Rock with you

1. Vanessa

Corrí por las escaleras de la estación del metro rezando por que me diera tiempo de abordar el tren que recién había llegado. Empuje a algunas personas en el camino, y les pedí disculpas desde lejos, para lograr entrar en uno de los vagones. Respiré hondo cuando estuve dentro, los adultos mayores – y las personas en general – me miraron mal. Tenía dos opciones, me juzgaban por la manera alocada en la entré o mi outfit era muy extravagante. Me quedé tranquila, fuera cuál fuera la razón, al menos no le había quitado el puesto a una viejita con bastón a una persona con un bebé en brazos.

Me recosté en una de las paredes del tren, en cada estación miraba el reloj digital en mi mano izquierda. No podía creer que estaba llegando tarde, otra vez. Aunque no es primera vez trabajando, si lo era con la compañía que me había contratado. Era una empresa de marketing que me encontré leyendo el periódico de mi abuela, mandé mi hoja de vida para probar mi suerte y en unos días me llamaron. Mi trabajo consistía en asistir a eventos como “cara” de la compañía que estuviese realizando el evento, era lo más cercano que había tenido de mi sueño: ser modelo.

Nunca me había sentido cohibida por usar combinaciones extrañas o colores que nadie en su sano juicio utilizaría. Siempre he creído que nuestra manera de vestirnos e incluso maquillarnos es arte. Aunque eso no quitaba que me sintiera un poco, pero solo un poquitín, ridícula con mi vestuario “alemán”.

Básicamente, el evento era una especie de OktoberFest – no soy alemana, ni vivo en ese país – y por ello debía llevar un vestido de acuerdo a la temática.

Al llegar a la terminal tomé el bus que me estaría llevando y también a las otras chicas, como algunos chicos, al lugar del evento. Fui la última en llegar, me disculpé tanto con mi supervisora como con el resto de compañeros y solo pude respirar con normalidad cuando el bus inició el recorrido.

Estando ahí dejé de sentirme tonta por llevar un dirndl rojo ya que muchas personas, además de mis nuevas compañeras, llevaban vestuarios parecidos e incluso vi un duende. Nuestra supervisora nos dividió en grupos de 3 y nos repartió secciones. Mis compañeras eran Elena y Mónica, nos presentamos rápidamente y nos hicimos cerca de los stands, el público empezó a llegar y nuestro trabajo oficialmente daba inicio.

Relaje mi rostro e hice una sonrisa amable, recordé las palabras de la supervisora “nunca digan que no”. Estaba dispuesta a encontrar soluciones incluso de lo que no sabía. Realmente estaba emocionada. El primer grupo que atendí fue bastante sencillo, ellos estaban buscando la sección de tatuajes rápidos y solo tuve que darles las indicaciones. Todos habíamos sido entrenados para conocer el lugar y la ubicación de los sitios, así como preguntas relacionadas a las cervezas y el evento en general.

Muchas más personas se acercaron a mi en el transcurso de la noche, el lugar estaba repleto y empezaban a dolerme los pies. Miré mi reloj para ver si tenía alguna llamada o mensaje de mis papás o mi abuela, pero no tenía nada. En la tarima anunciaron que las bandas locales invitadas estarían iniciando sus presentaciones, lo que tomó la atención de la mayoría.

No odio el rock pero no es mi género musical favorito. En ese aspecto creo que soy muy básica, adoro repetir las mismas diez canciones que conozco desde hace años. No es tan literal pero mis playlist favoritas casi nunca están actualizadas. Aunque conocer a artistas locales no estaba de más quizá alguno podría gustarme lo suficiente para agregarlo a favoritos en Spotify. La primera banda se presentó y para los amantes del rock debió ser un inicio con pie derecho porque no dejaban de gritar, al momento de entrar la segunda banda con un nombre difícil de pronunciar el público se quedó en silencio fue cuestión de minutos en el que la algarabía inició nuevamente en conjunto de la batería.

— Hola, me podrías decir dónde quedan los baños — una chica bajita me sacó de mi concentración en el baterista.

— Claro, te acompaño — le respondí, nos dirigimos a la sección de baños portátiles y aunque los odiaba con todo mi ser luego de que la chica regresara me metí a uno de los cubículos.

Regresé a mi puesto luego de hacer mis necesidades y uno de los baristas me empezó a explicar cómo funcionaban las máquinas. Los que estaban atendiendo la barra ya no se daban abasto, así que tuve que ayudarlos.

— Eso sería todo —, dijo el muchacho mientras limpiaba la barra —. Gracias por la ayuda.

— A la orden.

Aunque había terminado de atender la barra me quedé cerca, desde ahí podía ver mejor hacia la tarima. Eran cuatro chicos, el que tocaba la batería parecía el mayor de todos. Luego estaba el vocalista que estaba bastante eufórico, en cuanto iniciaron los “solos” de cuerda me fije en los muchachos que estaban en los laterales de la tarima. Uno de ellos usa anteojos y tiene más conexión con el público, antes me había llamado la atención su suéter de verde oscuro con flores bordadas en color rosado. El otro chico tiene el cabello un poco largo, a diferencia del resto usa un suéter blanco y pantalones negros, no usa lentes ni ningún accesorio extravagante. Solo una cadena con una cruz. También parece ser el más tímido, se concentra en tocar el bajo y en raras ocasiones hace contacto con el público.

— Vanessa, la jefa te busca — miró a mi compañera — Está en el área de la comida.

— Gracias.

Salí casi que corriendo. No quiero que me despidan, necesito el dinero. Mi supervisora estaba sonriendo mientras hablaba con uno de los hombres del carrito de hamburguesas, era la primera vez que veía una sonrisa en su rostro.




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