Un relámpago enseguida ilumina el cielo y en ese breve instante de luz, veo con claridad el cómo Julius apenas logra sujetarse únicamente con los dedos, así que no veo otra opción más que extenderle la mano y ayudarlo a subir, aunque por supuesto, sé que me arrepentiré de mi acto de cortesía.
De pronto, cuando Julius ha pisado el suelo estable del balcón, algunas gotas de lluvia gruesa comienza a caer sobre nosotros. Le miro un momento mientras él se recompone, alza la mirada y al ver sus ojos, me percato de que realmente parece afligido.
—Romy—le escucho pronunciar, pero su voz ahora me parece un insulto. Él no debería estar aquí y no solo por lo que me hizo, sino porque ese es nuestro destino, él es un Carusso y yo una Montteci, deberíamos odiarnos.
Me doy media vuelta, con la intención de volver a mi habitación, la lluvia ha comenzado a empapar mi pijama, pero al dar un único paso, su mano toma mi muñeca para detenerme. Me vuelvo hacia Julius, quien en realidad parece bastante triste,
—Por favor, déjame explicarte—súplica, pero enseguida aparto mi mano de un jalón.
—No hay necesidad, escuche perfectamente cuáles eran tus intenciones al acercarte a mí—murmuro con cierta rabia y él únicamente desvía la mirada lejos de mí— vete y por favor, si tienes un poco de decencia o dignidad, no vuelvas a acercarte a mí ni a Vittoria. ¿Entendiste?
Doy otro par de pasos, pero el muy imbécil se atreve a tomarme de nuevo de la muñeca, así que me vuelvo a él con la intención de darle una buena bofetada, pero al alzar la mano él fácilmente me detiene.
—Romy— le escucho decir— si, admito que dije todo eso frente al Sindaco Francesco, pero lo hice con la intención de protegerte,
—¿Protegerme?—pronuncio con sarcasmo— por favor, el único peligro aquí, eres tú.
—Escúchame, Romy—insiste, pero en ese mismo momento hago el esfuerzo por lograr librarme de su agarre, pero enseguida descubro que a pesar de que a simple vista no se nota que Julius sea fornido, si tiene la suficiente fuerza para lograr retenerme.
—Suéltame—le ordeno, pero él niega con la cabeza.
—No hasta que me escuches—le escucho susurrar.
—Suéltame o gritaré—le amenazo, pero él vuelve a negar con la cabeza.
—Si eso es lo que quieres, hazlo, no me importa que tu padre me descubra aquí, vine con el único objetivo de verte y no iré a ningún lado, hasta que me escuches, porque de otra forma voy a perderte.
Otro relámpago ilumina el balcón, al igual que el rostro empapado de Julius. De su cabello comienza a escurrir gotas de agua fría, aunque también puedo ver otro tipo de gotas, aunque dudo que se trate de agua de lluvia.
Trago saliva, quizás por instinto o porque no sé qué decir, así que me quedo en silencio, dándole ese único momento para hablar porque una vez que reaccione, una vez que vuelva a sobre pensar lo que escuche, no podré escucharlo.
—Si me acerque a ti fue porque quería encontrar una forma de tener paz en Verona— admite, aunque me parece que la voz firme que mostró antes, ahora parece inestable y endeble— a diferencia de mi familia, creí que había una forma de hacerlo, sin violencia y sin derramar sangre, por eso lo hice.
—¿Planeabas jugar con mis sentimientos?—logro decir temiendo que el nudo en mi garganta se convierta en llanto.
—No, yo no quería que eso pasara, por eso me acerque a Vittoria, quería conocerte y...
—¿Enamorarme?—musito con dolor— ¿Para evitar que me metiera en los asuntos de mi padre?
—No—suspira y niega con la cabeza mientras su mano va perdiendo fuerza en su agarre—aunque siendo sincero, eso quería... que te enamoraras de mí, pero no para evitar que fueras partícipe de los asuntos de tu familia, sino todo lo contrario. Romy, te lo dije antes, siendo tu la cabeza de tu familia, podríamos unirnos, los Carusso y los Montteci serían uno solo.
—Eres muy inteligente, Julius Carusso—le felicito, pero no de buena manera— debo admitir que estuviste a poco de convencerme, pero ahora veo que haces todo esto únicamente para tener el control de ambas familias ¿Verdad? ¡No lo haces por la paz, lo haces por codicia!
—Romy. ¿De qué hablas?—cuestiona desconcertado. Al percatarme de que ha perdido fuerza en su mano, logro zafarme y dar un par de pasos atrás para alejarme de él— jamás haría algo como eso, no de esa forma.
—¿Entonces porque lo haces?—grito olvidando que no deberíamos estar aquí, aunque gracias al cielo un fuerte estruendo, proveniente de un relámpago opaco el sonido de mi voz— dímelo.
—Por amor—informa, pero son dos simples palabras que no puedo creer, al menos eso es lo que me dicta mi lógica.
—Mentiras—logro decir, esta vez decidida a dejarlo ahí, a mitad de mi balcón para ya no verlo nunca más, pero cuando su mano toma de nuevo mi mano descubro que en realidad me alegra que lo diga, porque mi corazón no quiere odiarlo, pero siento que debo hacerlo.
—Me enamoré de ti
Intento alejarme, pero él prontamente se aproxima a mí, sus manos envuelven mi cintura, me acorrala, entre un muro y él, hasta que no puedo moverme. Lo miro fijamente, entre enojada y sorprendida, pero más que nada herida.
—Tenía miedo decirte todo esto, pero más miedo tengo de que no sientas lo mismo que yo y te alejes de mí.—susurra para que sus palabras se mezclen entre las gotas de lluvia y entre los relámpagos para que nadie más escuche sus palabras.
Y sin previo aviso, se inclina hacia mí, hacia mis labios, hasta tocarlos y aunque sé que debería detenerlo, abofetearlo, gritar o al menos alejarme de ahí, mi cuerpo hace lo que mi corazón desea ignorando a la razón.
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Editado: 14.11.2024