Tara...
Tenemos miles de idiomas en el mundo, muchas maneras de comunicarnos, pero el lenguaje mas infinito que nunca cambia, es la sonrisa, siempre sera en el mismo idioma y transmitirá ese sentimientos de felicidad y ante eso, nadie puede refutar.
Aquella canción seguía resonando en toda mi habitación y posiblemente en el resto de mi casa o quizás, hasta en todo Julián.
No me culpen, este lugar en muy pequeño y yo amo demasiado la música, aunque siento que decir demasiado quedaría muy chico. Comencé a bailar por toda mi habitación, las paredes rosadas con pequeños marcos blancos adornaban mi lugar favorito en mi morada, comencé a encender y apagar el interruptor de la luz, claramente sin dejar de cantar.
Al menos puedo asegurar que mis vecinos están teniendo un buen mini concierto mañanero, aunque ya deben estar aburridos de escuchar como 20 veces la misma canción, pero que se aguanten, peores cosas podrían escuchar.
En ese momento ligeramente escuche pequeños toques en la puerta de mi habitación, baje ligeramente el volumen de los parlantes, seguí bailando mientras observaba a mi hermano frotándose los ojos, creo que lo desperté.
—Buenos días, sapo—Le saludé sonriendo como niña pequeña, él me observo cruzando los brazos fingiendo molestia.
—Amo tu voz en serio, pero aún son las 7:00 am y hoy es viernes brujita, tenía sueño, sabes que mi sueño es delicado y tú lo estabas interrumpiendo—Se quejó el sapo, así suelo decirle a mi hermano mayor, al cual adoro con todo mi ser.
—Perdón—Dije sonriendo, mientras hacía puchero, ese era la única forma en la que el enojo se le puede calmar. —Dios, así no puedo seguir regañándote, sabes que te adoro ¿verdad?, ven aquí—Indico extendiendo sus brazos, sin pensarlo lo abrace, el depósito un suave beso en mi mejilla desordenando mi cabello. Tenía que malograr este momento con ese gesto.
— ¡Rafael!—Me queje alejándome de su lado, intentando peinar mi cabello con mis manos.
—No es para tanto, aparte ese cabello dejo de serlo hace mucho, más que cabello parece una jungla—Dijo entre risas, lo observe ofendida alejándolo de mí—Es broma, no te enojes Tara—Dijo intentando abrazarme, trate de forcejear, pero como siempre caí ante sus ocurrencias.
—No estén iniciando un romance indecente desde temprano, que si mi madre pudiera verlos, creería que sus hijos están simulando una escena de incesto —Ambos giramos la mirada molesta pero sin dejar de abrazarnos.
—Barbie tus palabras desubicadas, claramente nos ofenden—Dijo mi hermano pasándose de dramático, pero como su hermana favorita que soy. Si lo soy. Solo asentí frunciendo el ceño.
—Me asfixian, como sea tengo que salir—Dijo mi hermana suspirando pesadamente mientras se dirigía a la ducha, claramente tomaría un baño, por supuesto, pero si yo se lo permito.
—Lo siento intento de alta, pero yo llegue primero—Le dije separándome de Rafael, me coloque delante de la puerta de la ducha negando con la cabeza.
—No estoy para tus juegos tontos, retírate—Me dijo tan tajante y amargada como siempre suele ser.
— ¡No!—Exclame extendiendo mis brazos simulando sostener la puerta por los marcos de esta, mi hermana viro los ojos frunciendo el ceño. — ¿Te han dicho que cuando frunces el ceño y me observas con esos aires asesinos te ves más fea de lo normal?—Le pregunte con sarcasmo achicando mis ojos.
Lo cual es una gran mentira, creo que mi hermana es la chica más hermosa que he podido ver en mi vida, no creo, así es, pero falta que ella lo comprenda.
— ¡Confirmo!—Exclamo el sapo colocándose a mi lado sin dejar de asentir, imite su gesto aguantando las risas.
— ¡Son insoportables!—Grito mi hermana molesta, demasiado molesta.
—Barbie no te enojes, solo estamos felices desde temprano, deberías sonreír más seguido—Le dijo Rafa intentando abrazarla, ella lo alejo sin éxito, nadie puede resistirse a los abrazos del sapo.—No te enojes bonita, Tara solo intenta hacerte reír, ven aquí—Dijo Rafael, junte mis manos sonriendo, mi hermana evito mi mirada y solo se centró en mi hermano que seguía observándola con esa sonrisa amplia.
Al final término cediendo ante sus palabras, no entendí que tanto se murmuraban, pero ella sonrió ligeramente, él cargo a mi hermana en sus brazos alzándola sin dejar de acariciar su cabello.
—Ven—Me susurro Rafael, me acerqué ligeramente hacia ellos, aunque cuando ella me noto intento alejarme, pero Rafael comenzó a hacernos cosquillas a ambas, haciendo que dejemos nuestras rivalidades tontas, ambas nos observamos cómplices.
—Cuando se observan así, puedo esperar lo peor y... Ay no, ¡espera Abigaíl!—Ambas reímos, comenzó un ataque de cosquillas que ninguno de los tres planeaba perder.
Estoy claramente segura que nuestras risas seguían resonando por toda la casa.
Se preguntarán ¿Desde cuándo somos tan unidos?
Sinceramente no lo sé, posiblemente desde aquel accidente que tuve, quizás desde la muerte de mamá o tal vez fue desde que papá comenzó a trabajar lejos de casa en alguno de esos mini trabajos que logra conseguir un fin de semana de improviso o simplemente desde que prometimos cuidarnos sin quejas ni reclamo, que no importaba lo enojados que podríamos estar o las rivalidades que pudiéramos tener o los insultos y reclamos en distintos idiomas algunos existen o algunos inventados por momentos de risas, siempre debíamos sonreír, sin importar que o cuando, siempre debíamos seguir haciéndolo ese era el único idioma que jamás cambiaría.
El idioma de las sonrisas.
— ¡Regresas temprano!—Grito mi padre desde la cocina.
— ¡Intentaré no llegar después de la medianoche!—Exclamo mi hermana, la observe fingiendo indignación, ella me saco la lengua como una niña pequeña, imite su gesto.
— ¡Abigaíl, no te excedas!—Volvió a regañarla mi padre.