Rock with you

3. David

Miré el reloj en mi muñeca otra vez, faltaba una hora para las cinco. Había acordado de encontrarme con Vanessa en un parque cercano pero no podía dejar de sentirme ansioso, y con un poco de temor de llegar tarde.

Convencí a mi hermana mayor de que me prestara su auto, y por las miradas de Joseph sabía que sospechaba de mi cita. Eso no me gustaba tanto, mi hermano es un poco, o quizás muy, pesado. No sabe cuando callarse.

— ¿Apurado? — me preguntó Aster, nuestro baterista. Negué y escuché la risa baja de Joseph.

— ¿Una más? — fue Eric, el guitarrista, quién habló.

— Nos faltan 3 canciones más — cerré mis ojos, si no había errores podía salir a tiempo.

Abrí los ojos al escuchar las risas de Eric y Joseph, claramente estaban burlándose de mí. Coloqué el bajo en su lugar habitual y tomé mis cosas, antes de salir solo me despedí de Aster.

— ¡Tú puedes, mi niño! — gritó Eric, quería pensar que no sabía de mi cita pero seguramente mi hermana había corrido la voz.

— Saludos a mi nueva cuñada — escuché la voz de Joseph y me giré, si ella estuviese aquí hubiera muerto.

No soy tan ruidoso como el resto de mis hermanos, me gustaba mantener mi privacidad y eso es algo difícil en una familia numerosa e imprudente. No esperaba mantener a Vanessa escondida, pero soy muy consciente de las personalidades que me rodean y no quisiera que se sienta incómoda o presionada.

Me subí al carro y respiré profundamente, ni siquiera antes de los conciertos me sentía tan nervioso como ahora. Había estado dudando si hablarle, pero vi que había estado viendo mis historias y me decidí. Realmente no sabía lo que me sucedía con Vanessa, pero había algo en ella que me atraía con demasiada fuerza. Una de mis hermanas menores, Marianne, dijo que era algo de las cartas o signos astrales, a mi me gustaba pensar que éramos dos polos opuestos incapaces de resistir la atracción. Porque estaba seguro que era mutuo.

Mientras más se acercaba la hora que acordamos más nervioso me sentía. ¿Se acordará de mí lo suficiente para reconocerme en un parque? Tenía que enviarle un mensaje en cuanto llegara. Algo que me reconfortaba, es que ella se encargaría de hablar por los dos o al menos de llevar una buena charla. No me molestaba en lo absoluto, normalmente el silencio es algo muy preciado para mi pero podría pasar mucho tiempo escuchando las ocurrencias de Vanessa. Especialmente por la cantidad infinitas de muecas que podía hacer mientras hablaba, era impresionante y adorable.

Estaba demasiado sumido en mis propios pensamientos que no fui plenamente consciente de cuando llegué, me estacioné y estuve a punto de enviarle un mensaje. Aunque no fue necesario, el monstruito estaba sentada en un columpio observando a un par de niños correr. Me acerqué a Vanessa tratando que no me notara pero no lo logré.

— ¿Qué haces? — me preguntó una niña despelucada en un monopatín, Vanessa se giró y ocultó su risa.

— Voy a sentarme en el columpio, con mi amiga.

— Los columpios, y todos los juegos del parque, son para los niños. Mi papi dice que los grandes y viejos no se tienen que montar porque los dañan.

— ¿Y ella sí puede? — señalé a Vanessa, la niña dió una vuelta al columpio con su monopatín y se estacionó frente a mi.

— Sí, porque es bonita.

Me pasé la mano por la mandíbula, la niña me había insultado tres veces en menos de cinco minutos. Vanessa se levantó del columpió con una sonrisa que podía iluminar un estadio, llevaba una falda de retazos con muchas capas, colores y texturas, botas negras y una camiseta sin mangas. Raro pero bonito, excéntrico como ella.

— Gracias, tú también eres bonita — la niña sonrió y se fue en su monopatín — Hola.

— Hola — repetí.

— ¿Discutes a menudo con niñas de siete años?

— Tengo varios hermanos, uno de ellos de siete, pero también es divertido discutir con los de cinco tienen buenos argumentos aunque a veces inentendibles — soltó una risa, y no pude no admirarla, ni esconder mi fascinación — Conozco un lugar cerca.

— Creí que nunca lo dirías.

Caminamos hasta una pizzería artesanal, escogimos los puestos de afuera aprovechando la brisa y calor de la tarde.

— Te puedo invitar a lo que quieras en el rango de veinticinco dólares, aún no gano millones.

— Entonces espero que cuando ganes millones me vuelvas a invitar a salir — dijo juguetonamente.

— Te traeré a este mismo lugar, para mantenernos humildes y recordar los buenos tiempos.

— Entonces pediré la pizza más cara.

— Y nos quedaremos a lavar los platos.

Ella volvió a reírse, pedimos una pizza napolitana y dos bebidas. Cuando nos trajeron la orden, una rebanada de pizza se me resbaló del plato y aunque se estaba burlando, Vanessa, la colocó en el plato nuevamente.

— En mi primer trabajo me pidieron animar un cumpleaños infantil, dije que sí sin pensarlo, me tocó ser un pollo desnutrido al que los niños le tenían miedo por tres horas — la miré sin entender — Esta cita no puede ser peor que estar dentro de esa botarga, así tranquilo, ya tengo una buena impresión de tí.




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