Cubro mi boca con la palma de mi mano, intentando contener mi agitada respiración. Me tiembla todo el cuerpo al saber que está muy cerca de mí. Apoyando mi espalda sobre el gran tronco del árbol, giro mi cabeza muy despacio, procurando no hacer nada de ruido. Las ramas secas crujiendo se escuchan de pronto detrás de mí. Me detengo. Gotas de sudor comienzan a descender sobre mi rostro.
Contengo la respiración por un par de segundos, puedo sentirlo aún más cerca. Intento mirarlo por el rabillo del ojo y lo único que logro observar es su cola, juguetear con las hojas de los pequeños árboles que hay cerca. Mi corazón se acelera aún más. Exhalo.
—Va hacia detrás de ti —susurra Robert, quien está a unos metros, en un árbol por delante de donde estoy.
Trago saliva fuertemente y giro lentamente mi vista hacia Robert. Su cara esta empapada en sudor y tiene un poco de suciedad en su barbilla y pómulos. Su cabello rizado esta hecho un asco que pareciera que es el nido de alguna de las pocas aves que hay por aquí. El crujir de una rama seca hace un poco de eco en el lugar. De nuevo, dejo de respirar por unos segundos, intentando causar el menor ruido posible. Comienza a incomodarme estar en cuclillas.
Hemos venido a investigar más sobre los Evters, estamos a nada de descubrir información valiosa sobre ellos. Esto podría ser el descubrimiento más grande que hemos hecho en todo este tiempo, pero lamentablemente hemos caminado en vano, pues no encontramos nada de lo que pensábamos.
Siento aire frio vagar por mi cuello y una gran corriente eléctrica recorre todo mi cuerpo. Clavo mi mirada en el suelo y me quedo estática. No puedo moverme, está a escasos centímetros de mí, respirando pesadamente. Mis manos se comienzan a empapar de sudor. Me aferro al tronco, no puedo cambiar de posición ahora. Solo tengo que resistir un poco más.
Levanto mi vista hacia Robert, muy despacio. Ahora, tampoco podre parpadear. Mierda. Decido correr el riesgo. Cualquier mínimo movimiento podría matarme en estos momentos, sé que él podría percatarse incluso del palpitar de mi corazón.
—«Intentare distraerlo. No te muevas.» —dice Robert, asomando ligeramente su cabeza de detrás del árbol donde se encuentra.
Con su mirada, comienza a buscar alrededor algo que pueda servir para distraer al Salvaje. Es la primera vez que estoy a escasos centímetros de uno. No creí sentir tanto terror como en estos momentos.
Con su larga cola, juguetea con mi cabello, causando una extraña sensación en mí interior. Pasa sobre mi coronilla, después a mí frente, descendiendo hasta mi cien, para finalmente, llegar a mí nariz. Siento que el oxígeno en mis pulmones esta por acabarse y mis ojos arden, comenzando a soltar pequeñas lágrimas, que descienden lentamente sobre mis mejillas. Si respiro solo un poco en este momento que esta tan cerca de mí, podría atacarme.
—«¡Vamos, Robert! ¡No tengo todo el maldito tiempo del mundo!» —Intento apresurarlo.
Acelera sus sigilosos movimientos y logra encontrar una gran piedra, que cubre casi toda la palma de su mano. Puedo sentir un ligero momento de alivio al verlo, mientras que él Salvaje sigue a mi lado. Dirijo mi vista lentamente hacia él, quien me examina minuciosamente. Probablemente, por la gran oscuridad no puede verme bien. Si sigo así, sin moverme, podría pensar que soy parte del árbol. Me siento parte del árbol.
Se escucha un fuerte estrépito y mi corazón se acelera momentáneamente. Robert ha lanzado la piedra sobre el vidrio que hemos quitado de la ventana de aquella casa abandonada. Olvidamos ponerlo de nuevo. Mierda, esto podría meternos en problemas.
El Salvaje corre hacia donde se ha originado el ruido y tomo aire rápidamente en cuanto se ha alejado de mí. Mi corazón late con fuerza, debido a la falta de oxígeno. Parpadeo y tallo ligeramente mis ojos. Comenzaban a arder. Me levanto y muevo mis tobillos en pequeños círculos, liberando un poco de la gran tensión que comenzaba a tener en esa parte. Mis piernas estaban a punto a acalambrarse.
Robert corre hacia mí, me toma del antebrazo y me jala consigo, corriendo. Miro hacia atrás y el salvaje parece oler el vidrio. A los segundos, suelta un fuerte rugido. Ya se ha dado cuenta, no hemos logrado engañarlo del todo. Ahora, esta furioso y eso solo empeora la situación.
Me suelto del agarre de Robert y ambos corremos lo más rápido que podemos, abriéndonos paso por sobre los arbustos. Logramos ver un poco por la luz de la luna que se introduce de entre las hojas de los altos árboles. En estos momentos, no podemos ir a cualquiera de las residencias abandonadas que hay aquí, debemos llegar lo antes posible a la nuestra, con los chicos; o Mason y Rebecca podrían descubrir que no estamos ahí. Eso nos metería en muchos más problemas de los que ya tenemos.
—¿Dónde diablos se ha metido? —pregunta, con la voz entrecortada.
Seguimos corriendo. Vemos la gran casa verde por la que hemos pasado hace un par de horas y damos vuelta al llegar a ella. Estamos a poco de llegar a la mitad de camino de la residencia donde están el resto de los chicos. Aun corriendo, me alzo de hombros, respondiendo a su pregunta.
Bajo un poco el ritmo y comienzo a trotar, siento que me falta el aire. Me detengo frente a la entrada de la casa, apoyo mi palma izquierda sobre ella y me inclino hacia delante, intentando recobrar el aliento.