Romy y Julius

Capítulo 33

Cuando llego a la primera planta, camino con sigilo hacia el jardín, aunque en ese lugar me encuentro con los primeros guardias que han tomado su puesto, así que me obligo a regresar y esconderme en un par de arbustos de hierbas de olor que la nonna suele usar para cocinar. Cuando pasan sin notar mi delgada presencia. Me levanto de mi lugar para poder cruzar el jardín de rosas y poder tomar el camino hacia la puerta trasera. Aquí claramente no tengo el menor problema, a pesar de que se supone que se ha intensificado la seguridad, pero se supone que con un muro tan alto y un equipo vigilando las veinticuatro horas del día, no habrá mayor problema si llegaran a entrar, pero si Julius pudo hacerlo, creo que lo mínimo que puedo hacer es salir de aquí.

No muy lejos de la puerta, recuerdo que para salir o entrar, alguien debe abrirme la puerta desde la sala de seguridad y aunque llegara y ordenara que la abrieran para mí, es más que seguro que mi padre ya ha dado órdenes de que ni siquiera yo pueda pasar o incluso se vean obligados a avisarle de mi presencia una vez que me vean, así que al mirar uno de los árboles no muy lejanos, creo poder escalarlo y así bajar por el muro, aunque no sé exactamente como.

Subo el arbol que me parece el más alto, aunque su copa no llega muy lejos, precisamente por seguridad, para que nadie se atreva a utilizar la naturaleza en nuestra contra, pero mientras busco una manera de llegar hasta el muro me encuentro con una cuerda que esta enredada por la copa del arbol y al ver una especie de gancho intuyo que esta fue la manera en como Julius entro a la casa sin que nadie lo notara. Escalo el muro, bajo por el árbol y supongo que fue muy fácil para él, el burlar a los guardias y subir hasta el balcón de mi habitación.

Es una enorme coincidencia encontrar esto, en este preciso momento, pero supongo que puedo aprovecharlo. Tomo la cuerda y el gancho, para después asegurarlo a una rama bastante gruesa, para más tarde arrojar la cuerda al otro lado del muro. La sujeto con fuerza mientras trato de alcanzar con el brazo, el muro y aunque hacerlo me cuesta un golpe, logro apoyarme lo suficiente para subir mi cuerpo hasta la orilla. Estando ahí me doy cuenta de que esta muy alto y que de no tener cuidado podría caerme, pero al no tener otra opción, tomo la cuerda, la cruzo por mi pierna para comenzar a descender con cuidado tal y como lo vi en una ocasión en unas vacaciones. Claro que mi técnica no es la mejor y tampoco tengo el equipo necesario porque termino con las manos raspadas debido a la fricción y con la pierna un tanto lastimada por mi propio peso, pero al final no solo logro llegar al suelo, sana y salva, sino que una vez que me libero de la cuerda, comienzo a correr con la intención de ver a Julius una última vez.

Corro por las calles de Verona, nunca en la vida las vi así de vacías, parece una ciudad fantasma, es como si toda la alegría de la ciudad hubiese muerto junto con Vittoria. Ni las discotecas o bares están abiertos. La única actividad que logro ver a la distancia, son las luces y el sonido de las patrullas al recorrer la ciudad en busca de alguna señal de alarma.

Me escabullo, entre los callejones más oscuros, entre los basureros y las ratas, porque a mi parecer son los lugares más seguros, donde puedo ocultarme de los Carusso que rondan la ciudad en busca de problemas o mejor dicho, de venganza.

Ante la falta de transporte, lo único que me queda es seguir corriendo, elevando plegarias al cielo en silencio que nadie me vea mientras trato de llegar al lugar de encuentro. Tardo una hora, pero pensándolo bien, habría sido más tiempo de no haber cortado camino por el río y cruzado el puente para llegar a este lugar.

Me escondo detrás de un arbol mientras trato de visualizar en la oscuridad si lo que Julius menciono es verdad y al menos al no ver a nadie cerca, me hace creer que él me dijo la verdad. Contemplo la basílica de San Zeno desde donde me encuentro, hay tenues luces colocadas en el suelo para iluminar su fachada. En cierto momento observo una luz que proviene del interior del templo, alguien ha salido de ahí, pero lo ha hecho tan sutilmente que ni siquiera escuche el sonido de la puerta.

Mientras esa persona avanza, me percato que se trata de Julius, lleva puesto un traje negro, junto con una camisa y una corbata negra, el atuendo perfecto para ir a un funeral. En la mano, lleva un pequeño ramo de rosas. Algo bastante extraño, aunque quizás muy típico de él.

Reviso una vez más si hay alguien por ahí, en la oscuridad, pero después de unos segundos en silencio, lo único que se escucha es el sonido del viento y el crujir de las hojas de los árboles.

Dudosa, contemplo a Julius por un momento, en su rostro no veo ningún tipo de nerviosismo o duda, aunque si parece un tanto afligido. Enseguida recuerdo que fue él quien detuvo a Leonardo de continuar con su masacre, de no haberlo asesinado, mi familia hubiese enterrado dos cuerpos aquella tarde. Algo en su rostro logra conmoverme, así que enseguida salgo de mi escondite y camino a su encuentro.

Cuando él nota mi presencia se acerca a mí, trata de sonreír como lo ha hecho en cada ocasión en que nos encontramos.

—Julius...—intento decir cuando él tomó mi mano, pero con la otra toma mi boca con un dedo indicando que no deberíamos hablar en aquel lugar.

—Te llevaré a un lugar más seguro—susurra y entonces comienza a caminar hacia el interior de la basílica. Abre la puerta y se asegura de mirar si no nadie nos ha seguido. Eso en cierta forma me tranquiliza, imagino que él también debió escapar de casa para encontrarse conmigo.

El que alguien tan importante de los Carusso este fuera de su territorio cuando hay tanta tensión entre ambas familias no es para nada bueno, aunque yo también me he arriesgado más de lo debido para verlo.

En el interior del sitio se puede percibir el aroma que los fieles dejan como peticiones a los santos, una luz o una esperanza que ilumine sus vidas, me pregunto si yo también debería hacer eso. Desde que murió Vittoria, ni siquiera me he animado a elevar una plegaria por ella, quizás por vergüenza o simplemente he perdido la fe.




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