Estaba segura de que algo en mi cabeza, o en mi corazón, no estaba bien. Quizás estaba loca de remate, pero durante el resto de días no pude sacarme a cierto bajista. Y no era que vivía dentro de una fantasía, pero me encontré muchas veces pensando en que estaba haciendo o aún mejor: cuándo nos volveríamos a ver.
Él no me había escrito, y yo de muy tonta no guarde su número. Sí, sí, tienes la razón, pero qué le voy a hacer? En ese momento no lo pensé.
Así que ahora todo dependía de cuán interesado estuviese David en contactarme, y al parecer no le cause tanta impresión.
A lo mejor es tímido, me dijo una vocecita en el interior de mente. Y por lo poco que lo conocía es que sí fuera así, pero a veces tenemos que tomar riesgos, no?
Bufé. Qué tenía que estar pensando en él cuando debía estar ocupando mi cerebro con la información de mi próximo parcial.
— ¿Te pasa algo? — preguntó mi amiga Paulette, nos conocimos hace unos años e incluso estudiamos lo mismo — Estás extraña desde hace días, parece que no estás aquí realmente. ¿La abuela está enferma nuevamente?
— No, gracias a Dios — me apresuré a responder — Recuerdas mi último trabajo.
— La noche de brujas adelantada? — así le había llamado al Oktoberfest, especialmente por mi jefa que me había abandonado.
— Bueno, omití un pequeño detalle — puso esa expresión tan características de las mamás cuándo están a punto de escuchar para luego sermonear — Conocí a un chico — dije pausadamente — David, es parte de una banda. Hablamos un poco, bueno bastante, y creo que hubo chispas. Incluso me pidió mi número, pero no me ha escrito, ni nada.
— ¿A esto le llamas un pequeño detalle? — todo en ella cambió, y pasó a ser esa amiga cómplice que siempre había demostrado ser— ¿Por qué no me habías contado? ¿Cómo dijiste que se llamaba?
— David — contesté mientras ella abría una nueva pestaña en la computadora.
— Apellido, descripción, nombre de la banda.
— ¿Qué pretendes hacer?
— Aprovecha mis habilidades de FBI, a ese chico lo encontramos porque lo encontramos.
Negué lentamente y aún con mi renuencia a stalkear al pobre, Paulette se las arregló para conseguir su Instagram. Busco las cuentas oficiales del evento, ahí etiquetaron a la banda y obviamente esa cuenta sigue a sus miembros.
— Veamos que tiene ¿Hertz? — preguntó extrañada con el apodo y me apresuré a aclarar que un loco.
— Ah, cierto. Ese es un nombre artístico o algo así. Es el más normal del resto, lo prometo — tuve que enfatizar ese detalle, las personas que normalmente me gustaban estaban lejos de ser normales.
— Bueno, aquí tienes. Al parecer está soltero, lo que es muy bueno, no tiene fotos con ninguna chica ni tampoco sigue a tantas. Ni tampoco parece loquito de centro.
— Me niego a conocer a alguien de esta manera.
— Ay, Vanessa, por favor! — hizo un puchero — Nuestro amigo Hertz probablemente también lo haga, ni siquiera es que vamos a seguirlo o escribirle — se quedó en silencio un minuto — a menos que tú quieras escribirle.
— Pau, me conoces y sabes que nada de esto me gusta. Quiero cartas, flores y esas cosas cursis.
— Y no estoy diciendo que no las debas querer, pero qué tiene de malo ver sus publicaciones?
Y como casi siempre pasaba, me dejé convencer.
Aunque realmente no sé por qué tanto alboroto si solo tenía dos fotos y un video. Una de él en una banca en un parque, otra de un gato y el video era de él, o sus manos, tocando el piano.
— Te felicito — dijo de la nada — Te superaste, tiene talento, es guapo y no parece ser un imbécil.
— Hieres mis sentimientos — le respondí con dramatismo.
— En una lista de pros y contras, lo único malo hasta ahora es que no te ha
Hicimos silencio. En mi pantalla apareció un mensaje de un número sin guardar, diciendo: En el lago Ness tienen Wi-Fi?
— Okeyyyy, me retracto. ¿Qué eso Vanessa? ¿Ahora de quién te enamoraste?
— Es una broma — le dije con una sonrisa boba — En serio no es tan malo, le conté sobre el apodo de mi abuelo y me molesta diciendo que soy un monstruo — Pau no dejaba de mirarme o más bien de juzgarme — Es bastante tierno.
— ¿Le hablaste de tu abuelo? — preguntó sorprendida, y lo supe de inmediato. Casi nunca hablaba de él, ya nadie en casa me decía Nessi — Vaya, vaya, si que hubo chispas.
El resto de la tarde no pude dejar de pensar en ello, ni siquiera era David sino el hecho de que era la primera vez que hablaba de mi abuelo o de algo relacionado a él. No lo había hecho desde su fallecimiento hace unos meses. En el camino de regreso a mi casa pensé en qué había hecho que confiara tanto en David, y no encontré una respuesta. También descubrí que no me arrepentía de haber compartido esa parte de mi vida, tan especial, con él. Extrañamente tenía la certeza que él sabría atesorar eso incluso sin saber cuán importante es.
Me senté en la mesa con mis padres y mi abuela, comimos con las voces del noticiero en el televisor pero no dijimos nada crucial. El abuelo se había llevado gran parte de nuestra alegría, no me había percatado de ello hasta ese momento. Mi abuelita Ceci no tenía ese brillo en sus ojos, mi mamá parecía sumida en sus pensamientos y mi papá trabajaba en piloto automático, como yo.