Romy y Julius

Capítulo 12

—¿Que diablos te ocurre?—protesto mientras que con un fuerte jalón logro zafarme de su agarre.

—Eso mismo te pregunto yo a ti—impugna frunciendo el ceño. Su pregunta no hace mas que molestarme aun mas— ¿Que hacías con un Carusso, sobre todo él?

—Eso a ti que te importa—comienzo a caminar temiendo que Julius nos escuche pelear por su causa— tu no eres un Montteci. No entiendo cual es tu disgusto.

—Me preocupas, Romy—admite, pero por muy intranquilo que se sienta respecto a mis amistades, eso no justifica su actitud hacia él— no quiero que te haga daño.

—¡Solo dabamos un paseo, por el amor de Dios!

Camino a zancadas, nunca antes me he sentido tan molesta como en este momento y tampoco me he enfadado tanto con Alessandro de esta forma, sobretodo por un hombre, pero he de admitir que Julius no es cualquier hombre y no solo lo digo por su atractivo, sino por quien es su padre.

¿Dije atractivo? ¿Eso pienso de Julius?

—¡Detente, Romy!—intento volver a sujetarme del brazo, así que me detengo en seco y se lo impido.

—¿Que quieres?—alzo la voz.

—¿Porque estabas con él? ¿De donde lo conoces?—insiste en saber, pero después de lo que hizo lo único que podría darle a Alessandro es un golpe en los bajos por haber sido tan despreciable con Julius

—¿Porque tendría que explicarte? ¿Para que le cuentes a mi padre?

—No, sabes que yo jamas te delataría, sobre todo con algo tan grave como eso—explica, pero no sé si debería confiar en él, así que continuo con mi camino.

—Él jamas me haría daño—lo defiendo, aunque ni yo misma sé exactamente si lo que digo es cierto, aun sigo reflexionando si es viable depositar mi confianza en él. Me detengo de súbito y me vuelvo hacia mi amigo— y no tendría porque explicarte nada, pero de lo contrario seguirás molestándome, así que escúchame bien porque no lo voy a repetir. Lo único que intentamos hacer es resolver los conflictos en Verona y si nuestros padres no están dispuestos a hacer algo para no romper el acuerdo, nosotros lo haremos.

Alessandro se queda en silencio parece sorprendido, pero no me detengo a averiguar cual es su opinión, así que sigo caminando hasta llegar a mi casa, solo que en la estación de seguridad él ya no se atreve a entrar.

—¿No vienes?—digo mas por cortesía que porque desee que se quede, pero él niega con la cabeza.

—No me dieron permiso en el seminario, así que debo entrar a hurtadillas antes de que se haga el cambio de guardia—explica, aunque me parece que en esta ocasión se comporta bastante extraño, parece apenado y desconcertado al mismo tiempo, quizás por lo que le dije— debo irme.

—¡Espera!—alzo la voz y me acerco a él para susurrarle al oído.

—Mas te vale guardar mi secreto—le sugiero, mas no de forma amenazante. Él solo asiente y se da media vuelta para irse.

Lo observo un rato hasta que desaparece de mi vista, realmente no sé si Alessandro podra guardar mi secreto, cuando eramos adolescentes, sabia que él jamas podria delatarme porque él era mi compinche, pero ahora que estoy sola en esto y hace años que no lo veo y no sé si ha cambiado, tengo mis dudas.

Vuelvo a casa, en mi camino observo algunos autos que se retiran de la fiesta y por lo que se escucha, la celebracion esta a punto de terminar. Entro por la puerta principal, no hay nadie, ni guardias ni personas, pero al entrar a la casa, observo a varios hombres salir del comedor.

Esto me hace recordar aquellas visitas que mi padre solia tener cuando yo era una niña, se reunia con varias personas justamente en ese lugar y aunque a mi me daba curiodidad saber lo que sucedia ahi. Siempre se me estuvo prohibido incluso de adolescente.

De lo poco que sé de mi familia y el negocio familiar fue de reportajes periodístico en televisión, rumores y cosas que mi padre solía olvidar en su oficina.

Instintivamente, busco un sitio donde esconderme, así que termino yendo hacia la sala de estar, desde alli observo como esos hombres despejan el lugar, cuando veo que no hay nadie y puedo entrar con libertad, mi padre sale en compañia de otro sujeto que reconozco.

Lo vi aquel dia en que los Carusso peleaban con el nieto de Greta, fue el hombre que los detuvo y si no mal recuerdo, su nombre es Francesco.

¿Que hace él aquí?

—Muchas gracias Sindaco Francesco—dice mi padre estrechándole la mano, ahora entiendo porque esos Carusso se portaron tan sumisos ante él, es el alcalde de Verona o mejor conocido como Sindaco.

—Por favor, no me agradezca aun señor Montteci, no estoy seguro si realmente podre ayudarlo—dice el hombre mostrándose manso.

—Tonterías, tan solo con venir le ha dado esperanzas a mi gente. No podemos permitir que los Carusso rompan la paz en Verona—declara mientras que le ofrece su mano para darse un fuerte apretón.

El hombre de nombre Francesco esboza una sonrisa y la sujeta con gusto.

—Ahora si nos honra con su presencia— dice mi padre indicándole el camino hacia el jardín.

—Me encantaría, pero ya es bastante tarde y debo regresar a casa—explica el hombre avergonzado por tener que rechazar la invitación de mi padre.

—¿La familia?—supone mi padre.

—Si, de hecho—responde el Sindaco. Mi padre le da una palmada sobre el hombro y asiente permitiéndole que se retire. Entonces da media vuelta y avanza en dirección de la puerta de entrada.

Me escondo en mi lugar e incluso trato de no respirar para no ser descubierta, pero el hombre pasa sin siquiera fijarse. Abre la puerta y se retira del lugar.

Automáticamente, me dirijo hacia el ventanal de la sala de estar, desde aqui aun puedo verlo. Se dirige hacia uno de los autos que estan estacionados no muy lejos de la casa, abre la puerta, pero desde donde me encuentro me parece que habla con alguien en el interior, solo que no puedo ver quien es.

Me alejo de ese sitio e intento buscar un mejor angulo, pero al salir de la sala de estar y llegar al vestíbulo, escucho el sonido de las llantas del auto alejarse de aquí. Me asomo por los pequeños vitrales que están situados a los lados de la puerta y a la distancia veo las luces rojas del auto alejarse.




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