Que desgracia estaba harta, ya no soportaba más tener que ir a su trabajo. Desde ese día fatídico, todo se había vuelto un infierno. Lo peor es que no había manera de demostrar el acoso.
Llevaba más de tres meses, siendo acosada por su nuevo jefe. La obligaba a quedarse hasta tarde, a almorzar con él, la encerraba en la oficina y le hacía invitaciones vulgares.
Antes de él, ella amaba ir a su empleo. Llevaba más de diez años en él. Era contadora, en su departamento todos se llevaban muy bien, casi como si fuesen familia. Pero, no todo lo bueno dura para siempre. Un día su antiguo jefe decidió retirarse, después de todo, llevaba más de treinta años en la empresa.
El Sr. Wilson, un hombre bajo y regordete, siempre con una sonrisa. Él había sido su mentor. Al llegar a la empresa recién graduada, la había guiado como un padre amoroso. Ella estaba muy agradecida por toda su dedicación y cariño.
El nuevo llegó unos días antes, de que el Sr. Wilson se retirara. Era un hombre tosco, mal hablado y ordinario, pero el dueño de la empresa lo adoraba. Según, era uno de los mejores en su área.
No es que ella haya tenido oportunidad de averiguarlo. Él solo se había dedicado a menospreciarla y tratarla como zorra. En cada oportunidad solos en la oficina, la intentaba manosear o le decía cosas pervertidas, haciéndole sentir sucia.
Levantarse en la mañana era una pesadilla, ya no disfrutaba ir a su trabajo. Todos los días tenía ataques de pánico, al despertarse, imaginando que este día sí tendría éxito y abusaría de ella.
Había pensado en renunciar, pero el desgraciado la amenazó con acusarla de robo. Así no podría iniciar en otro empleo. Su vida estaba acabada desde el día que su nuevo jefe, entró en su vida.
Al llegar a la oficina encontró todo un revuelo.
-¿Qué está pasando, Susana?- preguntó ansiosa a la recepcionista.
-Hoy vino de visita el hijo del Señor Axel-. Susurró Susana- Según que va a realizar una auditoría.
Caminó temblando a su oficina, quizás hoy por fin se libraria de ese tipo. De pronto sintió pánico y sí la que salía de la empresa era ella, sí ese desgraciado lograba demostrar que, ella era una ladrona.
Iba tan atareada que se tropezó con alguien y cayó en el piso.
-Disculpe, no iba prestando atención -. Dijo sin levantar la vista.
-Me encanta, que uses esas excusas tan absurdas para tocarme -. Dijo el desgraciado, mientras la tomaba por las caderas- Si estás tan desesperada por mi tacto, solo debes pedirlo, nena. Con gusto te voy a complacer.
Sorprendida y sin palabras, se sintió violada. Sus ojos se humedecieron y una lágrima escapó. Él la miró con osadía, muy complacido por su reacción.
-Buenos días -, les sorprendió a ambos el saludo- Sr. Manuel, justo a usted lo estaba buscando -. Declaró Alex, hijo del Sr. Axel.
-Buenos días, Alex. Justo iba en camino a buscarte. Pero me tropecé con Rebeca, la pobre tan despistada, me ha tropezado y se ha caído.
-¡Rebeca! Tiempo si verte, ¿Cómo has estado? -preguntó muy atento Alex.
Ella seguía sin poder hablar. Y ante tanta opresión salió corriendo para llorar en el baño. Sin saber cómo huir de semejante infierno.
-¿Qué le sucede? -preguntó preocupado Alex.
-Ha estado muy ansiosa la pobre, yo intento ayudarla. Pero comienzo a creer que es demasiado trabajo para la pobre mujer -dijo Manuel, desacreditando a Rebeca.
Alex lo observó extrañado, conocía desde hace mucho tiempo a Rebeca y jamás creería que fuese incompetente. Tendría que vigilar de cerca a los dos, porque sin duda, algo raro estaba pasando. Y ahora que él se iba hacer cargo de la empresa, estaría muy atento de todo y todos.