Romy y Julius

Capítulo 31

Cuando cierro la corriente del agua de la ducha, salgo sintiendo aún más extraña que cuando entre, de pronto siento que estoy despertando de un largo letargo en el que extrañamente desperté en la ducha de alguien más, me seco con la toalla limpia que esta junto a la ropa limpia, me seco con cierta lentitud, ya que, mi cuerpo aún se siente pesado y cansado como si no quisiera responderme.

Al terminar me miro al espejo, mi rostro esta desencajado por así decirlo, al ver mi reflejo, no puedo verme a mí misma, es como si viera a una desconocida ocupar mi cuerpo. Me impacta sobremanera ver lo demacrada que me veo, es como si hubiese envejecido en cuestión de horas, aunque realmente no sé cuánto tiempo ha pasado.

Es entonces que decido irme, pero al abrir la puerta, logro ver a Sofía y a si no mal recuerdo, su esposo Guido. Ambos se miran entre sí, parecen un poco nerviosos o quizás asustados, no sabría decirlo.

—¿Como te sientes?— me pregunta Sofía quien se ha mostrado muy comprensiva conmigo, camina hacia mí y me extiende una chaqueta. Imagino que es suya.

—Destruida—me sincero, no hay otra forma de describir lo que siento en mi interior e inevitablemente los ojos se me nublan en lágrimas.

—Será mejor que nos vayamos ahora, parece que algo esta pasando en la ciudad. Los Carusso se están movilizando— me informa Guido, él parece estar preparado para salir, lleva puesto un pantalón negro y una chaqueta de cuero, ademas de un par de guantes, sin olvidar que a un lado suyo, esta puesto sobre un sofá, un par de cascos.

—¿A qué te refieres con eso?— me atrevo a preguntar.

—Creo que Julius ya aviso a su familia que Leonardo esta muerto— expresa con cierta preocupación entonces entiendo la razón del porqué están tan nerviosos. Supongo que los Carusso quieren respuestas y el que yo esté aquí los pone en riesgo sabiendo que los únicos que se atreven a hacerles frente, son los Montteci.

—¿Julius se ha comunicado con ustedes?—cuestiono enseguida esperanzada en que alguno de los dos podría darme noticias sobre el asunto, pero mi pregunta parece intranquilizar a Guido.

—No— responde su esposa— pero es fácil deducir quien allá afuera es un Carusso. El festival de musical fue suspendido y el área ya fue acordonada, pero los que custodia el sitio no son policías.

—Toma—expresa Guido mientras me lanza uno de los cascos— intentaremos sacarte de aquí antes de las cosas se pongan aún más tensas.

Por supuesto logro tomar el casco antes de que se me caiga de las manos como supuse que pasaría, ya que, recién mi cuerpo comienza a responderme. Pienso que tal vez es la adrenalina que aún sigue por mi torrente sanguíneo la que me hace moverme, pero no lo sé con exactitud.

—Gracias—logro decir, pero mi agradecimiento suena falso, sin sentimiento y vació.

—Agradece cuando te saquemos de aquí—expresa Guido y me parece que ahora en su tono de voz hay cierta molestia, quizás por lo que esta a punto de hacer. Esta poniendo a su familia en peligro únicamente para sacarme de este lado de la ciudad. ¿Que pasaría si nos descubren?

Enseguida Sofía se me aproxima y me ayuda a colocarme el casco que su esposo me lanzo, cuando mi cabeza entra, logro notar un aroma peculiar, como un aroma floral, así que deduzco que ese casco le pertenece a ella.

—Sigue a Guido y haz todo lo que te diga, no te quites el casco hasta que salgas de nuestro lado de la ciudad—me indica y me parece que intenta sonreír, quizás para animarme y darme valor, pero ahora precisamente carezco de ese sentimiento.

Asiento y entonces cuando ella ajusta el casco a mi cabeza, baja un visor oscuro que apenas me permite ver lo que hay a mi alrededor, parece que este casco es especial para usar ante la luz directa del sol.

Sofía me ayuda a bajar al primer piso, pero no salimos por la puerta principal, sino que usamos otro camino, una salida trasera que nos lleva hacia un callejón en donde se encuentra estacionada una motocicleta negra, bastante similar a la que le vi a Julius.

Guido se monta en ella, la prepara y la enciende, sin embargo, con las pocas fuerzas que tengo dudo en poder sostenerme fuerte de él, por lo que dudo un segundo en subir.

—Anda, sube— me anima Sofía— cuando Guido te deje con tu chofer le haremos saber a Julius que estás a salvo.

Asiento y hago lo que me dice, aunque realmente por ahora quien ocupa mis pensamientos de Vittoria, mi Vittoria a quien ya jamás volveré a ver.

Una vez arriba de la motocicleta, me aferro al dorso de Guido y él arranca lejos de aquel lugar lo más rápido que puede que ni siquiera me da tiempo de despedirme de Sofía, no sé cuándo volveré a verla para agradecerle todo lo que han hecho por mí o siquiera si volveré a verlos.

—¿Hacia donde?—grita Guido a pesar de que apenas hemos cruzado un par de calles, así que me veo forzada a gritar que únicamente me deje lo más cerca posible de la plaza central de Verona, la cual creo suponer que todos en esta ciudad la conocemos.

Guido asiente y al menos por un par de calles más, avanzamos sin ningún contratiempo, hasta que en nos topamos en un semáforo que se encuentra en color rojo, sin embargo, cuando él se detiene nos damos cuenta de que en realidad han sido los Carusso quienes han detenido el tráfico saboteando el funcionamiento de los semáforos, justo unas calles antes de salir de aquí.

—Quitate el casco—le ordena un hombre con chaqueta de cuero de color beige, camiseta de cuello largo de color marrón y pantalones oscuros. El hombre hace un gesto de traer algo detrás de la espalda baja, quizás un arma, por lo que Guido obedece al instante.

—¿Qué sucede?— les responde con tranquilidad. Cuando Guido se quita el casco aquel hombre parece reconocerlo.

—Creemos que acaban de declararnos la guerra—le confiesa, aunque sé bien que eso es una mentira.

—¿Como es eso posible?—dice Guido siguiéndoles la corriente.

—¿No se supone que eres la mano derecha del hijo del jefe? ¿Como es que no sabes?—le cuestionan y esas palabras me tensan, solo entonces el tipo gira en mi dirección—¿Adonde van?




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