Hoy exactamente hace 7 años 8 meses 10 días y doce horas, que no bebo un solo trago. Y aunque llevo tanto tiempo sin beber, no tengo nada que celebrar.
Nada hay que decir, cuando en el transcurso de mi adicción; perdí una casa, una esposa, dos hijas, un empleo y al menos diez buenos amigos.
No, no queda nada para celebrar. Cuando se ha perdido todo lo que importa. Aunque en mi adicción nada me importaba. Ahora, viéndolo años después, puedo entender cómo lo perdí todo. Mis acciones no tienen perdón por muy arrepentido que me sienta.
Un perdón no devuelve las vidas que quité, ni las miles de lágrimas que hice derramar. No disuelve los rencores que provoque.
Mi arrepentimiento no me sirve ni a mí. No me quita las pesadillas por las noches oscuras y frías. Ni los ataques de pánico cada vez que voy en mi carro.
Las acciones tienen consecuencias y muy tarde lo descubrí. He perdido todo y nada me queda. Sin embargo, perderlo todo fue el comienzo del cambio.
Gané mis años de sobriedad, un padrino que me apoya sin importar la hora. Veinte almas en pena que transitan mí mismo camino. Un empleo, con un nuevo jefe y dos compañeros.
Un apartamento con una habitación, un baño miniatura, una sala- cocina. Los muebles del anterior inquilino.
No ha sido fácil, dejar mi pasado de lado. Pero debo hacerlo, por el bien de otros y mi propio bien.
Hoy cumplo un año de ser libre, después de estar 6 años en prisión. Por homicidio imprudencial, bajo los efectos del alcohol.
En una noche fatídica, donde mi oscuridad logró envolverme. Y dejé de ser yo, para ser alguien más. Capaz de manejar, cuando ni tan siquiera podía caminar.
Ese otro que no le importó, llevarse por el medio a una madre y su pequeño. Ese que no se detuvo, porque ni cuenta se dio que acababa de atropellar a dos almas inocentes.
Y llegó a casa y sin ninguna conciencia, se acostó y durmió cuál niño inocente. Todavía puedo recordar la cara de mi mujer al día siguiente. Cuando con lágrimas en los ojos, me despertó aterrada.
Dos policías en la puerta me buscaban, mientras afuera una grúa se llevaba mi auto. Al salir y mientras me colocaban esposas, sin entender qué pasaba. Pude ver el parabrisas de mi auto destrozado y lleno de sangre.
Jamás pude olvidar el sentimiento de pánico que me invadió. Y hasta el día de hoy puedo asegurar, que no recuerdo ese preciso momento, donde sin conciencia le robe la vida a dos personas. Que digo dos, podría asegurar que fueron más de diez.
Pero qué sabré yo, si durante el juicio decidí mantenerme lejos de mí. Pues no tenían el valor de aceptar mis actos.
Para ese momento, mi esposa ya no me hablaba. Mis hijas no me podían ver sin mirarme con asco.
Pero fue hace 6 años, 8 meses, 23 días y 3 horas, cuando en medio de mis sueños, vi claramente el momento exacto en que dejé que el licor, acabará con todos mis sueños y proyectos.
Entonces, podría decir con exactitud qué aunque tengo 7 años sobrio. Fue esa noche al despertar, que reconocí mis actos y entonces decidí, hacerme responsable.
No hay manera de arreglar mi error, ni existe disculpa alguna que sane tanto dolor. Solo me queda vivir con las consecuencias de mis actos en esta perenne agonía.