Rostros de papel

Capítulo #3 - Encuentros y desencuentros

Stefany salió corriendo lo más rápido que pudo para alcanzar a Alejandro, pero no encontró a nadie; la calle estaba completamente vacía. 


—Qué tal si... —dijo en voz alta antes de meter la mano en su mochila para sacar de nuevo el libro. 


Tal como ella había esperado, las letras de las páginas estaban moviéndose nuevamente. Después de un par de segundos, se detuvieron, formando nuevas estrofas: 


“Alejandro había desaparecido, o eso era lo que aquella chica quería que pensase, pero en realidad solo se estaba ocultando detrás de ella, esperando el momento de darle un pequeño susto por la espalda. Sin embargo, aquella chica no paraba de leer aquel libro; era toda una ratona de biblioteca. Así que, lentamente, Alejandro se fue escabullendo, moviendo sus pies para no hacer ruido con sus pisadas, hasta que de pronto… 


—¡Hola, pequeña ratoncita de biblioteca! —dijo Alejandro casi gritando antes de que aquella chica dejara caer su libro sobre la acera y volteara a verlo inmediatamente.

 
—Lo siento, ratoncita, pero deberías prestar más atención a tus alrededores que a ese libro —exclamó Alejandro mientras se arrodillaba para levantar el libro.” 


Stefany estaba entusiasmada. Si lo que decían estos párrafos se iba a convertir en realidad, en unos momentos Alejandro iba a asustarla y ella iba a dejar caer el libro. 


—No si puedo evitarlo —se dijo a sí misma antes de darse la vuelta repentinamente. 


—¡Ajá, te atrapé! —gritó Stefany, esperando encontrar a Alejandro tratando de asustarla. 


Sin embargo, Stefany no encontró a nadie. La calle estaba vacía, excepto por un niño que caminaba y que, debido al actuar de Stefany, comenzó a reírse de ella. 


Con mucha vergüenza, Stefany se dio la vuelta y siguió caminando. Su rostro se había puesto rojo, casi como un tomate. Esperaba que nadie más, aparte del niño, hubiese visto lo que hizo; la iban a tomar por loca. 


—Se supone que no debía ser así. Él debería haber estado detrás de mí, o quizás lo leí mal —susurró Stefany, sintiéndose como una estúpida. 


Tomó el libro nuevamente y lo abrió en la misma página para corroborar que lo que había leído estaba bien y no se lo estaba inventando. 


—No otra vez. —dijo con desgana al ver que las letras estaban moviéndose y formaban un nuevo párrafo: 


“Alejandro, momentos antes de ponerse detrás de aquella chica, sintió un mal presentimiento, por lo cual se escabulló lo más rápido que pudo, saliendo así del campo de visión de la chica. Ella, por otro lado, estaba anonadada cuando regresó la vista y no encontró a nadie, mientras que Alejandro seguía huyendo lo más lejos posible.” 


Estos nuevos párrafos no hicieron más que entristecer a Stefany, quien guardó el libro de nuevo en su mochila y comenzó a caminar hacia su casa, casi como si estuviera en modo automático. Todo lo que había pasado ese día le daba vueltas en la cabeza: desde que salió de su trabajo hasta el encuentro extraño con Alejandro. Sin darse cuenta, ya había llegado a su casa. 


—¡Mamá, ábreme la puerta, por favor! —gritó Stefany, esperando que el portón se abriera, pero no lo hizo. 


Resignada, Stefany sacó una de sus llaves y pasó su brazo por una pequeña rendija cuadrada en la puerta. Después de un poco de maña, utilizó la llave para forzar la apertura del portón y así entrar a su casa. 


—Parece que otra vez se han ido a merendar afuera sin mí —mencionó al entrar y darse cuenta de que no estaban sus padres ni su hermana. 


Tiró su mochila sobre uno de los sofás de la sala y subió corriendo las escaleras hasta llegar a su cuarto. Una vez allí, se lanzó boca abajo en su cama y, con la cabeza enterrada en la cobija, gritó: —¡¿Por qué?! —Luego suspiró. 


Con su cabeza aún pegada en la cobija, extendió su brazo por debajo de la almohada y sacó una pequeña libreta: su diario personal. Stefany alzó la cabeza mientras lo abría. 


—A ver, ¿qué debería anotar primero? —dijo, tomando un lápiz de la mesita de noche. 


Después de unos segundos, ya sabía qué escribir. Iba a describir la nueva información que había obtenido sobre aquel libro sobrenatural. Cuando habían pasado unos diez minutos, ya tenía escrito lo que pensaba que era importante. En total, fueron tres nuevos datos: 


“-No todas las personas pueden ver a los personajes del libro en la vida real (lo que sucedió con la camarera).  
-El contenido del libro puede cambiar en tiempo real.  
-Por alguna extraña razón, Alejandro me pudo ver.” 


Stefany prestaba suma atención al último dato. —¿Por qué él me pudo ver? —se preguntaba. 


De un salto, Stefany se levantó de la cama y comenzó a caminar por toda la habitación, un hábito que tenía desde la secundaria porque le ayudaba a pensar mejor. 


—Se supone que Alejandro se iba a encontrar en el restaurante con Nathalia, la coprotagonista —dijo mientras caminaba a la derecha. 


—Pero en lugar de eso, me vio a mí —replicó mientras giraba a la izquierda. 


—Pero eso no tiene sentido —dijo nuevamente al caminar a la derecha. 


—¿Será que ahora el libro me considera un personaje más? —se preguntó mientras giraba a la izquierda. 


De esta forma, Stefany iba de un lado a otro de la habitación, pasando de pensamientos normales a ideas completamente fantasiosas. Esto hubiera continuado por mucho más tiempo, pero tuvo un presentimiento. Sintió que, de alguna forma, el libro estaba cambiando de nuevo su contenido. 


—¿Y ahora qué va a decir el libro? —dijo mientras bajaba frenéticamente las escaleras hasta sacar el libro de su mochila. 


—¡Lo sabía! —gritó con entusiasmo al ver que, en efecto, las letras estaban moviéndose para formar un nuevo párrafo: 


“Alejandro recibió la llamada de Nathalia. Después de intentar tener una conversación con él y ver que no iba a tener resultado alguno, ella le dijo que se encontraran al día siguiente en un parque de la ciudad. Por otro lado, Alejandro no sabía si debería encontrarse con ella en aquel parque. Después de todo, ella lo había citado en un restaurante y al final nunca apareció.” 




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