Ha pasado una semana desde mi malentendido con mi amigo, pensé que se le pasaría y que vendría a mí para arreglar las cosas, pero en su lugar, se la pasa evitándome hasta más no poder. En estos momentos me siento perdido, no creí que esto llegara tan lejos.
Estoy acostado en mi cama, mirando hacia arriba, pensando en lo miserable que es mi vida. No sé qué hacer con todos estos pensamientos que tengo en mi cabeza, por un lado, está aquella niña sosteniendo un peluche y llamando a su papá, mientras este se desangra en su escritorio a causa de un disparo emitido por mí. Por otro lado, está ese chico, al que lastimé con aquellas palabras.
Toda esta culpa que siento me está consumiendo y no sé hasta cuándo pueda mantenerme cuerdo.
¡Bang, Bang, Bang, Bang! ¡Bang! ¡Bang!
«¿Esos son disparos?»
«¡Oh por Dios, Nick!»
Me levanto, sin pensarlo, tomo mi arma y salgo corriendo en busca de mi amigo. No me importan los disparos, no me importa nada, solo quiero llegar hasta él y saber que está bien.
Siento mi corazón latir a una velocidad indescriptible.
—¡Nick!
—¡Richard!
Pronunciamos ambos de manera simultánea al chocar.
—Dios, ¿estás bien? ¿A dónde ibas? —expreso exaltado.
—Iba a buscarte…
—¡Agáchate! —lo interrumpo.
No lo pienso, cubro su cuerpo con el mío y lo lanzo al piso.
Caigo encima suyo, intento apoyarme en mis manos para no impactarlo con el peso de mi cuerpo, pero es inútil, siento un inmenso dolor en mi hombro derecho, como si me hubieran despegado el abrazo, tan fuerte que me obliga a caer encima de mi amigo, perdiendo la consciencia.
***
Intento abrir mis ojos, veo todo blanco.
«¿Estoy muerto?»
Miro hacia mi derecha y reniego mis pensamientos al ver a, Nick, allí.
—¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? —quiero saber.
Mi amigo me pone al corriente.
Al parecer, un clan enemigo intentó darle de baja a nuestro jefe, según lo que he podido entender, ellos tienen alguna rencilla, ya que el jefe del clan enemigo siempre quiso liderar este y al no poder hacerlo, le declaró la guerra.
Pero esta es la primera vez que intenta atacarlo de manera directa y nadie se explica el cómo voló la seguridad del lugar, la idea de que hayan personas compradas por él en este clan, ahora tiene más peso.
Afortunadamente su ataque fue un fiasco.
En cuanto a mí, estoy en el área de atención médica, recibí un disparo en el hombro al intentar proteger a, Nick, pero no es nada demasiado grave.
—Nick —llamo al chico que está sentado en el sillón.
—¿Necesitas algo? —dice al ponerse de pie rápidamente.
—Ya no estés enojado conmigo, por favor —le ruego.
—¿Quién está enojado? —me responde con una sonrisa.
Siento un gran alivio al escucharlo.
«Tuve que recibir un disparo para que las cosas se arreglaran entre él y yo».
***
18 años…
Ahora vivimos en un lugar separado de todos.
A partir de los 18 años se te permite mudarte de la “prisión” (como le llamo yo, ya que no hay muchas diferencias). Desde los 15 te comienzan a pagar, así que, Nick y yo teníamos ahorros, por lo que decidimos mudarnos y compartir alquiler para gastar menos. Además, tenemos una relación muy estrecha, no creo que uno sobreviva sin el otro.
El lugar no es algo demasiado grande, pero cada uno tiene su espacio.
Esto no significa que nos permitieron salir de la mafia, al contrario, ahora tenemos más responsabilidades.
He cambiado mucho, miro hacia atrás y ya no queda nada de aquel niño de once años; ese niño solo quería vengarse y después salir de toda esta mierda, tan ingenuo. Con el pasar del tiempo ha dejado de motivarme la idea de salir de esto, ya todo me da lo mismo, no importa las cosas que tenga que hacer; bueno, tampoco es como que tenga más opciones.
“La única forma de dejar esto, es muriéndote”.
Fue la respuesta que me dio, Frank, cuando pregunté al respecto.
—¿Qué estás viendo? —le pregunto a mi compañero de casa al verlo sonreír mientras mira su teléfono.
—Es Samanta, es muy divertida.
Me quedo aéreo con su respuesta.
—¿Samanta? —expreso confundido.
—Es una chica que conocí el otro día en el bar, es tan hermosa —sonríe —, me dio su número y desde entonces no hemos parado de hablar.
No sé explicar cómo me siento en este momento, debería sentirme feliz por él, ¿verdad? Entonces, ¿por qué no me siento feliz? ¿Por qué siento mi ánimo decaer? ¿Por qué… por qué siento ganas de llorar?
—Oh, eso es genial —pronuncio con un poco de dificultad.