Revolution, La Primera Nación

09 | Heridas

Escucho el fuerte golpetear de la lluvia contra las ventanas. Miro a mi alrededor, analizando donde estoy. Parpadeo rápidamente un par de veces, intentando acostumbrar mis ojos a la luz. Intento mover suavemente uno de mis brazos, pero pesa y duele demasiado. El rechinido de la puerta abriéndose me asusta. Cierro mis ojos y finjo estar dormida.

—Pero ¿qué diablos hicieron?

—Yo le dije a Liam que esto era demasiado.

—Apenas si tienen un par de rasguños —dice, burlonamente—. Estarán bien.

No puedo verlos, pero puedo sentir que están justo al centro de la habitación. Probablemente, me estén mirando fijamente. Quiero abrir ligeramente mis ojos y poder ver de quienes se trata, pero temo porque esto solo empeore las cosas. No logro identificar sus voces, jamás las había escuchado.

—Si Masón se entera de esto, podría matarnos.

—En todo caso, él es el responsable, por aceptarnos dentro de los Evters.

—Entonces tendremos que hacer lo posible por que nadie se entere —habla una chica—, en especial él.

Se quedan unos momentos en silencio y solo puedo escuchar sus pasos. No sé qué estén haciendo.

—Por lo visto si les dieron su merecido.

—Por supuesto —ríe burlonamente—. Con esto deben aprender que no se deben meter en los asuntos de los Evters.

Todos sueltan una carcajada burlona. No puedo saber con exactitud cuántos de ellos son, lo único que sé es que al menos, hay dos chicas aquí.

—Espero que Masón pueda vigilar mucho mejor…

Unos fuertes pasos y risas se escuchan, provenientes del pasillo. Salen rápidamente, cerrando la puerta silenciosamente. Abro rápidamente mis ojos, esperando ver algo que me diga quienes han venido. Por la pequeña ventana de la puerta logro ver que uno de ellos tenía una capucha negra. No logre ver su rostro.

Me siento sobre la cama y observo mejor el lugar, estoy en lo que parece ser una habitación de hospital. Jamás en mi vida había estado en una, solo he visto en series o películas como luce una y esta, es muy parecida.

Miro mis brazos y tiene un par de tubos atravesando mi piel. Hay un par de cortinas blancas obstruyendo mi vista al resto de la habitación. El sonido de la puerta abriéndose hace que de un pequeño salto del susto y gire rápidamente mi vista hacia ella.

—Pensé que aun estarías bajo el efecto de la anestesia.

—¿Qué?

Ethan toma asiento al borde de mi cama y extiende su brazo en mi dirección, donde sostiene un pequeño pendiente, con un cristal pequeño cuadrado azul. Los demás se acercan a mi cama. Lo miro con el ceño fruncido.

—Esto no es mío.

—Pues los soldados lo han encontrado en el lugar donde fue su enfrentamiento.

—Ni siquiera usamos pendientes —manifiesta Parys.

Giro mi vista hacia ella y me doy cuenta de que esta en la cama de enfrente, a un lado de la ventana. Supongo que acaba de despertar. Me alegra que este bien después de como la han arrojado contra uno de los contenedores.

—Pues unos soldados me lo han dado y dijeron que probablemente seria de su escuadra —admite.

Lo tomo y lo dejo en la pequeña mesa que hay junto a mi cama. Ya no le daremos tanta importancia a un insignificante pendiente.

Me remuevo en mi cama, liberando un poco de incomodidad al estar acostada por no sé cuánto tiempo. Mi espalda baja duele demasiado, al igual que mis hombros. Mi brazo derecho tiene un mediano moretón y de tocarlo, duele. Mi abdomen duele también, al igual que la parte de mis costillas.

Navil corre las cortinas que hay a un lado de las camas y puedo ver que Aidan y Flynn también están aquí. Aidan parece no tener ningún rasguño, mientras que Flynn es todo lo contrario. Tiene un ojo morado, el labio inferior partido y usa un collarín. Este maldito enfrentamiento sorpresa nos ha hecho muy mal. Por mi parte, parece que la vista de mi ojo izquierdo ha mejorado un poco, pero ahora, mis brazos son los que están un poco lastimados.

—¿Han visto a los chicos que salieron de aquí?

—¿Chicos? —gira Jared su vista hacia mí, con el ceño fruncido—. Nosotros no vimos a nadie salir de aquí.

—Por favor, Jared. Solo pasaron unos segundos desde que ellos se fueron y ustedes entraron.

—Yo también los escuche —admite Flynn.

—Seguramente fue efecto de la anestesia —asegura Stella, soltando una pequeña risita.

—¿Y crees que justo todos escuchamos lo mismo?

—Puede ser.

—Vamos, Navil. Aidan tiene razón —replico—, es obvio que escuchamos bien todos.

Navil hace una mueca de desagrado y se sienta al borde de la cama de Parys. Se cruza de brazos y ladea su cabeza ligeramente.

—¿Qué han escuchado? —dice, finalmente.

—Yo escuche algo sobre no meternos en los asuntos de los Evters.

—Yo igual —decimos Parys, Aidan y yo al unísono.




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