Sapphire;
Ya habían pasado algunos días y mí hermano no se había levantado de la cama, los guardias me permitieron ingresar a la recámara bajo estricto cuidado. Las curadoras que estaban allí se movían con sumo cuidado y delicadeza; sus largos vestidos negros parecían absorber cada minúsculo rayo de luz que lograba ingresar a la habitación por los ventanales de piedra y del balcón. Esas mujeres se movían de un lado al otro en total sigilo, apenas lograbas saber que estaban allí por el sonido de su respiración.
Oliver parecía una estatua; su piel tan blanca como el mármol y sus mejillas habían tomado un color carmesí, su respiración por momentos era agitada y luego volvía a calmarse, parece que batallara por respirar.
Papá no había estado muy diferente, sólo que ahora había mejorado pero conservaba la tos. Despertó de la fiebre hace dos días, ahora investigan de dónde provino esa enfermedad. Nadie que estuviese fuera del palacio sabía de la enfermedad ya que se trató con la mayor discreción, el reino no podía saber que su rey había caído enfermo junto a su hijo.
Me levanté de la cama de mí hermano para ir hacia el balcón, el sol se encontraba entre nubes grises y oscuras, apenas si encontraba un espacio entre ellas para mostrarnos su rayos de luz cálida y dorada, como si quisiera decirnos “Aquí estoy, he estado y estaré”.
—Princesa, debe salir a comer algo — Alexander estaba detrás de mí a mí derecha, hasta hace unos días continuaba diciéndole Dudú. Parecía que mí humor se había ocultado bajo todas las nubes grises que cubrían el palacio y a nosotros. No quiero comer algo, quiero que Oli despierte —Debe salir de aquí aunque sea un momento, o podrá contagiarse.
Cuando éramos niños, Oliver y yo estábamos todo el tiempo uno encima de otro. Una noche cuando se enfermó y pequeños granos habían salido por su cuerpo no me dejaron verlo en una semana, me asusté tanto que juré no separarme de él otra vez. Es mí hermano, el único familiar fiel que me queda con el que puedo compartir todos mis secretos. Y cuando Rupert nos separó y me envió a otra provincia lejos de la capital, me sentí destrozada, no me dejó salir del castillo bajo ningún pretexto y me condenó a eso. Su excusa había sido “Aprenderás a gobernar una provincia si quieres ser la siguiente en el trono, mocosa”. Aunque siento que no fue solamente por eso que me envió lejos, quizás fue por….
Sacudí fuertemente la cabeza para alejar ese pensamiento que seguía conmigo después de años y me concentré en Alex.
—¿Qué noticias tienes del rey o de la reina?— El silencio en el palacio había sido tortuoso, nadie se atrevía a soltar una sola palabra o hacer el mínimo ruido. Todos estaban a la espera.
—Su majestad ha dado la orden de colocar un juramento de silencio a todos los sirvientes y guardias. Quiere la discreción y ha determinado a cortarle la lengua a cualquier persona que hable.
Alexander tragó pesado, el rey estaba totalmente enfadado respecto al tema. El día que Oliver se desmayó me había comentado ciertas cosas que debíamos hablar: había tenido un sueño, veía algo en el palacio como una gran capa de tela negra dentro y sobre él.
“Un mal presagio, me dijo, este lugar, ha estado condenado desde hace muchísimo tiempo, veo a las personas dentro de él como sombras negras y altas, sonríen de forma macabra, uno al lado de otro formando un pasillo que al final tenía a una persona de espaldas, no vi su rostro, pero se reía incontrolablemente”
Eso fue lo que alcanzó a decirme antes de que el príncipe se desmayara.
Las horas habían pasado rápidamente y ya estábamos en altas horas de la madrugada. Salí de la habitación de Oliver para ir hacia la mía, los pasillos se hacían cada vez más oscuros y la luz de Luna no llegaba a mis pies, con el candelabro en la mano caminé de forma automática, estoy cansada, pensé.
Un ratón paso corriendo por mí lado que asco, lo seguí para ver dónde estaba su madriguera e informar luego de que hay ratones, el pequeño animal daba pequeños saltitos cuando escuchaba el sonido del taco de mí zapato sobre la piedra del suelo, no sé cuántas veces giré por cada esquina y pasillo hasta llegar a un pequeño hueco en la pared por la cual entró el ratón. Espérame pequeño. Y lo perdí de vista.
Levanté la mirada y me di cuenta que me había alejado mucho del centro del palacio.
¿Dónde estoy?
No reconozco esta parte, es totalmente nueva para mí, pero a juzgar por la estructura vieja y verde parece que nadie ha venido a esta parte en mucho tiempo. Algunas plantas se cuelan entre los ladrillos de la pared y del suelo. Hay escombros y paredes arruinadas que me sorprenden que nadie haya estado aquí antes. Parece un pasillo, ¿a dónde llevará?
Avancé en lo oscuro y frío de los muros y me perdí aún más en la oscuridad, el final de ese pasillo me llevó a dos caminos separados; uno con escaleras hacia arriba y el otro con escaleras hacia abajo. Mí curiosidad quería ver qué había arriba, así que seguí la escalera; algunos peldaños estaban rotos, pero me llevaron hasta una puerta de madera tan vieja que si la tocaba parecía que iba a desmoronarse así que la toqué con toda la suavidad y delicadeza que pude y un solo de viento apagó las velas del candelabro, la única iluminación que quedaba era la luz de luna que entraba por un gran hueco que se encontraba en la pared.
La habitación tenía un gran olor a humedad, miré cada parte de ella y encontré estantes con libros, papiros, rollos de papel totalmente desgastado, varios cofres de madera casi quemados.
Ya sé dónde estoy, es la parte “maldita” del palacio.
He oído muchas historias de esta parte. Fue maldecida por la hermana del rey Joseph I antes de que la ejecutaran, al poco tiempo que ella murió el lugar se quemó en su totalidad hasta donde se creía. Quizá por eso está tan abandonado aquí, el tiempo y la historia los han olvidado. Di vueltas por todo el lugar hasta parar al frente de un gran tubo de hierro que iba hasta el suelo, los años ya le habían pasado y se oxido un poco.
Editado: 21.11.2024