Rosas Azules.

Capítulo 1:

La flor sin dueño.

Mizuki volvió a revisar de reojo la carta, viendo que el tren que tenía que tomar salía a las 9:00 p. m.

Le parecía una hora peculiar a la cual partir,

pero tenía un deseo inmenso de descubrir lo que era.

Se supone que la escuela es para jóvenes “especiales”, pero no sabe qué tendría ella de especial.

Al final empacó sus maletas y ese broche que tanto amaba en forma de una rosa,

algo simbólico para ella.

Se dirigió a la estación del tren en el frío que no congelaba, pero definitivamente no hacía calor.

Cuando llegó el tren, un escalofrío la recorrió por cada rincón; simplemente entregó la carta,

y el conductor asintió con la cabeza.

Aquel tren era silencioso, solitario, pero sabía que no estaba sola.

Veía cómo pasaban árboles, montañas, y el aire húmedo de afuera.

Se percató de que uno de sus mechones estaba cambiando de color.

No era algo exagerado,

pero claramente no era su cabello como si fuera ajeno,

pero hecho para ella.

Recordó las palabras en la carta: “Al fin floreciste. Te esperamos.”

Pensó en lo que había dejado atrás, algo diferente iba a suceder esta vez.

Tampoco había mucho que tuviera en el lugar que estaba,

pero ella sabía que algo —o alguien— la esperaba.

Tal vez en esas cuatro paredes blancas tan simples,

de repente sintió una extraña curiosidad de querer pintarlas.

Tiene miedo, nervios, curiosidad de lo que va a venir.

—Espero que esta vez me cosechen y me rieguen… —murmuró.

Cerró los ojos y descansó.

El tren se había detenido.

Era de madrugada. Se bajó y sintió el inmenso frío del exterior,

como si el denso bosque fuese un hospital,

un carruaje tenebroso abrió sus puertas.

Era una invitación.

El conductor no se dejaba ver el rostro,

pero tampoco quiso hacer el esfuerzo de mirarlo.

Al llegar se vio un gran portón,

una gran reja que era tenebrosa y a la vez acogedora.

Unas grandes letras al rededor que decían:

"Bienvenidos a la Institución Lirio".

Una mujer la recibió

Era pálida como una muñeca de porcelana,

un cuello tortuga negro,

una mirada tranquila y a la vez filosa,

pelo negro y ojos grises.

—Señorita Mizuki, la estábamos esperando. —

Nunca dijo su nombre, pero es como si ya la conociera.

Su mechón cada vez se fue tornando de un color azul grisáceo.

Sentía un cosquilleo, pero no lo sabía,

y como un tatuaje, al entrar se formó una rosa en el pecho.

Aunque no tenía color, algo estaba cambiando.

Pero no lo sabía, como si estuviera en un cuerpo que no era el suyo.

La lleva a su habitación designada y le dice:

—Tienes una semana.

—¿Una semana… de qué?

—Para conseguir posada.

—¿Y si no encuentro a nadie?

—No va a querer saber lo que pasa…

Antes de entrar a su habitación, se sentía observada.

Había algo, o más bien alguien, mirando desde lejos.

Y lo vio: era él, la observaba.

Y aunque estuviera lejos, sintió un susurro:

> “Tú… hueles distinto.”



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En el texto hay: misterio, búsqueda de identidad

Editado: 09.07.2025

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