Capítulo 7.

Cuando el portero de la casa de la familia Filippovič abrió la puerta, la muchacha me apretó fuerte la mano. Estaba asustada pero entendía lo que debía hacer. Habíamos estado discutiéndolo en el café después de comer y le quedó claro que no tenía alternativa. Solo había un camino posible y era ese.

-Señor Guzmán, me alegra que haya cumplido con su encomienda de forma tan pronta y eficiente -dijo la dueña de casa apurándose a mi encuentro.

-Hablé con la muchacha y está arrepentida de haber huido. Está dispuesta a realizar el ritual. Así que, si todo está en orden…. -dije con la impaciencia propia de quien quiere zanjar un asunto lo más pronto posible.

-Sí, sí, claro, por favor, pase. -respondió sin apartar la mirada de odio que había posado sobra la niña desde que llegamos.

El portero se hizo a un lado y entramos a la casa. Inmediatamente la señora Filippovič la tomó del brazo con brusquedad y le revolvió la ropa hasta dar con el medallón.

-Esto no te pertenece -dijo mientras se lo arrancaba del cuello.

-Querida, no es necesario que seas tan violenta con nuestra invitada -acotó su marido mientras se unía a los presentes desde el living.

En ese momento los cuadros comenzaron a temblar y un portaretratos cayó de la mesita donde descansaba.

-uspokoysya dedushka -dijo el hombre levantando la mano en dirección a la sala.- El abuelo se pone un poco inquieto cuando está ella. -aclaró

-Entiendo. Bueno, si todo está en orden me gustaría liquidar mis honorarios. -dije secamente.

-Sí, sí, claro. Ha hecho un gran trabajo -respondió mientras metía la mano en el bolsillo interno de su saco- Y no solo a nuestra familia; la comunidad rusa le está muy agradecida.

-Me complace haberlos ayudado -dije mientras tomaba el cheque que me extendía.

Di media vuelta y me fui intentando no mirar a la muchacha a los ojos. No podía dejar de sentir que aquello era una traición, que la estaba poniendo en riesgo a cambió de mi reputación. Pero era la única manera en que todos ganáramos. La única forma en que fuera libre.