Rossetta

Angel y Demonio

La gente caminaba en multitudes y el pequeño Rob, seguía a su madre con una protesta interna que sabía no podía demostrar. El espacio demasiado pequeño, indigno para alguien como él.

La liviandad del aire, en este paisaje extraño produjo en Rob un inesperado anhelo por su hogar, que se iba evaporando mientras crecía su curiosidad, de querer conocer este raro espacio lleno de gente que a simple vista mostraban su inutilidad e insignificancia.

Agatha no mostraba ni una señal que le explicase a su hijo la presencia de los dos entre estos seres, mientras Rob apenas toleraba ser rosado por los cuerpos de quienes se le cruzaban. Sosegando su espíritu Rob abría su mente, niños de todas las edades por todos lados no era algo a lo que él estaba acostumbrado. Su madre con postura recta y altiva, disimulaba a la perfección el desagrado de tanto atochamiento de gente, y así, siguieron avanzando entre un pasillo angosto, para luego ingresar al recinto educacional, donde al centro de un patio techado, se escuchaban las primeras gotas de lluvia anunciadas para el día anterior. El ruido del agua sobre el techo atenuaba la voz de la directora, que se esmeraba en dar la bienvenida a los estudiantes en este nuevo año escolar, mientras Rob reía irónicamente ante las filas absurdas en las cuales por indicación de su madre él se debía colocar, pensando que era una tamaña estupidez enfilarse como sirviente a la espera de la orden de algún amo, y para colmo, debía seguir esquivando a los que se empujaban unos con otros. Con la mirada perdida en el sonido de la lluvia, Rob esperaba su destino, como tantos, como todos, a cada día él sabía que debía crecer, y a tan corta edad tenía claro que en la vida que no se podía retroceder, por lo que debía seguir adelante con todo, para ser al que no pudiesen aniquilar.

Agatha rompiendo el silencio le dice.

  • ¡Mi querido! Los primeros años de crecimiento, son lo más importantes.
  • Madre ¿Para qué, me traes aquí?
  • Te ordeno que no los dañes, y sobre todo, nunca te alejes de esa niña ¡Entiendes!

Agatha al instante señala con el dedo, a una chiquilla que a pocos metros reía colgada del brazo de sus amigas. Rob no necesito más palabras para marcarla en su mente, y cuando hubo hecho esto, supo que su madre ya no estaba junto a él.

Fue en un micro espacio de tiempo, en el que por primera vez Rob se sintió crecer, quedando solo y expuesto, se vio obligado a permanecer junto a quienes eran solo juguetes entre el cielo y el infierno.

Con el impulso de la retirada de su madre, Rob avanza sin voltear pues a su corta edad contaba con la fortaleza para lo cual lo habían educado. Las órdenes ya estaban dadas, desde que se la señalaron no la perdió de vista. El primer paso le era difícil, cuestionándose qué tipo de cercanía debía lograr con ella, mirándola trataba de comprender qué importancia tendría esta niña, cuando lo más llamativo era la cantidad de chicos a su alrededor.

Inmerso en sus pensamientos Rob, no se da cuenta de los muchachos que se aproximan a él.

  • ¡Hola! Soy Laura y Nelson es mi novio – le dicen.
  • Ustedes ¿Qué hacen aquí? – les pregunta Rob – Esto, no tiene sentido.
  • Nuestros padres nos trajeron – le responden – Debemos estar para ella.
  • ¡Esto cobra más interés! – exclama Rob – Y como planean acercársele.
  • ¡Simple! – le dice Laura sonriendo.

Sin darse cuenta, del momento en que fue sostenido, Rob es arrastrado de su mano. Y asombrado miraba a Nelson, que se mantenía en silencio mientras lo seguía sujetado por la otra mano de Laura.

Rob no supo cómo reaccionar, ante la osadía de esta chica de menor cuna, quien sin temor a escarmiento lo deja frente a frente con la niña de coleta. La situación no podía ser mejor, a pesar de no estar a gusto con la presencia de sus coterráneos, Rob decidió permitirles participar junto a él, en esta extraña encomienda de sus progenitores.

Laura con impulsividad saluda.

  • ¡Hola! Nuestros padres nos encargaron, que estemos junto a ti ¿Tendrías algún problema con eso?

Rob se reía para sí mismo, tanto se había demorado en pensar algo tan simple. Ahora estando tan cerca, trato de buscar algo que destacase a esta niña, por más que la miro, solo se encontró con una simple humana sin nada de valor.

Rossetta sorprendida, con la llegada de estos niños desconocidos junto a ella, responde sin pensar.

  • ¡Por supuesto! Podemos ser grandes amigos…

Se nota el pasar de los años.




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