el esfuerzo, levantarse temprano, vestirse bien, sonreír, pagar taxis y nada. Lo peor es que ya casi, no le quedaba dinero.
Si hoy no lo lograba, terminaría pidiendo limosna o peor aceptando casarse por necesidad. ¿Por qué le estaba pasando esto?
Hace unos meses, todo iba bien. Tenía una carrera prometedora, como directora de arte en una de las galerías más importantes de la ciudad. Un novio que la atesoraba y a quien ella amaba. Cuentas pagas, una casa propia y carro.
Entonces un día, en la galería un idiota la quiso tratar como una zorra. Al defenderse, lo había ofendido. El tipo la había hecho despedir ese mismo día. Pues era un importante promotor de arte.
Desde ese momento, había buscado empleo sin ningún éxito. Su novio se había vuelto posesivo y dominante. Más de una vez lo había descubierto levantándole la voz. Y sin más, hace unos días se percató que ya no lo amaba. Justo el día que le había dicho que se mudará con él.
Ella acababa de recibir un aviso de desalojo. Y él sin más le soltó la invitación. Asustada entendió que ya no le gustaba esa relación.
Hoy por fin podría cambiar todo. Su vida volvería a la normalidad, tendría el control. Regresó a su realidad, debía llegar al menos diez minutos antes de la entrevista. Miró el reloj, un escalofrío le recorrió el cuerpo, llegaría tarde si este maldito taxi no comenzaba a moverse.
Pero el Taxi estaba detenido, observó adelante. Y su corazón se detuvo, justo en frente en el rallado. Un niño de unos seis años, hacia malabares con unas pelotas sucias de tennis.
Quedó hipnotizada con aquella imagen. Olvidando lo tarde que llegaría a su próxima entrevista. El niño era hermoso, con el cabello negro, tenía ropas deshilachadas, estaba descalzo y una sonrisa acompañaba su acto.
Ella se sintió triste y desdichada. Había despertado el día de hoy, y todo lo que había hecho hasta el momento, era quejarse de su situación. Mientras ese pequeño desnutrido, tenía la sonrisa más hermosa y radiante que nunca había visto.
Su estómago se cerró, descubrió que su rostro estaba húmedo debido a las lágrimas.
- ¿Está bien, Señorita? - preguntó el conductor del taxi, al ver su estado de consternación.
Ella asintió como pudo, sin apartar la mirada del niño. Quien ya había terminado sus malabares y comenzaba a recoger las limosnas, que a bien le quisieran dar.
Ella se dió cuenta, que era afortunada. Tenía un título universitario, salud y amigos que la apoyaban ante esta mala situación. ¿Quien apoyaba a ese pequeño?
Al acercarse al taxi, ella sacó de su monedero todo lo que tenía. Su pequeña manita se apoyó en la ventana. Con gran sorpresa descubrió, que no solo era muy pequeño sino que no era un chico, sino una niña.
El terror la sucumbió, pues bien conocía las historia de las niñas de la calle. Más desgraciada se sintió. La niña al ver la cantidad de dinero que le había dado, la miró con ternura.
- Muchas gracias, señorita. Con este dinero podré darle de comer a mis hermanitos- dijo la niña emocionada.
Ella no lo soporto más y lloró por la situación de la niña. La entrevista ya no importaba.