Romy y Julius

Capítulo 5

—Gracias—dice el joven con animo— son preciosas y fragantes. De hecho tenía planeado comprar un ramo para una chica.

Al escuchar sus palabras, la florista se mueve rápido para entregarle uno de sus arreglos florales lleno de rosas igual de hermosas.

—¡Oh!—dice el joven cuando la florista le ofrece el arreglo. Lo veo buscar en su bolsillo y de ahí saca una cartera negra y de cuero, le extiende un billete doblado y le paga— el resto por favor úselo para reponer lo que he usado de su botiquín.

—No por favor—dice la florista—esto es un regalo de mi parte. La señora es mi cliente habitual, no podría cobrarte por las flores después de que la ayudo.

El joven muestra una sonrisa incomoda, supongo que no le gusta deberle a nadie, aunque él no solo trato la herida de la anciana, sino que también me salvo.

—Se lo agradezco—dice algo extrañado, pero al mismo tiempo feliz. Poco después la anciana con su ramo de flores algo maltratado se va y se aleja de nosotros hasta que da la vuelta en la esquina que tiene un letrero, aquella cale conduce hacia el "Cimitero"

Una vez que la anciana desaparece de mi vista, me vuelvo hacia el joven frente a mi, sin darme cuenta él y la florista han mantenido una pequeña conversación y por lo que alcanzo a oír, él ha pagado varios arreglos florales para cuando la señora decida volver a este sitio.

—Gracias eres muy amable—me animo a decir.

—Creo que es lo mínimo que podía hacer después de lo que paso—dice como si se sintiera culpable por lo que hizo con ese bribón.

—¿Lo conoces?—cuestiono algo intrigada, por como reacciono el hombre al verlo eso es lo mas probable.

—No en realidad, pero trabaja para mi padre, así que supongo que él me conoce a mi—admite—lo lamento mucho.

Me extiende el ramo de flores y aunque lo tomo, lo miro algo desconcertada.

—¿Para mi?—mis mejillas vuelven a ruborizarse, no esperaba que me lo diera a mi— ¿No dijiste que era para una chica?

—La chica eres tu y esto un premio a tu valor—expresa guiñándome un ojo. Instintivamente acerco el ramo a mis fosas nasales y tal y como la rosa que me regalo la mujer, son igual de bellas y aromáticas.

—Muchas gracias...—repito, aunque esta vez con la mejillas ruborizadas— no me has dicho tu nombre.

—¡Eh!—le escucho decir mientras me dedica una sonrisa nerviosa—te lo diré la próxima vez que nos veamos.

Se inclina levemente, lo veo tomar mi mano con delicadeza para dejar plasmado un beso sobre el dorso de esta. Es muy reservado, pero al mismo tiempo muy atrevido y en cierto modo romántico.

—¿Romy?—escucho una voz familiar, al buscar el origen de aquella voz, veo a Alessandro aproximarse por el otro lado de la acera, sonrio y levanto la mano para saludarlo—¿Acaso no fui claro?

—Ya sé, ya sé, no debo salir sola, pero no lo estoy—me vuelvo hacia mi izquierda para presentarle a Alessandro a el joven que me salvo, pero de forma inesperada él ya no esta, parece que se hubiese desvanecido en el aire.

—¿Y ese ramo de rosas?—expresa acercándose para oler la fragancia que emana de ellas, es bastante dulce— ¿Lo acabas de comprar?

—No, en realidad...—me detengo y medito mi respuesta, seguro que Alessandro se enfada si le digo que me lo regalo un extraño cuando se supone que no debo hablar con nadie que no conozca debido al problema que existe en Verona, yo no conozco a la familia Carusso y podria toparme con alguno de ellos por estas calles— me lo encargo Vittoria, ya me voy a mi casa.

—¿Vienes con el chofer de tu padre?—cuestiona enseguida.

—En realidad vine sola, tomare un taxi—digo inclinando la mirada timidamente esperando un regaño de su parte, pero él solo niega con la cabeza y suspira.

—Entonces te acompañare a tomar uno—dice colocándose a mi lado para caminar juntos, lo tomo del brazo y ambos caminamos por la calle hasta que finalmente llegamos a la estacion. Alessandro habla con uno de ellos e inesperadamente paga la tarifa.

—No hacia falta que pagaras por mi, traje dinero—explico algo extrañada, ni siquiera cuando eramos adolescentes lo habia hecho, asi que deduzco que la adultez le ha sentado bien.

—Asi te sentiras culpable la proxima vez que decidas salir sola—me regaña, pero no me sorprende. Me abre la puerta y entro al auto.

Alessandro le proporciona la direccion a la que debe llevarme, quizas para asegurarse de que realmente vaya a mi casa y el taxista asiente con la cabeza.

—No se preocupe padrecito, su hermana llegara a salvo a casa—dice para complacerlo, pero Alessandro alza las cejas sorprendido.

Suelto una carcajada, no me extraña que dijera eso, después de todo trae puesto la sonata negra y yo un ramo de flores, no es que fuéramos pareja, su uniforme nos delata, pero es demasiado atento conmigo como para que la gente deduzca cosas, aunque el que seamos amigos no es una de ellas.

—Adiós hermanito—me burlo de Alessandro cuando el taxista enciende el motor de su auto, él se aleja de la ventanilla y se despide de mi alzando la mano.

Por suerte para mi, el taxista me deja en la misma ubicación de siempre, tres calles antes de llegar a mi casa ya que, el servicio de taxis no transita por esta zona porque se rumora que aquí es donde reside la familia Montteci y le tiene bastante miedo como para aventurarse a ser baleados.




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