Aunque la idea de vivir en el infierno suene trágica y desesperante, no era ni una ni la otra. Durante el año que duro el entrenamiento pude tener mi propia cabaña con vista al lago, tres comidas al día y una buena relación con mis compañeros con quienes pude pasar mis días puliendo mis habilidades como guerrera.
Aprendí desde cero a controlar mi nuevo cuerpo que era más fuerte y ligero de lo que esperaba, según Abel todos cuerpos demoniacos eran creados con fines diferentes y por lo cual, había que explotarlos para conocer por completo sus habilidades.
-Observa a tu alrededor- me dijo una tarde durante uno de los descansos, era costumbre para nosotros sentarnos en el suelo seco mirando al lago luego de lavar el sudor de nuestra frente en él. –Hay habilidades visibles y otras que descubres al conocerlos, esas son las más peligrosas
Señalo a un grupo de chicos que entrenaban combate cuerpo a cuerpo a unos cuantos metros de nosotros, todos tenían un rasgo particular en común: unas alas de piel negras como las de unos murciélagos se expandían por sus espaldas.
-Las alas suelen significar que naciste para ser soldado, aunque tu habilidad puede variar a partir de eso
-¿Y cuál es tu habilidad? –No podía despegar mi vista de esos chicos, no podía negar mis celos ya Satán no había agregado un par de esas a mi cuerpo demoniaco
Mi relación con él era mucho más cercana que el primer día, el parecía mucho más a gusto con mi presencia y había descubierto muchas cosas sobre él desde entonces.
- Mi fin es ser un líder, por lo cual mi habilidad es el control mental, puedo meter ordenes dentro de tu cabeza que no podrás desobedecer y si lo logras, te costara una muerte cerebral.
Me estremecí de solo pensarlo y él se dio cuenta.
-¿Significa que puedes obligar a alguien a hacer cualquier cosa?
Me dedico una sonrisa paciente y explico con calma.
-No lo diría de esa manera, digamos que les doy dos opciones y deben elegir sabiamente: "Me traes la información o no podrás ingerir ningún líquido" es un ejemplo perfecto, no lo obligo a decirme nada pero su cuerpo no obedecerá hasta entonces.
-¿Y si intenta hacerlo igualmente? –Me atreví a preguntar
-En un caso como ese, simplemente no podrás, pero si quieres decir algo de lo que te he prohibido hablar, tu cerebro morirá antes de que puedas decir una palabra.
Era una habilidad útil pero increíblemente delicada, esperaba que jamás tuviera que usarla conmigo
-Solo lo uso en emergencias, no es agradable pensar que la gente hace lo que dices por miedo u obligación, prefiero que lo hagan por respeto.
Había algo especial en Abel y lo había notado desde el primer día de entrenamiento, era mucho más humano de lo que le gustaría admitir. Aunque por fuera era correcto y serio no dejaba de cuidar a sus alumnos e incluso podía ser amistoso fuera de las horas de trabajo.
-¿Y cuándo sabré cual es mi habilidad?
-Para eso no hay un momento específico, hay demonios que lo descubren al recibir su cuerpo o que lo heredan de sus padres y otros que jamás lo descubren y viven como trabajadores en Neraka.
Baje la mirada al pensar en esa posibilidad, no estaba dispuesta a pasar la eternidad arando la tierra o picando piedra en las montañas como pasatiempo.
-¿Y si yo no la encuentro que pasara conmigo?
Se quedó en silencio un segundo mirando el horizonte como si buscara las palabras adecuadas para explicarme la situación.
-Fuiste un alma rescatada del infierno porque Satanás vio potencial de guerrera, no naciste con sangre demoniaca, por lo que de no cumplir con sus expectativas... volverás a tu círculo...
Círculos... quien diría que el infierno que Dante relataba en sus libros era el verdadero y no el que el mesías predijo en La Biblia. Para cada pecador hay un círculo donde por gravedad podrías ser condenado a pasar la eternidad sumergido en sangre hirviendo, arrastrando kilos de oro o incluso conviviendo con serpientes.
Al ver mi cara de preocupación me dio un golpe amistoso en el hombro.
-No te preocupes, eres mi responsabilidad ¿recuerdas? Te prometo que sacare tu habilidad cueste lo que cueste.
Asentí un poco más animada intentando disimular el miedo que me había provocado y me puse de pie estirando un poco las piernas.
-Hay que volver a trabajar ¿no te parece? No quiero arriesgarme a tener que ir al infierno humano, vivir como demonio es más divertido.
Y con una sonrisa volvimos a entrenar sin saber que esa misma tarde todo daría un giro inesperado.