—Está en el comedor —respondo, con la voz entrecortada.
Asiente y sigue su camino.
Ha pasado una semana desde que hemos llegado aquí. Una semana desde lo ocurrido con Daniel y Jared en el desayuno. Una semana en que mis pesadillas han aumentado.
Sueño que me persiguen y no sé exactamente por qué. No logro ver con exactitud los rostros de aquellas personas. Extrañamente, solo logro ver algunas caras.
He soñado con lugares que aún no he visitado, pero que extrañamente conozco a la perfección. Todo esto me da dolores de cabeza. Ya tengo suficiente con ayudar a Jared a investigar sobre la muerte de Logan y su escuadra. Además, también vamos a averiguar qué clase de experimentos realizan. Pensar en todo esto me causa nauseas.
También tengo muy presente que he escuchado en mis pesadillas muchas veces la palabra Evters. No tengo la menor idea de lo que signifique. ¿Será otro nombre que le han dado a los Evlons? No lo sé.
Toda esta semana hemos estado entrenando por nuestra cuenta. La A.C. ha dicho que no todos los reclutados tienen la mejor de las condiciones. No quieren que nadie tenga ventaja sobre el resto. Por ello, cada uno podrá entrenar a su manera, en lo que necesite. Por suerte, mis hermanos y yo ya no lo necesitamos tanto. Agradezco a mi padre por esto. Ahora mismo entiendo que todos esos días no han sido en vano.
He venido a correr por todo el campamento con Jared todos estos días desde muy temprano. Nuestros hermanos se quedan en la capsula. No saben que ayudaré a Jared a investigar sobre lo sucedido en el entrenamiento del año pasado. Es mejor que estén a salvo.
Hoy Jared no ha venido conmigo. Lo han mandado a la cocina a ayudar, como parte de su castigo. Daniel —por suerte— no está con él. No sé qué clase de castigo le han dado.
Continúo corriendo. Son aproximadamente casi las ocho de la mañana. El sol se siente más intenso en cada minuto que pasa. Para ser temprano, hace demasiado calor.
Me he encontrado con Lidia, una chica unos centímetros más alta que yo, de piel ligeramente bronceada y cabello castaño claro. Es de la escuadra número cinco. Extrañamente, la conocí por aquí hace un par de días, cuando ambas corríamos por los alrededores. Al ser muy temprano, había algo de neblina y no podíamos ver muy bien, por lo que chocamos una con la otra.
Sabe demasiado de tecnología. Ha conocido a Flynn y ambos se llevan muy bien. Ambos pasan hablando por mucho tiempo sobre eso. Quisiera tener al menos un poco de sus conocimientos.
—Así que hoy has venido a correr sola, eh.
Me detengo. Ruedo los ojos y doy media vuelta. Me cruzo de brazos.
—¿Qué haces aquí? —digo, lo más sutilmente que me es posible.
—El campamento no es tuyo, Corbett —camina a mi alrededor, con una sonrisa maliciosa en su rostro—. Tengo derecho a estar donde más quiera.
—De acuerdo. En todo caso, me iré.
Doy media vuelta e inicio a trotar.
—No tan rápido.
Daniel se cruza en mi camino, haciendo que me detenga. Se cruza de brazos y me mira fijamente. Aún tiene esa estúpida sonrisa que he comenzado a odiar. Bufo.
—Te he estado buscando como un loco los últimos dos días —confiesa.
Enarco una ceja y me cruzo de brazos. Lo miro con seriedad.
Camina lentamente hacia mí. —Como sabrás, los verdaderos entrenamientos comenzaran y yo…
—Ve al punto —digo, con fastidio—. No tengo demasiado tiempo.
—Por favor, Amber. Aquí tienes todo el tiempo del mundo —manifiesta—. No me vengas con eso.
Suelta una risita burlona.
—Veo que tu humor esta siendo pesimista cada día.
Ríe de nuevo. Dejo caer mis brazos y lo miro con el ceño fruncido. Comienza a fastidiarme su presencia.
—Bien —añade—. Lo que quería decirte es algo que podría beneficiarte.
Ahora su tono de voz tiene un ligero toque de seriedad. Su semblante también ha cambiado.
—Bien, te escucho.
—Se que no me has hecho caso sobre la advertencia que te he dicho de alejarte de Jared y su escuadra —carraspea—. Pero esta es la ultima oportunidad que te doy.
—¿La última qué?
—Oportunidad.
Lo he escuchado claramente, pero pensé que tal vez escuché mal. ¿A qué se refiere con eso? El no es nadie para decidir sobre mí.
—Te buscaba para proponerte una alianza —continua—. Es una oferta única.
—¿Una alianza? —enarco una ceja. No puedo evitar soltar una pequeña carcajada.
Su semblante permanece serio. Parece que esta hablando en serio.
—Si es una oferta única, ¿por qué me la estas ofreciendo? —añado.
—Porque sé que podrías ser tan buena como nosotros.
—¿Nosotros? —entrecierro los ojos.
—Mi escuadra —explica.
—No conozco a tu escuadra —confieso—. Ni siquiera a ti te conozco.