Rostros de papel

Capítulo #1 – El libro en el árbol

Stefany ajustó su mochila sobre los hombros, echando un último vistazo a la cafetería para asegurarse de no olvidar nada. Todo estaba en orden, así que comenzó su viaje. 


—¡¡Miércoles!!, estoy llegando tarde —murmuró, lanzándole una mueca a su celular. 


Apresuró el paso, esquivando a cada persona que aparecía en su camino, sin olvidar saludar a los vecinos con una sonrisa rápida y un saludo breve. 


—Lo voy a lograr, lo voy a lograr —se repetía a sí misma, como si las palabras pudieran darle alas. 
Después de varios minutos esquivando a los transeúntes como un gato ágil, finalmente llegó a su destino.  


—Al fin... lo logré… llegué a tiempo —jadeó, usando la puerta del restaurante como apoyo mientras recuperaba el aliento. 


Antes de entrar, se miró en la cámara de su celular y trató de arreglarse lo mejor posible; sin embargo, su cabello seguía siendo un desastre. 


—¡Justo ahora me vas a llamar! —murmuró al ver la llamada entrante de su amiga Alisson. 


—¿Dónde estás, Any? Dime si te vas a tardar, por favor. 


—Estoy justo en la entrada. 


—Va, cuelgo. 


Tras hacer lo posible por mejorar su apariencia, Stefany entró al restaurante. Caminó por un pasillo medianamente largo, donde varias personas disfrutaban de su comida, pero su vista se centró en un grupito de tres personas en la esquina más alejada de la puerta. 


—¡Hola Any! ¡Pensamos que ibas a llegar tarde! —exclamó Diego, moviendo los brazos frenéticamente. 


—Cálmate, por favor, hay más gente que intenta comer tranquila —intervino Alisson, tratando de calmar a su entusiasta novio. 


—Déjalo ser, Alisson. Es parte de su encanto —añadió Nathan con voz serena. 


Stefany avanzó con cuidado, intentando no golpear a nadie con su mochila. Aunque el restaurante era amplio, sus movimientos torpes lo hacían parecer más pequeño. Varias veces casi golpea a algún comensal. 


—Disculpen la tardanza, tuve que hacer cierre de caja hoy —dijo Stefany al tomar asiento. 


—No te preocupes, así tuve más tiempo de estar a solas con mi hermosa Alisson, mi princesa —respondió Diego, mirando a su novia con adoración. 


Inmediatamente, Stefany sintió las miradas de varios comensales dirigirse a su mesa. Susurros comentaban lo empalagoso que se veía Diego. 


—Dios mío, voy a morir de diabetes si los sigo viendo —bromeó Nathan, haciendo una mueca de asco antes de reírse. 


—¿Qué tal si nos dices la razón por la que nos reuniste a todos, amor? —añadió Nathan, tomando las manos de Stefany. 


Sonrojada y nerviosa, Stefany tartamudeó. —Eeehh… es qUe… la rAzóN es… 


Las palabras no le salían, así que respiró profundamente un par de veces. 


—Primero acérquense bien para que no nos escuchen las demás personas. 


El grupo se acercó, formando una pequeña conspiración alrededor de Stefany. 


—Verán, el otro día encontré un libro colgando en uno de los árboles afuera de la cafetería donde trabajo… 


—No jodas, ¿nos trajiste aquí para hablar de un libro? —interrumpió Diego. 


—Haz silencio, que aún no acaba de hablar —dijo Nathan, llevando un dedo a los labios. 


—Como les decía, encontré un libro colgando del árbol. Lo extraño es que cuando empecé a leerlo, descubrí que los personajes del libro aparecían en la vida real. 
Sacó el libro de su mochila, mostrando la portada antigua y las páginas desgastadas. 


—Déjame ver si entiendo, amor. ¿Nos hiciste venir a este restaurante para contarnos sobre un libro que trae a la vida a los personajes? ¿Es eso lo que estás diciendo? —preguntó Nathan, mirándola directamente a los ojos. 


Stefany asintió y abrió el libro en una página marcada con una cinta roja. 


—Miren, en esta página se habla sobre el protagonista, Alejandro, que se supone va a venir a un restaurante que tiene la misma descripción que este. 


Los tres amigos intercambiaron miradas incrédulas. 


—Perdona, pero no entiendo qué tiene que ver que este restaurante y el restaurante del libro se parezcan —dijo Alisson finalmente. 


—Sé que suena loco, pero por favor créanme —suplicó Stefany, agarrando el libro con fuerza. 


—Leí las primeras páginas por curiosidad, y describían una tienda de dulces igual a mi tienda favorita… 


—¿Te refieres a CandyLand? —preguntó Nathan. 


—No, cariño, me refiero a Sugarshop. —respondió

 Stefany, mientras Alisson y Diego miraban incómodos a Nathan. 


—Como decía, la tienda era igual a Sugarshop. Fui a comprar dulces y ahí lo vi, vi a Alejandro entrar a la tienda… 


—Puede que solo hayan sido personas parecidas o que tu mente te estuviera jugando una broma —mencionó Diego antes de inclinar su cabeza hacia los hombros de Alisson. 


Ante el escepticismo general, Stefany abrió el libro en una de las primeras páginas. 


—Como veo que no me van a creer, les voy a leer la descripción que da el libro sobre Alejandro: 
‘Un chico medianamente alto, pero que debido a su chaqueta de mezclilla más grande de lo que debería, lo hace parecer unos centímetros más bajo. Su cabello castaño rizado y desarreglado que llega hasta sus hombros. Un chico con una mirada triste, seria y pensativa al mismo tiempo. Es muy difícil de describirlo, pero si tuviera que hacerlo en una sola palabra diría que es solitario.’ 


Los demás seguían incrédulos, con preguntas surgiendo en sus mentes acerca de lo que Stefany les decía. 


—Esa es una descripción muy general. Es como si dijera que Nat es un chico alto, con cabello rubio y ojos azules. Existen muchos hombres que encajan con esa descripción. Puede ser una enorme coincidencia —argumentó Diego, seguro de que eso era lo que había pasado en la tienda de dulces. 




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