El chico de ojos grises
Después de recorrer un largo camino llegamos a nuestro destino.
"No puedo creerlo"
No puedo creer que Adams me haya traído a una fiesta en medio de un bosque. Está más que claro que ese pendejo nunca aprenderá la lección. Bajo del auto y Adams se aleja para estacionarlo en algún rincón oscuro. El ambiente, a pesar de ser una fiesta en medio del bosque, no me impresiona. La luna, apenas un delgado arco plateado, se asoma entre las ramas de los árboles, como si también quisiera ser parte de esta misteriosa fiesta en medio de la nada. El aire huele a tierra húmeda y a incienso, una extraña combinación que me hace sentir como si estuviera en un cruce entre lo terrenal y lo esotérico.
Camino despacio, observando la variopinta multitud. Algunos fuman, otros beben, y hay quienes parecen necesitar un hotel de urgencia. Las risas se mezclan con el crujir de las hojas bajo mis pies. Las luces parpadeantes de las linternas y las velas crean sombras danzantes en los troncos de los árboles. ¿Quiénes son estas personas? ¿Que los ha llevado hasta aquí, a este rincón apartando de la civilización? Me acerco a un grupo que está sentado alrededor de una fogata improvisada. Sus rostros están iluminados por el fuego, y sus ojos revelan lo tomados que están. Una mujer con cabello largo y oscuro toca una guitarra, su voz melancólica se funde con el crepitar de las llamas. Alguien más tararea una canción antigua, y el resto escucha en silencio, como si estuvieran atrapados en un hechizo o mas bien en el hechizo del alcohol. Adams regresa, con una sonrisa enigmática, y me ofrece una copa. “Bienvenido al corazón del bosque”, dice. Y yo, con una mezcla de curiosidad y aprehensión, brindo por lo desconocido y por lo que se avecina.
Ingerí el líquido del vaso y sentí un ardor abrasador en mi garganta. - “¿Qué es esto, Adams?”- pregunté, tosiendo. Adams me reveló el nombre de la bebida con una sonrisa. A medida que el ardor disminuía, comencé a disfrutar de la fiesta junto a mi mejor amigo. Las horas pasaron volando. El ambiente mejoro y seguí tomando lo que sea que me esté sirviendo Adams.
Noté que mi amigo estaba inquieto, así que le pregunté qué sucedía. Con una mirada nerviosa, me confesó que había invitado a alguien a la fiesta, pero esa persona aún no había llegado. Justo en ese momento, vi a dos chicas acercándose hacia nosotros. No podía ser real. Era ella, la misma chica a la que le había tirado los libros por accidente en la secundaria. Mi corazón latía con fuerza mientras intentaba procesar la coincidencia. ¿Cómo era posible que nos encontráramos aquí, en medio de esta fiesta? Las palabras se atascaron en mi garganta, y mi mente se debatía entre la sorpresa y la incredulidad. ¿Qué haría ahora? Miro a Adams incrédulo este era su plan desde el principio.
Las chicas llegan a nuestro lado y puedo ver la cara de sorpresa que lleva aquella chica del casillero. Ambas vestían Jersey negros, pero sus atuendos divergían en los detalles. La chica del casillero tenía su cabello recogido en un moño, mientras que su amiga lo dejaba suelto, como una cascada de ébano.
Ella estaba a punto de hablar cuando escuchamos las sirenas de la policía.
Esto tiene que ser una broma…
Veo a todos correr en dirección a sus autos, motos o a donde puedan correr.
Miro a Adams indicándole con la mirada que hay que correr.