Rhea [editando]

3

Mensajero tiene más estilo

Axa

Perdida y desorientada me sentía en aquella habitación oscura, no podía ver nada, ni un rayo de luz lograba alumbrar aquel sitio. Mis brazos y piernas estaban atados a una barra de metal detrás de mí, mi cuello estaba rodeado por una cadena muy grande.

El poco oxigeno amenazaba con asfixiarme, todo a mi alrededor daba vueltas, el sudor helado recorría cada rincón de mi cuerpo. El sonido de una maquina trabajando hacía eco por todo el lugar nublando mi poco funcionamiento auditivo, había agua cayendo y provocado un ruido fastidioso.

Voces, se escuchaban voces a lo lejos, entre susurros. Todo era borroso, tanto que no pude ver más que sombras moverse frente a mi sin razón alguna, me esforcé por activar mis sentidos, pero fue inútil, no pude aclarar nada.

Una pequeña luz salía del suelo, como si estuviera sobre algo brillante. La superficie en la que me encontraba no era precisamente buena, el rugir de la madera dañada me aviso que podría caerme si hacia algún mal movimiento.

Mi cuerpo dolía, el ardo era insoportable en mis rodillas y la cabeza me retumbaba de una manera exagerada.

¿Dónde estoy? Intente preguntar en voz alta pero mi boca estaba descoordinada de mi cerebro y termine soltando balbuceos sin sentido.

De la nada alguien me sujeto del cabello obligándome a alzar la cara con fuerza. Solté un quejido en el acto —Cálmate, no queremos hacerlo daño ¿Verdad? —la voz estaba distorsionada y rara, empecé a asentir de manera insistente.

—Exacto pequeña, no queremos hacerte daño —una mano helada retiro el poco cabello que quedaba en mi rostro, luego me sostuvo de la mandíbula con firmeza, mi campo de visión no era bueno, por ende, no supe a quien pertenecía esa mano.

—¿Está seguro de que no lo ve? —dijo la persona que me tomaba por el cabello de manera violenta.

—No, aun no —afirmo con un tono burlo soltando mi rostro de manera abrupta.

Mi cabeza se sintió tan liviana que podría jurar que termine cayendo de bruces sin sentir ningún dolor. Luego de eso me quede a oscuras.

Arne

No sé en qué momento se me ocurrió la idea de ir por Sahir y dar el motivo de mi búsqueda en voz alta, ahora no puedo deshacerme del grupo B, no dejan de insistir en que les dé respuesta que no tengo, ni yo mismo se cuál es la razón porque el señorito Kale buscaría a Sahir.

No es de mi incumbencia saberlo.

Camine con rapidez tratando de evadir cualquier tema relacionado a Kale. Es un chico muy extraño y todavía no termino de entender lo que trascurre en la pequeña y magnifica cabeza de genio que tiene.

Me asegure de llegar al pasillo sin insectos a mi lado.

—Tienes una cara que asusta —dijo Kenia viéndome entrar por la puerta de servicio. Es mi la única manera que tengo de no revelar mi identidad ante los temas.

Tengo que mantenerme en secreto todavía.

Me atreví a tomar un vaso de agua sin pedir permiso, esto de dar vueltas todo día afecta mi salud —Deberías descansar un poco —se acercó comenzado a masajear mi espalda, agradecí ese detalle, en serio lo necesitaba.

—Aún tengo mucho que hacer —afirme sin nada de ánimos.

Sonrió —Lo sé, eso de ser mandadero es cansado.

Gire los ojos —Mensajero tiene más estilo —bromee poniéndome de pie.

La observe, es idéntica a su hijo, necia y un tanto rebelde a veces. Creo que el hecho de estar aquí sabiendo que tiene turno en unos minutos lo demuestra. Su cabello amarillo resalta con el sol, lástima que se lo haya pintado de negro de un lado.

Las mujeres no saben de estilo, lo he comprobado en muchos casos.

Retome mi trayectoria adentrándome a la casa grande.

Este lugar no es nada como lo pinta, es mucho peor. Las paredes son oscuras en su mayoría y el hecho de que no llegue la luz le da una especie macabra, los grandes cuadros de nuestros antepasados cuelgan a lo largo de los pasillos. Los nombres resaltan como si de Dioses se tratase.

Y sí que eran Dioses, ellos fueron nuestra salvación, ellos nos permitieron vivir aun cuando las circunstancias eran pocas. Nos dieron libertad arriesgado sus vidas por nosotros. Somos lo que somos gracias a ellos, por eso los adoramos sabiendo que es incorrecto.

Porque ellos e merecen todo el respeto del mundo.

Hay muchas leyendas que recalca que nosotros somos los malos. Pero la historia real nunca termina de ser contada, porque el día que lo haga el mundo se caerá en pedazos dividiendo por completo a nuestra raza.

He servido a esta familia desde que eso un niño, me he ganado el lugar que tengo sin refutar en el camino. He dejado de vivir por ayudar a mis superiores, y no me arrepiento de nada.

La gran puerta negra con detalles de oro me hizo saber que tenía que detenerme, todavía no tengo el derecho de avanzar hacia ese lugar.

Después de unos segundos la puerta de abrió revelando una cara que tenía algún tiempo sin ver.

El cabello negro le caía por los hombros, algunos mechones descansaban en su cara mal geniuda. Tenía una expresión seria y aburrida, estaba llena de fastidio, como si le agobiara saber que hay más personas rodeándola.

Sus ojos siempre me han parecido hermosos, a pesar de trasmitir miedo, da miedo obsérvalos más de tres segundos, es como si hubiera algo en ellos que grita salgas huyendo antes de acabar mal. Te obliga a querer retroceder en busca de ayuda.

El color verde en su iris no es normal, es macabro y loco, intenso y raro. Te trasmiten tantas cosas y todas terminan en la misma: muerte. Tu mente maquina los miles maneras que existen para acabar en el mismo estado.

Da miedo, pánico, todo tu ser grita peligro cuando te acercas a ella, o su hermano. Son la misma persona solo que con diferente sexo y eso es mucho para alguien con 50 años, es dañino saber que hay de esos seres.



#3702 en Thriller
#1424 en Suspenso
#2019 en Misterio

En el texto hay: ficcion, rheademons, supensoymisterio

Editado: 09.11.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.