Romy y Julius

Capítulo 32

Llueve y entiendo por qué, el mundo sin Vittoria ha perdido un poco de su brillo. Camino detrás de mi padre hasta el agujero cavado en el suelo donde bajan poco a poco el féretro de mí quería Vittoria, mi prima o mejor dicho mi hermana, mi querida amiga.

Tomo un poco de tierra de una pequeña caja de plata en el que han dejado un poco de tierra para que sus familiares puedan despedirse de ella debidamente. Miro el fondo donde su caja de madera y su cuerpo ya sin vida. Al mirar la tierra en mis manos aún me parece tenerlas húmedas, empapadas en la sangre de Vittoria.

No he podido dormir desde aquel día, de repente al cerrar los ojos, de nuevo me encuentro en aquella iglesia vacía, arrodillada con un charco de sangre formándose debajo de Vittoria mientras sus ojos pierde su brillo.

Aprieto el puño de tierra en mis manos al recordar quien fue el culpable de todo esto. Leonardo. Es una lástima que este muerto, Julius fue muy compasivo con él al meter una bala en su cabeza, no sintió dolor cuando lo que bien merecía era una muerte lenta y sumamente dolorosa.

—Espero te pudras en el infierno, Leonardo—maldigo el nombre del asesino de Vittoria mientras arrojo la tierra en mi mano a la caja que se convertirá en su último lugar de descanso.

A lo lejos escucho el llanto de mi tía Marcella, es un llanto que me quema el alma y lo peor es que ni siquiera puedo imitarla para desahogar esto que siento en el pecho, muero cada segundo un poco más, pero mi alma no abandona este cuerpo, sino todo lo contrario, mi alma se aferra a la vida. Respirar es una tortura, pero es mi castigo, es la pena con la que tendré que cargar por haberme enamorado de un Carusso.

Vuelvo a mi lugar a dos lugares de donde se encuentra mi padre, él conversa con Antonio, uno de los hombres más allegados de mi padre y quien se rumora, hace los trabajos sucios por él. Vittoria me lo dijo una vez, pero nunca lo crei, pero verlo el día de hoy, justamente aquí, en el funeral de Vittoria me hace pensar que fui una ingenua al pensar que mi padre no tenía la capacidad de ordenar la muerte de alguien, pero ahora que Leonardo esta muerto. ¿Quien pagara por la muerte de Vittoria?

La calma de la que alguna vez gozo la ciudad ha desaparecido. Hay disturbios en todas partes, tiroteos, saqueos, muertes que ambas familias han ocasionado en reclamo por cada muerte, la de Vittoria y la del maldito de Leonardo, esa es la excusa perfecta, pero en realidad la gente de Verona sabia que solo era cuestión de tiempo para que la mecha de la guerra fuese encendida y eso ya paso.

Cuando comienzan a enterrar el féretro y el servicio fúnebre ha terminado, las personas comienzan a abandonar el cementerio familiar. La última vez que vine fue en el aniversario luctuoso de mi madre antes de irme a la universidad, en aquel entonces no había tanta seguridad como ahora, sin embargo, esta fue la única forma de que pudiéramos despedirnos debidamente de Vittoria, porque desde que la guerra comenzó, hay toque de queda porque es muy peligroso estar en Verona una vez que se oculta el sol.

Mi padre acompaña a su hermana del brazo para ayudarla a andar por el camino empedrado del viejo cementerio. No ha comido nada, apenas quiso salir de la casa, realmente no sé si realmente podrá recuperarse o al menos resignarse a que Vittoria ahora nos cuida desde el cielo.

Camino detrás de ellos hasta que en cierto momento recibo un mensaje, así que me detengo, temiendo que se trate de Julius. Tenemos mucho que discutir sobre lo que sucedió aquel día, tengo muchas preguntas por hacerle, pero tal y como esta la ciudad no creo poder verlo sin que alguien se dé cuenta, no obstante, al revisar la notificación en mi pantalla, descubro que se trata de un mensaje de Alessandro:

La muerte de Vittoria no es tu culpa. Trata de dormir, la nonna me ha dicho que ha visto la luz de tu habitación encendida por las noches, temo que tu salud se deteriore, sé que a Vittoria no le gustaría verte tal y como estás. No deberías pensar en su muerte, sino en su vida y lo que significo para todos nosotros. Estoy muy preocupado por ti.

No tengo el ánimo para responder enseguida, pero ese corto mensaje es suficiente para aliviar un poco de mi pena. Mi lágrimas fluyen por mis mejillas, mientras pienso en lo que Vittoria haría para mejorar mi humor, seguro que me habría hecho muchas bromas y me habría contado chismes solo para distraerme y tal vez me habría llevado a la plaza por un gelato para poder hablar con libertad sin temor a que la nonna nos escuchara.

Esos pensamientos me dan un poco de paz mientras me apresuro a llegar al auto donde Alonzo me espera junto con un par de guardias que ahora nos acompañan. Esto se ha vuelto una completa pesadilla de la que me gustaría despertar y ver de nuevo a Vittoria entrar en mi habitación siendo tan impertinente tal y como lo era.

Mientras Alonzo conduce de vuelta a casa, observo el auto de enfrente, en él se encuentra mi padre y más adelante, quien guia la caravana, es el auto de la tía Marcella. Mi padre no quiere que se quede en su casa, sola, conociendo el estado de ánimo en el que se encuentra, así que ahora vive con nosotros.

Luego de veinte minutos de camino, mi padre se apresura a ir con su hermana para ayudarla a bajar y probablemente subir a la casa y quizás a su habitación. En otras circunstancias, yo estaría ahí, junto a ella, pero simplemente no puedo, no me siento digna de tocarla, porque la culpable de su muerte, soy yo.

Sigo a mi familia al interior, pero me aparto para ir a mi habitación, el único lugar donde puedo sufrir sin que la vergüenza se apodere de mí, ahí en la secreto, puedo sufrir y llorar la muerte de Vittoria.

Luego de quitarme los zapatos, caigo en mi cama y cierro los ojos con la intención de conciliar el sueño a pesar de qué mis lágrimas caen y resbalan por mi piel hacia la manta de mi cama. Mientras pasa el tiempo, mis parpados comienzan a ceder ante la gravedad, pero enseguida escucho que alguien llama a mi puerta, por lo que instintivamente me limpio las lágrimas del rostro.




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