Leo se quedó a mi lado todo el rato, todo estaba oscuro simplemente el brillo de la luna nos alumbraba.
–Gracias por acompañarme y por todo– dije.
–No tienes de que agradecer, siempre que me necesites aquí estaré para ti, así tenga que entrar en una casa en llamas– su comentario me hizo sonreír.
–Te ves muy linda cuando sonríes– dijo e hizo que sintiera vergüenza, alzo su mano y con la punta del dedo toco mi nariz– ,estas toda roja.
Me hizo una mueca y reímos un momento juntos, me gustaba su compañía sabia como aliviarme y me traía paz, aunque el mundo estuviera de cabeza, sin querer cuando reía me incline hacia él. Cuando sus ojos miraron los míos la risa se fue y por más que quise evitarlo no pude no ver sus labios, sin darme cuenta de mi acto mordí mi labio, cuando lo hice fue como si presionara un interruptor en Leo, este se acercó más a mí y paso su mano por mi cintura jalándome hacia él, con su otra mano sujeto mi rostro y con su dedo fue rozando desde mi mejilla hasta mi labio.
–¿Cómo quieres que me resista, si haces eso? –me dijo.
Acto seguido sus labios tocaron los míos suavemente, no pude evitar dejarme llevar, el me gustaba y lo sabía, pase mis manos por su cuello y juguetee con su cabello mientras nuestros labios expresaban todo lo que sentíamos por el otro, aunque el día nos había maltratado en ese momento no nos importó, ese beso no solo arrebato mi preocupación si no que también mi corazón. Nos separamos cuando ya nos faltó la respiración, moría de la vergüenza así que solo me apoyé en su pecho tratando de recuperar el aire, él se arrimó a la pared y ahí nos quedamos juntos, la calidez de su pecho me hizo sentirme segura haciéndome caer dormida.
Cuando desperté, él jugaba con un mechón de mi pelo, su mano la tenía colocada en mi espalda baja, no quería moverme de ahí, podía pasar horas así sin cansarme, pero en algún momento tendría que levantarme, con mi dedo hice círculos en su pecho.
–¿Ya has despertado? – me dijo.
–Si, perdón estaba cansada.
–Tranquila, lo disfrute– sonrió haciéndome avergonzar–Ya llegaron.
Me levante de su pecho para poder ver por la ventana, era cierto venían los dos conversando, parece que los dos ya se llevan mejor, las mejillas de Yarah aún estaban rojas, había estado llorando.
Luego de esa noche, nos quedamos con los hermanos, pero siempre ayudando en lo que podíamos, ellos nos brindaban un hogar y nosotras lo cuidaríamos, Yarah se hizo muy unida con Abel, aunque creían que nadie los veía, me daba cuenta cuando se escapaban en las noches, pero no decía nada porque yo hacía lo mismo con Leo.
Esa noche Yarah salió de la habitación cuando pensaba que estaba dormida, ¿Enserio creía que no me daba cuenta? Es muy ruidosa.
La deje irse y me quede sola en la habitación, me puse a pensar en cada uno de los besos que me di con Leo, cada vez se hacía más intenso y el estar cerca me provoca de una forma que no pensé que fuera posible, pero a veces lo evito, no sé qué pasaría si se enterase que somos brujas ¿Nos traicionaría? No, el Leo que conozco no haría eso, pero aun así el miedo recorría mi cuerpo, mi mente deambulo con muchas preguntas ¿Qué estará haciendo ahorita? ¿Estará dormido? ¿Si Yareli se escaba con Abel porque yo no? Me levante de la cama y agarre una vela para dirigirme en busca de Leo, cuando estaba frente a la puerta de su habitación me pensé las cosas dos veces ¿Qué pensara de mi si lo voy a buscar en su habitación? Así que me regresé por donde vine, cuando me acercaba a mi habitación me sorprendí cuando lo vi frente a mi puerta apunto de golpear.
–No creo que nadie te responda– le dije y el pego un salto.
–¡Diablos! casi me muero del susto– dijo poniendo su mano el pecho y sacándome una risilla.
–Lo siento no era mi intención.
–Se fueron de nuevo, ¿verdad? – dijo acertando.
–Son muy obvios ¿no?
–Demasiado– afirmo.
–¿Y que necesitas? No creo que vinieras a verificar que se hallan ido– le sonreí.
–ehh...y tu ¿Dónde estabas? – dijo
–Fui por un vaso de agua– mentí.
–¿Y el vaso? – volví analizar lo que dije, pero solo rio.
–Te estaba buscando, quería darte algo– dijo.
–Yo también te fui a buscar, tengo que hablar contigo.
–¿Te parece si vamos a mi habitación para estar más tranquilos?
–Está bien– dije y nos dirigimos a su habitación.
Su habitación era muy linda, su cama tenía una cobertura blanca que combinaba con las cortinas que tenía la ventana, alado de esta estaba un pequeño estante en donde había varios libros, él se dirigió hacia ahí y de un pequeño cofre saco un hermoso collar.
–Esto mi padre se la dio a mi madre cuando le confeso su amor– se acercó a mi– ahora quiero dártelo a ti.
Mis ojos se humedecieron y aunque quería ponerme alegre solo sentía que lo estaba traicionando, el no sabía cuál era mi naturaleza, lo he estado engañando todo este tiempo y temía a que después que rechazara.
–No llores, no quiero verte triste– dijo.
–Perdón, no puedo aceptarlo– dije con lágrimas en mis mejillas.
–¿Por qué? ... ¿Acaso no me amas? – dijo con temor.
–No es eso, es que no mereces a alguien que te mienta como yo lo he hecho.
–¿De qué hablas? –pregunto.
No quería decirlo, pero era el momento, no quería perderlo y arriesgaba mi vida y la de Yarah al decírselo, pero el merecía la verdad.
–Soy una bruja– dije sus ojos se abrieron de la sorpresa estaba a punto de decir algo, pero cerré los ojos con miedo a su respuesta.
–¿Quién has creído que soy?
No supe responder a su pregunta, pero no quería mirarlo, me tomo de sorpresa cuando sentí su mano cálida en mi rostro.
–¿Crees que habrá una diferencia en lo que siento por ti después de saber esto? Pues no Heloise, amo cada parte de ti– abrí los ojos de inmediato, no pude evitar llorar, pero el con su mano seco cada una de mis lágrimas.