Revolution, La Primera Nación

04 | Bienvenida

Martes 08 de febrero 2118.

—¿¡Podrías ir más despacio!? —Se queja Parys.

Cepillo su pequeña cabellera pelirroja con el cepillo de cerdas de fibra natural que le ha regalado mi madre hace unos meses por su cumpleaños. Hoy es el gran día que todos temíamos que llegara en algún momento. Me mira por el reflejo del espejo. Su semblante —al igual que el mío— se ve triste.

No me aterra demasiado el hecho que nuestra vida, de cierta forma, este en peligro, si no, que es lo que haremos estando tan lejos de casa. Me aterra más la vida de mis hermanos que la mía. Estando tanto tiempo sin salir a la sociedad es lo que más me aterra. ¿Cómo debería actuar con el resto de los Gholdns? Son pocos los que he conocido en mi vida, tomando en cuenta a mis vecinos.

—¿Ya están listas? —Dice mi madre, entrando a la habitación.

Cierra la puerta detrás de ella y camina hacia nosotras. Toma el cepillo y termina de peinar a Parys, sujetando solo la mitad de su cabello. Me jala del brazo y me pone junto a ella. Nos miramos al espejo y puedo ver lo diferentes que somos físicamente, pero lo parecidas que somos en nuestra personalidad.

Siempre he escuchado a los vecinos murmurando sore por que ninguno de nosotros es lo suficientemente parecido a nuestros padres. Aidan y Flynn son los únicos que tienen más parecido entre ellos, al igual que Parys y yo, aunque es menor. Supongo que por eso todos nos miran extraño, por no ser lo suficientemente parecidos y parecer una familia, pero realmente ¿Quién ha declarado que los miembros de miembros de una familia deben ser físicamente iguales para serlo? Mi madre sonríe mirándonos a través del espejo. Parys y yo tenemos los ánimos por los suelos. Mi madre frota nuestros hombros, intentando animarnos.

—¡Feliz cumpleaños, Amber!

Se gira hacia mí y me da un cálido abrazo. Aun sin muchos ánimos, le devuelvo el gesto. Parys se une al abrazo. De pronto, se abre la puerta y entra papá, Flynn y Aidan, quienes también se nos unen.

—Me están asfixiando —digo, con la voz en un hilo.

Se separan y mis padres nos miran con una gran sonrisa, aunque sus miradas dicen todo lo contrario. Están con los ánimos igual o peor que el de nosotras, lo sé.

—Quédense aquí. Les tenemos una sorpresa —menciona mi padre.

Ambos salen de la habitación y todos nos miramos extrañados por su comentario. ¿No se supone que es mi cumpleaños? No quiero ser grosera, pero la sorpresa debería ser solo para mí. Al cabo de unos minutos, vuelven, con las manos detrás de su espalda.

—Queríamos darles esto antes —comienza a decir mi madre—, pero preferimos que este sería el mejor momento.

Extienden sus brazos hacia nosotros y nos entregan una caja a cada uno. Esta cubierta con un papel color negro, con líneas rectas, formada por tres puntos cada una. Mis padres se miran, cómplices.

Mi padre me mira y hace un ademan con su mano, dando a entender que yo comience a abrir mi obsequio. Rasgo el papel y quito la tapa. Es una hermosa pulsera negra, con tres puntos grabados a un costado, al igual que una 'A', ambos de color plateado.

—Gracias —digo, con la voz en un hilo—, es un bonito detalle.

—Es para que no te sientas sola, en los momentos más difíciles —dice mi madre, dando un casto beso en mi mejilla—. Tiene algunas funciones. No es una simple pulsera.

Frunzo el ceño y mi padre me ayuda a colocar la pulsera en mi muñeca izquierda. Parys comienza a abrir su regalo de la caja, que en su interior contiene un lindo anillo de plata, con un dragón grabado. Mira a mi madre con el ceño fruncido.

—Proyecta una brújula. En caso de que se encuentren perdidos en algún momento —explica mi padre.

Se coloca el anillo en su dedo anular derecho. El siguiente es Flynn, quien saca un cinturón, con una hebilla rectangular de color negro. Con el ceño fruncido y sin decir nada, agradece y se coloca el cinturón. Finalmente, Aidan abre su regalo y recibe un par de gafas, con los lentes de color gris. Se los coloca y comienza a modelar con ellos, haciendo poses extrañas. Todos soltamos una fuerte carcajada.

Suena un fuerte claxon fuera de nuestro edificio. Ya han venido por nosotros. Mis padres nos ayudan a sacar las maletas y acomodarlas en el elevador. Subimos todos y nos quedamos en silencio, mientras miramos como van descendiendo los números conforme vamos bajando de piso. Por fin, llegamos a la planta baja.

Dos hombres se bajan de la gran camioneta que esta estacionada frente a nosotros y ayudan a mis padres a cargar las maletas, así, acomodándolas en la cajuela de la camioneta.

—Supongo que finalmente diremos 'adiós' —dice mi madre, con los ojos cristalizados.

Nos abrazamos todos de nuevo, como hace un rato en nuestra habitación. No puedo evitar que una lagrima comience a rodar sobre mi mejilla. La limpio rápidamente con mi antebrazo. No quiero que me vean así.

—Prometo cuidar muy bien de ellos —digo, con firmeza.

Subimos a la camioneta y por la ventana, miramos a mis padres haciéndose cada vez más pequeños. Suspiro pesadamente y me acomodo mejor en mi asiento. Sujeto la mano de Aidan, que mira con miedo a través de la ventana. Gira su vista hacia mí y le dedico una sonrisa. Quiero que se sienta seguro. «Lo protegeré con mi vida de cualquier peligro. A él, a Parys y Flynn.» Pase lo que pase, nunca los abandonaré.

...

—¡Se les asignara una pequeña placa temporal y después, se les llamara por esta! ¡Partimos en treinta minutos! —grita una chica a través de un altavoz, de aproximadamente treinta y cuatro años, mediana estatura, cabello rubio y ropa formal.

Nos han traído al patio central de la torre Corvus. Aproximadamente, somos diecisiete escuadras reclutadas para ser parte de Virtus. Nos han citado con ropa deportiva de color azul marino —ropa que han mandado a nuestras respectivas casas hace una semana—. Todos esperamos fuera, sentados en el húmedo pasto con nuestro equipaje, bajo los intensos rayos del sol.




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